especial pilar 2020

El año en que la Virgen empezó a dibujarse ante el cielo y las nubes

En 1998 se cambió la orientación de la Ofrenda en la plaza del Pilar, siguiendo una idea del cineasta Bigas Luna

Ofrenda Pilar / 12-10-2019 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]] [[[HA ARCHIVO]]]
Imagen del año pasado de la Ofrenda, en la que participaron 803 grupos.
Guillermo Mestre

"Cada año la Ofrenda se supera y no hay dos iguales: influye el clima, el día de la semana en el que cae el día 12, la cantidad de flores que se compran, el número de inscritos... Para nosotros esto es un trabajo en cadena, y si falla uno solo de los eslabones, falla la cadena entera. Por eso se extreman las precauciones». Lo dice Javier Ramírez, que como técnico coordinador de producción de Zaragoza Cultural, es uno de los organizadores de la cita más importante del año en la plaza del Pilar de Zaragoza. Entre 250 y 300 personas trabajan codo con codo habitualmente (sin contar Policía Local, Cruz Roja y servicios similares) para que todo vaya bien.

Gonzalo Cuchi, coordinador de la Ofrenda, rechaza que se piense que todo está ya tan rodado que se organiza de carril. «Puede parecerlo así, pero para mi cada año es de infarto –subraya–. El oficio y la trayectoria te ayudan, eso es innegable, pero al final todo el trabajo de los meses previos queda al descubierto ese día. Si lo has hecho bien, funciona. El problema es que no puedes fallar».

Este año de no-ofrenda, la mayoría de los que trabajan en las tareas de coordinación van a aprovechar las no-fiestas para descansar, incluso para hacer un viaje.

¿Cuál ha sido la mejor Ofrenda de todas? La última, sin duda, siempre la última es la mejor. Aunque en ocasiones da la sensación de que hay una regla no escrita por la que cada año, al dar las cifras oficiales, hay que superar las cifras del anterior. «Verdaderamente se superan. Aunque nosotros no tenemos un control total de los participantes, especialmente los que acuden a título particular y no en un grupo, lo cierto es que siempre se superan las cifras del año anterior», añade Ramírez.

«Nosotros lo notamos todo enseguida –subraya Joaquín Hernández, jardinero del Ayuntamiento que pone flores en el manto de la Virgen en todas las ofrendas desde 1986-. Y lo notamos a pie de andamio. Ha habido algún altibajo, sobre todo los años de crisis económica, en los que se ha notado menos participación y menos flores, pero en los últimos todo ha sido crecer y crecer».

Las 40 toneladas de andamio tubular Layher propiedad del Ayuntamiento permanecerán este año en almacenes, ante la tristeza de todos los que hacen posible esta cita anual. «No conozco ninguna estructura de este tipo en España -señala Rubén Fernández, de Altay, Andamiajes y Estudios, la empresa que en los últimos años ha ganado el concurso para montar la estructura que abraza a la Virgen en la Ofrenda–. Es un sistema muy versátil, que nos permite ir mejorando año tras año». Para que hoy, antes de que despunte el sol, hubiera estado todo a punto, las tareas de montaje tenían que haberse iniciado el viernes por la mañana.

La estructura de la Ofrenda, casi nadie lo sabe, guarda en su interior un pequeño secreto: hay habilitada una zona de descanso donde todos los que participan en las tareas de organización pueden tomarse un refrigerio o comer un bocadillo antes de continuar con su labor.

La primera edición, en 1958, duró menos de dos horas. La Ofrenda de Flores actual no se parece en nada a la de 1958. La primera, es bien sabido, nació por empeño personal del concejal zaragozano Manuel Rodeles, que viajó a Valencia para observar la que se celebraba todos los años en honor de la Virgen de los Desamparados. Rodeles convenció de la necesidad de copiar la idea al entonces alcalde, Luis Gómez Laguna, y en la primera edición participaron dos carrozas y unos 2.000 oferentes vestidos con trajes regionales. Sesenta y dos años después, pocos son los que pueden contar cómo fue aquella primera Ofrenda. Uno de ellos es Alberto Castejón que, aunque pueda parecer sorprendente, ya no volvió a participar en ninguna más.

