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De la tragedia, al milagro

Ortega Cano, Palomo, Padilla y De la Viña sufrieron algunas de las cornadas más graves vistas en Zaragoza

PRIMERA CORRIDA DE TOROS /7/10/11/ CARLOS MONCIN / [[[HA ARCHIVO]]]
Espeluznante cogida a Padilla en el Pilar de 2011.
Carlos Moncín

La historia de la plaza de toros de Zaragoza también está cargada de episodios dramáticos, de cornadas gravísimas que quedaron grabadas en la memoria de los aficionados. Basta con retroceder un año, con situarnos en el cierre de la pasada Feria del Pilar, para recordar la cogida que a punto estuvo de llevarse la vida del banderillero Mariano de la Viña, peón de confianza de Enrique Ponce

Como tantos otros toreros, Mariano tuvo la suerte de caer en las manos del doctor Carlos Val-Carreres, que definió como «cataclísmica» aquella situación. «Cuando vi su aspecto, pensé que estaba muerto», confesaba a HERALDO, horas después del percance, el cirujano jefe de La Misericordia.

De la Viña entró a la mesa del quirófano «inconsciente» y con una hemorragia «inmensa», producida por las dos cornadas que el toro Sigiloso, de Montalvo, le propinó después de arrollarlo y dejarlo a merced sobre el albero. La primera de estas cornadas se situaba sobre el triángulo de Scarpa, «con orificio de entrada de 12 centímetros y dos trayectorias, una ascendente de 27 centímetros que arrancó la arteria femoral superficial y otra que rompió la arteria iliaca interna, hasta penetrar en el espacio retroperitoneal». La segunda, con orificio en la región glútea izquierda y trayectoria hacia delante de 22 centímetros, «atravesó la escotadura ciática y arrancó la arteria iliaca en su origen». 

No es necesario ser un experto en la materia para comprender la gravedad de aquella cogida, la última de una sobrecogedora lista en la que Val-Carreres incluye otros nombres.

Palomo Linares, un 16 de octubre de 1977 fue corneado en la cavidad torácica -el pitón se introdujo debajo de la axila- por un toro de Conde la Corte, con la particularidad de que el bordado del traje se introdujo en un fondo del saco pleural. «Por suerte, pudimos verlo a tiempo y, tras más de dos horas de intervención, salvamos el pulmón», recuerda Val-Carreres, antes de definir la cornada que un toro de Baltasar Ibán propinó a Ortega Cano el 13 de octubre de 1987. 

«Fue en la zona toracoabdominal, y le fracturó las costillas y el diafragma, hasta herirle el hígado y el pulmón», señala el ángel de la guarda de los toreros, y se emociona recapitulando la tarde del 7 de octubre de 2011, cuando un toro de Ana Romero le arrancó medio rostro a su amigo Juan José Padilla. 

«Fue una herida catastrófica en la cara. No se podía operar sin antes hacerle una exploración por TAC. En la enfermería lo estabilizamos, lo intubamos y después fue trasladado al hospital Miguel Servet», explica Val-Carreres. 

La Misericordia había visto marchar al diestro jerezano con la vida pendiendo de un hilo y el mal menor de haber perdido la visión del ojo izquierdo. En julio de ese mismo año, el doctor García Perla le realizó una primera reconstrucción del rostro; y en marzo de 2012 reapareció en Olivenza. Había nacido la leyenda del Pirata.

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