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El primer caso saltó en Aragón a comienzos de marzo de 2020. El coronavirus, esa extraña amenaza que surgió en China, saltó a Italia y luego llegó a España, ya estaba aquí. El primer contagiado, el primer ingresado en la UCI, el primer fallecido… “Nos llamó el radiólogo urgentemente diciendo que nunca había visto algo así”, recordaba Juan Jiménez-Muro, el entonces jefe de medicina interna del Hospital Provincial de Zaragoza, donde falleció el primer aragonés víctima de la pandemia.

Poco más tarde -tal día como este lunes, pero hace dos años-, el gobierno decretó el estado de alarma y la vida en España quedó condicionada por una crisis sanitaria que nos marcaría para siempre a todos. Desde entonces, en Aragón se han notificado más de 400.000 casos y han fallecido casi 5.000 personas. Su distribución, no obstante, ha sido muy distinta a lo largo del tiempo. En este segundo año que ahora se cumple se han concentrado 240.000 contagios, casi el 60% del total. Aunque es cierto que en la primera ola la escasez de pruebas diagnósticas hizo que se notificaran una mínima parte de los casos reales, la variante ómicron ha disparado los registros en esta última época.

Afortunadamente, la evolución de los fallecidos no ha ido en paralelo. El primer año de coronavirus hubo que lamentar 3.283 muertos por esta enfermedad en Aragón, casi el 70% del total. En las olas de este segundo curso pandémico, el efecto de la vacuna ha sido evidente. Conforme el proceso de inmunización avanzaba, la tasa de hospitalización y de letalidad disminuía. La menor agresividad de ómicron también ha contribuido a que, pese a la inaudita explosión de casos que ha provocado, la cifra de fallecidos no se haya disparado de igual modo.

Los contagios

El virus hace diana en (al menos) uno de cada tres aragoneses

El primer caso de covid registrado oficialmente en Aragón fue un hombre de 79 años que ingresó en la UCI del Hospital Clínico de Zaragoza con neumonía. El ‘último’ probablemente sea un aragonés que hoy mismo se ha hecho un autotest en su casa y que ha visto que es positivo. Entre uno y otro, la pandemia ha contagiado -siempre según las cifras oficiales- a más de 400.000 aragoneses. Son prácticamente uno de cada tres, aunque hay que tener en cuenta que miles de contagios no se han detectado o registrado, y también que hay personas que se han podido infectar dos o más veces.

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Los datos globales hablan de que la covid ha impactado en el 28,2% de los aragoneses -siempre según las cifras oficiales-. Sin embargo, ha afectado de manera distinta según los grupos de edad. Los jóvenes de 15 a 24 años han sido claramente los que más se han contagiado, ya que han contraído la enfermedad el 38% de ellos. Les siguen los niños de 1 a 14 años y los jóvenes de 25 a 34, con un 33% de aragoneses infectados. La franja de edad que mejor ha esquivado el virus es una de las más vulnerables, la de 65-74 años, donde han dado positivo en algún momento el 16,7%.

Generalmente, la subida de la incidencia en la franja de los jóvenes ha anticipado las sucesivas olas que han impactado en la población aragonesa. Sin embargo, algunas han tenido características especiales. Por ejemplo, en la sexta ola (el pasado verano), los contagios en los jóvenes alcanzaron un nivel totalmente desproporcionado, ya que coparon en torno la mitad de los casos. La última ola ha sido, en cambio, la de los niños. Durante la época más dura de ómicron, los menores de 14 años llegaron a concentrar uno de cada cuatro contagios.

La distribución geográfica de los casos ha sido muy variable, y cada región de Aragón ha sufrido más contagios en una u otra ola en función de dónde iban apareciendo los brotes. La zona básica de salud con más contagios de estos dos años ha sido la de Valdespartera-Montecanal, con más de 13.300 casos. Por población le correspondería ser la tercera, ya que tanto el centro de salud de Avenida de Cataluña como el de Sagasta-Ruiseñores tienen más cartillas sanitarias. Después de estos tres centros, destaca en cuarto lugar el de María de Huerva, que por número de vecinos debería ser el decimosegundo.

Los fallecidos

Las trágicas horas extra de los cementerios 

La consecuencia más trágica de la pandemia se ha vivido en los cementerios. Desde que comenzó la crisis sanitaria, casi 5.000 personas han muerto con covid-19. Aunque el conteo de muertes nunca se ha detenido, los meses más duros fueron los primeros. Solo entre la primera y la tercera ola se concentran casi la mitad de los fallecidos durante toda la pandemia. Esto hizo que los cementerios estuvieran totalmente saturados, y que se registrara un claro exceso de muertes en Aragón, si se compara con la tendencia de los últimos años. En el camposanto de Torrero, el más grande de Aragón, los cuatro turnos de incineración habituales se convirtieron en siete, y los hornos llegaron a trabajar 22 horas al día, muy por encima de lo que marcan sus prescripciones técnicas.