"Se quería celebrar el 50º aniversario de la Exposición Hispano-Francesa y se buscaba organizar alguna actividad que fuera especial –ofrece su versión–. El concejal Manuel Rodeles quería hacer una exaltación del traje regional aragonés y, buscando un motivo más para organizarla, se le ocurrió hacer una ofrenda a la Virgen como la de Valencia. El problema es que en aquella época solo teníamos traje regional los que formábamos parte de los grupos folclóricos. Así es como yo, que tocaba la bandurria en una rondalla, acabé participando en la primera Ofrenda".

Castejón, nacido en 1937, guarda recuerdos nítidos de aquel 12 de octubre. «El recorrido era muy sencillo –relata–. Todo comenzaba en la plaza de los Sitios, donde unos camiones que habían venido desde Castellón, y que habían sido pagados por el Ayuntamiento, nos daban a cada uno un ramillete de flores. Luego íbamos por la calle Costa hasta el Paseo de la Independencia, para caminar luego por el Coso hasta llegar a la calle de Alfonso I y la plaza del Pilar. Allí había jardineros valencianos que había traído el Ayuntamiento y que recogían nuestras flores. Como todo acabó muy rápidamente, nos dijeron que, si queríamos, podíamos volver a hacer el recorrido. Yo fui uno de los que hizo la Ofrenda dos veces».

Vinieron a Zaragoza grupos folclóricos invitados de Huesca y de Teruel, y Televisión Española retransmitió la ceremonia. Muy pocos saben que la Ofrenda de 1958 fue el primer acto celebrado fuera de Madrid retransmitido en directo por RTVE. Posteriormente retransmitió cada una de las ediciones, por lo que se ha convertido ya en una tradición más del 12 de octubre.

"La Ofrenda duró una hora u hora y media, y fue un paseo sin apenas trascendencia, no tuvo ni mucho menos la importancia que posee hoy. Al día siguiente, también con traje regional, nos invitaron a la piscina del Frente de Juventudes en la Ciudad Jardín y nos dieron un vale por una coca-cola y un bocadillo", concluye Castejón.

Pero aunque la última edición siempre es la mejor, ¿no ha habido alguna que se distinga sobre las demás? La de 1970 fue especial, sin duda, porque don Juan Carlos y doña Sofía asistieron, y sus hijos hicieron un guiño a Aragón: doña Elena iba vestida de chesa, don Felipe llevaba traje regional de Teruel, y doña Cristina un atuendo tradicional zaragozano. Pero aunque cada edición tiene su propia personalidad, si hubiera que elegir una que sobresalga quizá sea la de de 1998, la primera con la actual disposición de la Virgen, no pegada a la basílica y mirando a la calle de Alfonso I, como se hizo durante las primeras décadas. Fue una decisión que generó cierta polémica previa pero que enseguida se reveló como todo un éxito.

"Bigas Luna fue el detonante para que nos hicieran caso y se realizaran cambios que veníamos reclamando hacía tiempo –sostiene César Falo, ex coordinador técnico de Zaragoza Cultural–. Pasado un periodo en el que la Ofrenda estuvo un poco de capa caída, a lo largo de los años 80 empezamos a constatar, incluso con cierta sorpresa, que se iba convirtiendo en un símbolo de identidad zaragozana y aragonesa y que cada año iba a más, hasta el punto de que generaba muchos problemas por la gran cantidad de público que acudía. Si en la del 58 participaron 2.000 personas, en la de 1970 fueron 10.000, 25.000 en la de 1975, 40.000 en 1983, y a finales de la década de 1990 estábamos llegando a los 125.000 participantes. El recorrido no era nada fluido y venían tantas flores que muchas de ellas ni se veían o se caían por detrás de la Virgen. Algo había que hacer".

El cineasta catalán, que participaba todos los años junto a su familia, llevaba tiempo rumiando mejoras. Se las comentó al profesor universitario y cinéfilo Luis Alegre, y éste se las trasladó al concejal de Cultura y Festejos de entonces, Juan Bolea. Todo empezó a moverse tras una cena entre el director de cine y el concejal.

Joaquín Hernández, Rubén Fernández, Gonzalo Cuchi y Javier Ramírez, ante el relieve de la Virgen de Pablo Serrano en la basílica del Pilar.
Joaquín Hernández, Rubén Fernández, Gonzalo Cuchi y Javier Ramírez, ante el relieve de la Virgen de Pablo Serrano en la basílica del Pilar.
Toni Galán

Y la clave fue una sobremesa posterior en la terraza de la cafetería El Real. "Bigas Luna nos iba explicando sus ideas –relata César Falo–. A él le preocupaba sobre todo el tema visual y de perspectiva más que el de afluencia y comodidad del público, que es el que nos traía de cabeza a nosotros. No veía profundidad en la imagen de la Virgen. Al principio se pensó en ubicarla con la Seo detrás, pero eso también generaba ciertos problemas, en aspectos como la ubicación de los servicios de seguridad y de Cruz Roja. Al final decidimos que se colocara ante San Juan de los Panetes y que toda la estructura que la sustentara fuera un manto gigantesco, porque la gente, al entregar los ramos, quiere que sus flores formen parte del manto".

