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La ciudad vacía: crónica del virus que paró la primavera en Aragón

El confinamiento obligatorio que ha provocado el coronavirus ha dejado sin pulso a los municipios aragoneses. Apenas hay gente en las calles, el tráfico casi ha desaparecido y un perturbador silencio lo domina todo. 

Casi es mediodía en la plaza del Pilar de Zaragoza. Cuando todo era normal, esta era la hora de entrada y salida de misa en la basílica, del almuerzo de los funcionarios del Ayuntamiento y la Delegación del Gobierno, de las fotos de los turistas en la inmensidad de la plaza. Pero la realidad de estos tiempos de pandemia es totalmente distinta. Una plaza vacía en una ciudad vacía. En la explanada desierta, se cae al suelo la tapa de la cámara del fotógrafo de HERALDO y resuena como si fuera la de una cacerola. El coronavirus ha dejado sin pulso a los pueblos y ciudades de Aragón. El estado de alarma en el que vive el país parece que hasta haya detenido la recién estrenada primavera, porque no hay nadie que pueda salir a disfrutarla.

El contraste es especialmente llamativo en los que eran los lugares más concurridos de las tres capitales de provincia. Calles siempre bulliciosas en las que el gran protagonista estos días es un silencio perturbador que lo domina todo. Un silencio que deja escuchar las conversaciones que salen de las ventanas y balcones de la calle de Alfonso I de Zaragoza; que permite a quien camina por los porches de Galicia de Huesca oír con nitidez cómo suenan sus propios pasos; y que hace que una conversación telefónica privada llegue de lado a lado de la plaza del Torico de Teruel.

Cuando el Covid-19 no había entrado en nuestras vidas, el final de la mañana era un momento de mucho movimiento en el paseo Independencia de la capital aragonesa. Estos días se puede elegir sitio para aparcar en la plaza de Santa Engracia. Es difícil ver en movimiento cualquier cosa que no sea un tranvía, un autobús, un vehículo de reparto o un coche policial. Las pocas personas que caminan lo hacen solas. Casi todas, con mascarilla. No hay conversaciones, no hay niños, no hay risas... Si fuera una película, hace un par de meses hubiera parecido de pura ciencia ficción. 

Graciela Barbero, propietaria del quiosco de El Caracol, cuenta que la caja diaria se le ha reducido «un 95%». Afirma que por las mañanas hay "algo más de movimiento", pero que por las tardes casi nadie transita por el paseo. De hecho, son las 15.00 y está a punto de cerrar, cuando antes lo hacía a las 20.00. "No puedo definir cómo está el ánimo de la gente, pero es algo que se nota en el aire", observa.

El tramo de 13.00 a 15.00 de un día laborable era el de más demanda del tranvía de toda la semana. Este pasado jueves, a las 15.00 hubo dos personas que se subieron y tres que se bajaron del Urbos 3 que paró en la plaza de España con dirección al sur. Del que circulaba en el sentido contrario, dos y dos. Desde que empezó el estado de alarma, el uso del transporte público (autobús y tranvía) ha caído en torno a un 90% en Zaragoza, por lo que desde mañana se va a recortar el servicio.

"La gente pide muy poco por miedo", dice Jonny Alberto, un 'rider' de Deliveloo

En la plaza de España, un conocido local de comida rápida es el único negocio abierto. Valentín Gall, uno de sus empleados, estira el brazo todo lo que puede para entregar un paquete al repartidor de Glovo desde lo más lejos posible. "No hay mucho trabajo", admite. En esta ciudad congelada, figuras que antes parecían invisibles ahora aparecen destacadas. Por ejemplo, los ‘riders’ que llevan comida en bicicleta. Jonny Alberto Pileggi, con la mochila verde de Deliveroo a su espalda, dice que "el trabajo ha disminuido mucho" porque solo están abiertos 15 de los 50 restaurantes con los que trabajan, y porque "la gente pide muy poco por miedo". Y eso que muchas veces dejan el pedido en la puerta, llaman y se van, según explica.