Sin embargo, la letalidad del virus ha ido cayendo conforme ha avanzado el proceso de vacunación. La mejor prueba es esta última ola. Aunque conviene no olvidar que se han registrado cientos de personas que han fallecido con ómicron, el porcentaje de muertes respecto del total de casos ha sido muy inferior al de otras olas. Si se compara, por ejemplo, con la que afectó a Aragón hace un año por estas mismas fechas (entre diciembre de 2020 y marzo de 2021), la letalidad ha disminuido un 86% en esta séptima ola, según los datos recopilados. Actualmente, la posibilidad de fallecer tras contraer la enfermedad es de 2 de cada 1.000, cuando en anteriores etapas llegó a ser del 20% en las franjas de edad más vulnerables.

Los centros sanitarios

Un sistema al borde del colapso 

En aquel marzo de 2020, el foco se puso rápidamente en los hospitales aragoneses, que empezaron a llenarse sin remedio. También en los centros de salud, que poco a poco pasaron a ser la primera puerta de entrada de los pacientes. Todos ellos se enfrentaban a un virus tan letal como desconocido, con pocos medios materiales -escaseaban hasta las mascarillas– y menos certezas sobre los tratamientos a aplicar.

Un incremento de la carga de trabajo que, más allá de los aplausos de las primeras semanas desde los balcones, ha puesto a prueba las costuras de un sistema sanitario que por momentos ha rozado el colapso. Aragón ha llegado a tener más de 1.000 personas ingresadas al mismo tiempo con coronavirus. La presión hospitalaria ha subido y ha bajado al ritmo de las olas, aunque la vacunación ha permitido que ambas trayectorias ya no sean tan paralelas, y que la curva de ingresos no suba al mismo ritmo que la de contagios. Hay que tener en cuenta que actualmente la mitad de los ingresados con covid en Aragón está un máximo de seis días, y que uno de cada cuatro está solo tres. En la primera ola, la mitad de los ingresados tenía que estar al menos 32 días en el hospital.

Además de la presión extra de pacientes, la atención primaria ha tenido que llevar la carga del rastreo –se contrataron enfermeras de forma extraordinaria, y hasta el Ejército ayudó en esta labor– y de la vacunación. Las casi tres millones de dosis que se han administrado en la Comunidad no se han puesto solas, por lo que la carrera contrarreloj hacia la inmunización colectiva ha requerido de horas extra y mucho trabajo para preparar tanto los centros de salud como los ‘vacunódromos’ que se abrieron de manera extraordinaria en muchos puntos de la Comunidad.

La vacunación

Casi 3 millones de dosis en apenas un año

El 27 de diciembre de 2020, apenas diez meses después de que se notificara el primer caso, Aragón ya tenía sus primeras 315 vacunas contra el coronavirus. Este remedio ha sido un hito de la ciencia, que ha logrado diseñar contrarreloj una fórmula que, aunque no ha logrado fulminar la pandemia, sí ha conseguido al menos minimizar sus efectos. Poco más de un año después, en Aragón ya se han administrado más de 2,8 millones de dosis, de las cuales algo más de un millón son segundas dosis y unas 600.000, terceras.

Emilia Nájera, una mujer de 80 años de la residencia Romareda, fue la primera en recibir la vacuna. Desde aquel día de finales de diciembre de 2020, cientos de miles de aragoneses han recibido sus pinchazos de Pfizer, Moderna, Jansen o Astra Zeneca. Actualmente tienen la pauta completa el 88,5% de la población de más de 5 años de la comunidad, mientras que más de la mitad tiene la tercera dosis, a pesar de que el ritmo ha decrecido de forma notable en los últimos meses. La franja de edad que menos se ha inmunizado es la de 5 a 11 años -fue la que empezó más tarde, con diferencia-. Apenas el 31% tienen la pauta completa.

Las restricciones

La vida de los ciudadanos queda condicionada... y limitada

Durante todo este tiempo, las autoridades se han afanado en buscar las medidas que mejor pudieran aplacar el avance de la pandemia. No ha sido una batalla fácil, ni tampoco indolora. Se han tenido que restringir libertades individuales que parecían intocables, y muchos sectores económicos se han visto afectados. La primera gran medida fue la declaración del estado de alarma, que limitó los movimientos y metió en casa a todos los ciudadanos salvo para situaciones concretas como ir a comprar o acudir a trabajos esenciales. Durante un mes, toda actividad económica no esencial estuvo suspendida. El regreso a la actividad económica y a las calles fue gradual, con medidas que ahora ya parecen casi increíbles, como la salida por franjas horarias y tramos de edad.