Tres personas asistieron a esa reunión informal en la terraza de El Real en la que se decidiría un cambio tan sustancial: Bigas Luna, César Falo y Javier Ramírez. «El cineasta estaba obsesionado con el tema de la imagen –recuerda ahora Ramírez–. Veía la Ofrenda como si estuviera rodando una película, como si las cámaras pudieran sobrevolar por encima de las cabezas de los oferentes. A nosotros nos preocupaban más otras cosas».

Tras acordar la nueva disposición hubo que convencer a todos los sectores afectados. Cierta leyenda negra asegura que se generaron muchas reticencias y críticas, especialmente por el hecho de que la nueva disposición eludía la imagen más impactante de la jornada, la que se ofrecía al establecer contacto visual con la Virgen nada más doblar el Coso y enfilar la calle de Alfonso I.

César Falo les quita importancia: «En realidad, las reticencias no fueron muy grandes porque, técnica y organizativamente, aquella era la única solución. Hablamos con casas regionales y grupos folclóricos, que formaban parte de una especie de comisión organizadora, con las fuerzas de seguridad, los dispositivos de prevención y de Cruz Roja, la Policía Local, la Iglesia... Hay que agradecer a Bigas Luna que fuera el catalizador de la nueva ubicación. Probablemente en un plazo corto hubiéramos acabado cambiando la orientación de la Virgen, pero Bigas Luna lo aceleró todo».

El problema fue que la decisión final se adoptó a apenas cuatro meses de la celebración de la Ofrenda y en ningún lugar de España había escenarios del volumen que se necesitaba. Hubo que echar mano de material estándar de andamiaje, que al final se ha acabado revelando como el idóneo, ya que permite agregar elementos con facilidad. Una de las principales preocupaciones ese 12 de octubre de 1998 era que el nuevo manto se llenara de flores y no quedara vacío o con huecos.

"La superficie destinada a las flores había aumentado mucho, creo que se multiplicaba por siete –relata César Falo–, y estábamos algo preocupados. Hubo que aumentar personal y crear otros hábitos para la Ofrenda, porque todo era nuevo y de mayores dimensiones. Desde primeras horas de la mañana fuimos viendo que la cosa iba muy bien. Sabíamos que cuanto antes se terminara en los pisos de arriba más rápido iría la Ofrenda, y por eso había 20 personas a cada lado de la Virgen recogiendo flores. Y conforme fue avanzando la mañana nos fuimos tranquilizando".

Un aspecto fundamental en todo el proceso fue la aportación de las brigadas municipales. Su jefe en aquellos días, Francisco Martín Barea, estuvo al frente de las operaciones y realizó con sus propias manos distintos trabajos previos y una maqueta a escala 1/10 de la Virgen en la Ofrenda. Para él, el momento más delicado se vivió no en 1998, sino al año siguiente. Descargó un aguacero, los gladiolos, llenos de agua, multiplicaron el peso del conjunto, y luego llegó el cierzo. Parte de la estructura, que no estaba asegurada con el mismo método con que lo está en la actualidad, se tambaleaba. «Lo pasé francamente mal –señala–. Afortunadamente intervenimos con rapidez y pudimos solucionar el problema pronto».

César Falo destaca: "Las brigadas municipales no solo han estado allí donde se les ha necesitado –subraya César Falo–, sino que algunas de las mejoras que se han realizado en los últimos años han sido iniciativa suya".