El estado de alarma también ha hecho que destaquen más sobre el resto los empleados de la limpieza pública, que estos días prácticamente barren sobre suelo limpio. José Luis cuenta que llena tres bolsas de basura al día, cuando lo normal eran nueve o diez. "Mira las papeleras. No hay nada, solo guantes de usar y tirar", observa. Según los datos del Ayuntamiento, la recogida viaria se ha reducido en más de la mitad: si antes se recogían más de 52.000 kilos a la semana, ahora la cifra apenas supera los 25.000.

Aunque algunos salen a la calle, el cumplimiento de las restricciones a la circulación de personas es mayoritario, lo que deja las calles semidesiertas.

A media tarde, los bares del Tubo tendrían que estar preparando una nueva noche de tapas. Sin embargo, las fachadas de sus estrechas calles son un muro de persianas bajadas con carteles que anuncian un cierre indefinido por el coronavirus. De nuevo en la plaza del Pilar, Víctor Gómez se dirige a casa de su abuela. "Tengo sus papeles de la dependencia que justifican que estoy de cuidador", explica. Este zaragozano reflexiona que el ambiente le recuerda "a los años 80, cuando a partir de las 20.00 cerraba todo y no había gente". "Se ve a todo el mundo serio, esto se va a hacer largo", augura.

"La ciudad está muerta, yo ni la reconozco", señala Mauricio a las puertas del Miguel Servet

El Hospital Miguel Servet es uno de los epicentros del coronavirus en Aragón. Sin embargo, su entorno no es ajeno al vaciamiento que sufre la ciudad. Hay ambulancias y coches fúnebres que pasan, pero personas, solo las imprescindibles. Eso sí, prácticamente todas con mascarilla. Mauricio Uzcay acude a hacerse una revisión "sin miedo" a entrar en la batalla contra el Covid-19 que se libra en el centro hospitalario. "La ciudad está muerta, yo ni la reconozco", dice mirando a su alrededor. Enfrente, la Romareda espera tiempos mejores en los que pueda volver a rodar el balón.

En los barrios tradicionales el panorama no es muy diferente. La calle Delicias era una de las más bulliciosas de Zaragoza. Por las mañanas aún mantiene algo de pulso, con vecinos que salen a hacer la compra. Pero el vaciamiento de la ciudad también llega allí, como bien saben en Dulcepan Aragonesa, un obrador artesano que trata de endulzar estos días a sus clientes. Maribel Gracia señala que dos empleados han tenido que ser despedidos y que ella se ha reducido la jornada, porque la ventas han caído "como un 80%". "Esta es una calle con buena gente, pero ahora solo se percibe tristeza. No hay niños, ni terrazas con gente... Yo vengo desde el Picarral y en el bus íbamos dos personas", relata.

En la avenida América, en Torrero, Naica Blas dice que solo sale de casa "para comprar y pasear al perro". Lo hace por la tarde, ya que por la mañana "los supermercados son un poco caóticos, están bastante llenos y la gente se pone nerviosa". Dice que el paisaje de su barrio "es raro" estos días y que le transmite "preocupación" el hecho de ver a la gente "por la calle de uno en uno".

En la calle de Fray Luis Urbano, en Las Fuentes, David Gómez pasea a su perro, Neo. No puede ir a trabajar, ya que es comercial autónomo y la mayoría de sus clientes tienen el negocio cerrado. "Nos dedicamos a hacer los deberes con mi hijo, hacer ejercicio en casa, ver alguna serie... y mirar poco las noticias", señala. En el barrio, según apunta, "por las mañanas se ve algo más de gente, sobre todo en el supermercado". Luego, el vacío de las calles "da un poco de angustia". "Hasta los perros lo notan", concluye.

En Puerto Venecia el panorama es aún más desolador, si cabe. A lo largo del año acuden a este centro comercial unos 19 millones de personas, una media de 53.000 al día. Este jueves por la tarde había poco más de 30 coches en un aparcamiento con capacidad para 10.000. Solo está abierto el supermercado, y restringido a la zona de alimentación. David Chanca, empleado de la empresa de seguridad del complejo, ve un ambiente "entristecido". "La poca gente que viene compra más, se carga más el carro", observa.

