carta de recuerdo 

"Recordaremos siempre a los que ya no estarán nunca, a José María, a Eloy, a Javier, a Teresa, a Sergio..."

HERALDO publica doce cartas manuscritas de otros tantos aragoneses que perdieron a sus seres queridos o que han trabajado de forma directa con aquellos que nos dejaron para siempre. Pilar Luque, médico intesivista del Hospital Clinico, describe lo duro que era transmitir por teléfono la muerte a las familias de los pacientes.  

La médico intensivista Pilar Luque escribe la carta en un despacho del Hospital Clínico.
La médico intensivista Pilar Luque escribe la carta en un despacho del Hospital Clínico.
Guillermo Mestre

A veces la Naturaleza quiere recordarnos quien manda aquí y pone en marcha volcanes, terremotos, sequías, huracanes... Esta vez ha sido un virus. Un ser microscópico, incapaz de vivir por si solo, ha cambiado nuestro mundo y lo ha vuelto del revés. Lección de humildad. La primera oleada, más que ola un tsunami, nos ha puesto al sistema sanitario al borde del colapso

Todo el mundo ha visto imágenes de las Unidades de Cuidados Intensivos, nos ha visto con nuestros pintorescos equipos de protección individual, cada día un poco más incómodos conforme el desabastecimiento calaba más hondo, ha leído nuestros comentarios y quejas en las redes sociales, nos ha aplaudido a las ocho de la tarde (¡gracias!) junto al resto de nuestros compañeros.

Pero hay cosas que nadie ha visto y es lo que yo quiero contar. Nadie nos ha visto llorar y hemos llorado mucho. De cansancio, de impotencia, de emoción. Nadie ha visto nuestro miedo y hemos pasado mucho. Miedo a que ya no hubiese más respiradores, miedo a no poder ingresar al siguiente enfermo, miedo a tener que elegir entre una vida y otra, miedo a quedarnos sin medicamentos vitales, miedo a contagiarnos, a contagiar a los nuestros. Nadie ha visto lo frustrante que ha sido no poder hablar con las familias de nuestros pacientes, comunicar por teléfono noticias tan duras. No poder ofrecerle una sonrisa a un enfermo, con lo que curan las sonrisas. No hemos podido ir a cara descubierta ni sabemos cuando podremos volver a hacerlo.

Nadie ha visto lo triste que es decirle a una hija que su madre está un poco mejor pero que su padre no y que se prepare para lo peor. Y que su última frase al despedirse sea siempre: gracias por estar ahí, tengan ustedes mucho cuidado. Nadie ha visto nuestra felicidad, y nos ha hecho muy felices, con cada pequeña mejoría, como hemos celebrado que baje la fiebre, que mejore la oxigenación, que podamos retirar tubos y sondas. Nosotros no hemos aplaudido a las ocho de la tarde, lo hemos hecho para acompañar a cada paciente que ha sido dado de alta a planta.

La mayoría de ellos ya están en sus casas, algunos acabando de reponerse en la planta. Desde aquí quiero invitarles a visitarnos cuando esta pandemia remita; nada nos gusta más que cuando un antiguo paciente viene a saludarnos. Muchos creen que no les vamos a recordar. Falso: los recordamos a todos. Y recordaremos siempre a los que ya no estarán nunca, a José María, a Eloy, a Javier, a Teresa, a Sergio… y más nombres que no olvidaremos. Que la tierra les sea leve.

>> LEE EL RESTO DE LAS CARTAS EN EL ESPECIAL DE HERALDO.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión