coronavirus

"Me marcó ver el precinto alrededor del ataúd de mi padre"

Celia Trívez, hija de Luis Trívez, fallecido en una residencia de ancianos, refleja lo duro que supone para una familia despedirse en esas condiciones de un ser querido.  

Luis Trívez, en una imagen tomada el último día que pudo visitarle su familia.
Luis Trívez, en una imagen tomada el último día que pudo visitarle su familia.
Heraldo

Luis Trívez falleció el pasado 6 de abril. El de este zaragozano es uno de los muchos casos de personas que han muerto en una residencia de ancianos, convertidas en la zona cero de la pandemia en Aragón. Para sus familiares, al inevitable dolor de la pérdida se ha sumado la forma en la que se ha ido: tras casi un mes sin poder verlo y sin posibilidad de darle una despedida en condiciones.

Celia, una de sus tres hijos, señala que su padre "no estaba para morirse". Tenía 87 años, 88 hacía este mismo mes, pero se encontraba "muy bien". "Hubiera aguantado varios años más, a mi padre lo ha matado el coronavirus", lamenta. El virus entró en la residencia, él lo cogió y tuvo un efecto fulminante: "Malo de verdad estuvo dos días, fue rapidísimo", apunta su hija.

Luis nació y creció en el barrio Jesús de Zaragoza, aunque al casarse con Celia, su mujer, hizo su vida en la avenida de San Juan de la Peña. Técnico de electrónica, montaba los equipos de sonido en las fiestas del Pilar y equipaba peluquerías con la empresa Henry Colomer. Tuvo tres hijos (Ana, Celia y Luis) que, junto a su mujer, le acompañaron hasta que se cerraron las visitas de la residencia.

Tras sufrir un ictus, hace varios años tuvo que entrar en el centro para mayores. Su hija Celia no reprocha nada a la residencia, ya que cree que su padre "estuvo muy acompañado". "La directora se quedó con él hasta el último momento", dice. Cuando enfermó, al principio pudieron hablar con él todos los días. "Luego era más complicado, porque son más de cien residentes y la moza de recepción iba agobiada. Pero todos los días hablábamos con la directora y nos contaba cómo estaba", apunta Celia.

Una vez el virus entró en la residencia, los contagios fueron "uno detrás de otro". Varios murieron, entre ellos su padre. La despedida fue dura. Su madre y su hermano no pudieron ir porque "estaban pachuchos", así que acudieran ella, su marido y su hermana. "No te puedes ni imaginar una despedida así, con solo tres personas. Ver el precinto alrededor del ataúd me marcó", rememora, en referencia a la cinta que se pone a los féretros de los enfermos con Covid-19.

Sin embargo, prefiere quedarse con la imagen de su padre de un hombre "amable, generoso y muy querido". Por último, pide un memorial en Zaragoza para las víctimas del coronavirus "con los nombres de todos los fallecidos".

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