La cita de 1998 se saldó con un éxito rotundo. 'Un manto espectacular' –titulaba HERALDO en su primera página–. Casi cuatro millones de flores multicolores sirvieron para confeccionar una gran pirámide de cerca de 30 metros de largo y 15 de alto que ‘vistió’ ayer a la Virgen del Pilar. Alrededor de 300.000 ciudadanos portaron los ramos que crearon el nuevo manto del Pilar, en una Ofrenda que duró nueve horas y que contó con casi doscientos mil espectadores. Los cambios de ubicación de la Virgen en la plaza y de organización del recorrido sirvieron para evitar los grandes atascos de anteriores ocasiones. Este hecho, sumado a la espectacularidad del nuevo manto, propició que muchos ciudadanos calificaran positivamente los cambios realizados». Ya desde el primer momento, pues, se refrendaba la oportunidad del cambio. La Ofrenda se ha ido cargando de mística, y por eso este año hay zaragozanos que, aun suspendida, llevan flores y ramos al Pilar para depositarlos junto al relieve de Pablo Serrano, donde se celebraba antiguamente. Hay pequeños detalles que ya empiezan a ser populares y, así, casi todos los años, cuando la grúa deposita la Virgen en lo alto de su estructura, cientos de ciudadanos que esperan ese momento estallan en ovaciones.

Para Martín Barea, la Ofrenda actual está ya a punto de llegar al colapso. «Tal y como la he visto en los dos últimos años, yo creo que ha alcanzado su punto máximo de desarrollo. Habría que empezar a pensar en hacer algo».

Hay que buscar soluciones de futuro. Para Rubén Fernández, responsable del montaje de los andamios, las posibilidades de crecimiento en espacio y superficie existen. «Se puede subir una planta más sin problema –asegura–. El tipo de andamio lo permite perfectamente». El mismo Bigas Luna pensó en su día que, si el andamio se desbordaba, el manto floral de la Virgen podría extenderse por la plaza, posibilidad que no se ha contemplado oficialmente al menos por ahora.  "La Ofrenda empieza ya a ‘enfermar’ de éxito –concluye Javier Ramírez–. Y no vendría mal pensar en posibles soluciones. No será fácil, supone todo un reto. La plaza del Pilar es lo que es y da para lo que da. En los últimos años empezamos a las 6.30 de la mañana y acabamos a las 22.00 o 22.30 de la noche. No hay margen para más si luego viene un concierto en la plaza. ¿Se podría plantear hacer la Ofrenda en dos días?".

La Ofrenda de Flores de las fiestas del Pilar está en continua evolución, aunque muchos zaragozanos no se den cuenta de los cambios. Así, por ejemplo, en 1999, al año siguiente de la nueva orientación en la plaza, la imagen de escayola se sustituyó por una nueva, elaborada en fibra de poliéster pintada de negro, de 1,43 metros de altura y 15,097 kilogramos de peso. La imagen lució también nuevos resplandores en la corona, según diseño de Francisco Martín Barea. Realizados en aluminio anodizado, fueron confeccionados por las brigadas municipales. Arquitectos del Ayuntamiento se encargaron de adaptar el tubo de soporte a la nueva imagen y modificaron la estructura piramidal del conjunto.

En el 2000 se cambió la estructura de la Virgen, también en aluminio anodizado, con una ‘mesa’ de 215 kilos, una columna de 25 y un manto de 52. Se compraron además elementos preformados a Construcciones Metálicas JG y las brigadas de arquitectura municipales confeccionaron una estructura para el transporte y almacenaje de la Virgen. También se amplió la pirámide metálica de cinco a seis pisos, alcanzando los 9,50 metros de altura y los 38.000 kilos de peso totales, ocupando una superficie en planta de 27,10 x 16,70 metros y una capacidad aproximada de 7.000.000 de flores.

En 2006 se sustituyeron las coronas primitivas de la Virgen y el Niño, que eran de hojalata, por otras de bronce. Pesan 1,9758 kilos, la de la Virgen, y 0,9277 kilos la del niño. También se adaptaron y simplificaron las fijaciones del manto.

En 2010 se procedió al repintado de la imagen de la Virgen, aclarándole un poco el tono para aproximarlo al de la basílica.

Cuatro años más tarde se realizaron varias modificaciones para permitir que durante la Ofrenda y en los días posteriores se pudieran realizar fotografías ante la imagen de la Virgen. En la parte posterior de la estructura se instalaron sendas escaleras, de subida y bajada, y se levantó una barandilla de metacrilato para proteger a los fotografiados. Además, sobre la última plataforma se instaló un entarimado con tableros de aglomerado de intemperie. La idea fue muy positivamente valorada por zaragozanos y visitantes, que se fotografiaron ante la imagen. Los cambios supusieron un incremento de peso de la estructura en 14.000 kilos. Posteriormente se descartó la toma de fotografías de ese modo.

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