El día casi acaba para algunos con el aplauso de las 20.00 en los balcones, convertido en uno de los pocos actos sociales de estos días de pandemia.

Calles de Huesca vacias - Porches de Galicia / 26-3-20/ Foto Rafael Gobantes [[[FOTOGRAFOS]]]
Imagen de la plaza de Navarra de Huesca, durante estos días de pandemia]
Rafael Gobantes 

Huesca se queda sin ‘capazos’ por la calle

La imagen de las cuatro esquinas de Huesca es insólita. Esta zona de la ciudad, donde confluyen los dos tramos del Coso con los Porches de Galicia es el centro neurálgico y el lugar preferido de los oscenses para sus encuentros, compras y paseos. Lo fue siempre y así continúa desde que hace unos años se convirtió en un espacio peatonal. Antes de la entrada en vigor del estado de alarma, el movimiento y la actividad eran continuos, también a su alrededor. Ahora, poca gente va al centro, donde los bares, cafeterías y comercios (salvo alguno de alimentación) permanecen cerrados. Los vecinos se quedan en sus barrios, donde están los supermercados a los que se acude con toda la normalidad que es posible, casi en silencio, con mascarilla y guardando la distancia.

Los ‘capazos’, esa costumbre tan de Huesca de pararse a hablar en las aceras, ahora solo se pueden coger por teléfono. Apenas se ve gente en la calle, donde los coches también han reducido su presencia. El autobús urbano solo tiene en marcha una línea de las tres que hay. Solo el 7% de los pasajeros continúa utilizando el servicio, indica José Ramón Lasierra, director gerente de Alosa. «Se ha mantenido la ruta que atiende sobre todo la zona de hospitales», añade. 

Si son pocas las personas que utiliza el bus, aún son menos las que cogen un taxi. Trabajan la mitad de los 25 profesionales que hay en la ciudad. El turno de la mañana, con ocho vehículos y de 7.00 a 15.00, es el más numeroso. "El trabajo ha bajado entre el 80% y 90%", indica Francisco Escartín, vicepresidente de la Asociación de Taxistas.

Calles vacias en Teruel por el estado de alarma. Plaza de la catedral. Foto Antonio Garcia/bykofoto. 25/03/20 [[[FOTOGRAFOS]]]
La plaza del Torico de Teruel, vacía por el estado de alarma.
 Antonio García

Un Teruel vacío y desangelado

La plaza del Torico, el paseo del Óvalo o el Viaducto Viejo, algunos de los espacios más concurridos de Teruel habitualmente, están completamente vacíos y desangelados desde la entrada en vigor del estado de alarma por el coronavirus. La plaza del Torico y el Paseo del Óvalo, que presentan las mayores concentraciones de establecimientos hosteleros con sus correspondientes terrazas, están estos días desprovistos de vida.

En la emblemática plaza, solo se observa algún viandante camino de los comercios de productos de primera necesidad o que se detiene en el quiosco de prensa. En el Óvalo, de las omnipresentes terrazas solo quedan algunas sombrillas plegadas a la espera de tiempos mejores. El estanco y un supermercado son los únicos establecimientos que permanecen abiertos en este balcón de la ciudad.

Nadie circula por el Viaducto Viejo, que une las dos mitades de la ciudad y que registra normalmente un intenso tráfico peatonal. El tráfico rodado por su gemelo de hormigón es también insignificante. Solo cuando se montan los frecuentes controles de la Policía Local para tratar de impedir los incumplimientos se registra alguna mínima cola de coches en espera de las comprobaciones policiales.

Pero si el tráfico peatonal y rodado se han desplomado, el uso del autobús urbano no anda más animado, ya que se ha reducido en un 90%, exactamente el mismo porcentaje que en la capital aragonesa. De los 2.200 viajeros al día de utilización normal en Teruel se ha pasado a 200, es decir, menos de un 10%.

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