Aunque poco a poco se fue intentando recuperar cierta normalidad, la vida ha estado condicionada durante toda la pandemia con medidas como los cierres perimetrales de municipios o provincias, las limitaciones de aforos en establecimientos públicos o privados, las restricciones de las visitas a los centros médicos o asistenciales, las condiciones al número de personas que se podían reunir en ámbitos privados, la obligatoriedad de llevar la mascarilla tanto en interior –que aún perdura– como en exteriores, el toque de queda que impedía salir a la calle más allá de medianoche, la obligatoriedad de presentar un pasaporte covid para entrar en determinados lugares que garantice que el portador se ha vacunado o ha pasado recientemente la enfermedad... Casi todas estas medidas ya se han levantado, o están camino de levantarse, en un camino de difícil retorno sea cual sea la situación epidemiológica. No obstante, la pandemia no ha dejado de deparar sorpresas, por lo que nada se puede descartar por completo.

Consecuencias económicas

Un golpe histórico que aún duele'

Hace dos años la economía se paralizó. Lo que parecía impensable ocurrió, precisamente en un momento en el que se empezaba a hablar de recuperación tras más de una década de secuelas de la crisis financiera e inmobiliaria. Tras el confinamiento de la población el Gobierno decidió poner la economía "en hibernación" para frenar contagios, a la espera de que la crisis sanitaria se superara en poco tiempo. En estas primeras semanas comenzó la avalancha de decretos de restricciones que tuvieron a los asesores de empresas en vilo, pendientes noche y día de lo que se publicaba en el Boletín Oficial de España (BOE). Todo ello para resolver las dudas de las compañías que no sabían si podían seguir su actividad o no y de trabajadores a la espera de volver a su puesto. La paralización supuso un desplome de la economía del 21,5% en el segundo trimestre en España y del 10% en el año, que en Aragón quedó en el 8,5%.

El Ejecutivo diferenció entre actividades "esenciales" y las que no lo eran, concediendo a las perjudicadas por la decisión medidas de apoyo como expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) especiales. En abril de 2020 llegó a haber 86.900 trabajadores incluidos en un expediente en Aragón, sin poder trabajar de forma total o parcial, cobrando prestaciones de desempleo que provocaron el colapso del servicio público de empleo estatal (SEPE), que sigue arrastrando la sobrecarga de expedientes. A ello contribuyó el ‘hackeo’ que sufrió ahora hace un año.

Los expedientes covid se han ido prorrogando más de lo esperado, al igual que la pandemia, y acaba de aprobarse la que se ha anunciado como última ampliación, hasta el próximo día 31. A partir de ahí se volverá a los que ya existían, sin las bonificaciones extraordinarias, pero con un nuevo modelo denominado 'mecanismo red', pensado para activarse tras el diálogo de Gobierno, patronales y sindicatos, en situaciones de crisis. Ya ha sido solicitado por las agencias de viajes, uno de los sectores que todavía no han recuperado su actividad y que esta se ha visto de nuevo afectada por la incertidumbre generada tras la invasión rusa de Ucrania.

Otras actividades como la hostelería y el ocio nocturno han sufrido en estos dos años las restricciones de aforos y horarios de sus establecimientos, en la desescalada hacia la llamada ‘nueva normalidad’ que nunca parece llegar. Estas no se eliminaron totalmente hasta el mes pasado.

Residencias/colegios

La pandemia pone a prueba el sistema aragonés

Al margen de los centros sanitarios, las residencias de ancianos y los colegios han sido –por distintos motivos– otros dos puntos clave para medir el impacto de la pandemia. El virus hizo estragos en las primeras. Solo durante sus primeros meses fallecieron casi 750 residentes, lo que reveló las carencias y debilidades del sistema. En total, durante la pandemia se han superado los 1.600 fallecimientos en residencias de la tercera edad y en los centros para personas con discapacidad. Los residentes fueron los primeros en recibir la vacuna, y sus efectos han sido evidentes. Pese a ser lugares especialmente propicios para la expansión del virus –los contagios no se han detenido–, ahora la mayoría de los casos son leves o asintomáticos. Aún así, al tratarse de personas muy vulnerables, en esta séptima ola ha habido unos 40 fallecidos por (o con) covid.

Los colegios también han sentido, aunque de otro modo, el impacto de la pandemia. La covid ha marcado tres cursos escolares, desde el primero con la suspensión total de las clases hasta este último, con la paulatina recuperación de la normalidad pese a la avalancha de bajas que provocó la séptima ola en el profesorado. Los niños –a los que muchos señalan como los grandes olvidados de la crisis sanitaria– y sus familias vieron cómo de la noche a la mañana tuvieron que seguir las clases y los contenidos desde casa, en muchos casos sin los medios tecnológicos ni los espacios adecuados para hacerlo. La situación, según diversos estudios y expertos, ha provocado retrasos en los avances curriculares, un mayor estrés y problemas en la salud mental de los chavales que –alertan– seguirán apareciendo en los próximos meses o años.

REALIZADO POR:
Textos: Javier Velasco
Infografías: Víctor Meneses y Kristina Urresti

Documentación y cronología: Mapi Rodríguez
Datos infografías recopilados por Nacho de Blas
Diseño: Kristina Urresti y J.J. Ramos
​Coordinación: Esperanza Pamplona