Y la jota se volvió 'clásica'

El Certamen Oficial, que se había celebrado siempre en el Teatro Principal, empezó a celebrarse en el Auditorio de Zaragoza

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heraldo.es

No habría dos respuestas iguales. ¿Cuál ha sido el mejor Certamen Oficial de Jota de las Fiestas del Pilar? ¿Aquel en el que ganó X o Y? ¿El de 1986, en el que hubo premio Extraordinario de rondaderas? ¿O el de 1959, en el que se disputó un Campeonato de Campeones? La jota, como ocurre con los toros, tiene la virtud de no poner de acuerdo a los aficionados. Pero si en algo coincide todo el mundo es que la principal transformación que ha experimentado el campeonato en las últimas décadas tuvo lugar en 2006. Aquel año abandonó el Teatro Principal de Zaragoza, donde se celebraba desde la primera edición en 1886, para ocupar la sala Mozart del Auditorio, el templo de la música clásica. La decisión fue contestada al principio. Tanto, que la principal ovación de aquella mañana dominical del 8 de octubre de 2006 se la llevó Roberto Ciria, el cantador que ganó el Extraordinario, con una de sus rondaderas: «Y ésta va para el Principal/allá va la despedida./A ver si al año que viene/te volvemos a cantar». Con el paso de los años la decisión del traslado ha sido aceptada e incluso muchos ya la alaban.

Pero aquel día los que acabaron siendo los ganadores del certamen no lo veían muy claro. «El mundo de la jota estaba muy arraigado en el Principal –evoca ahora Belén Villaescusa, campeona del Extraordinario de baile junto a Enrique Guerrero–. Pero cuando pasa el tiempo y ves las necesidades que hay comprendes que era lógico».

Fueron esas necesidades las que se esgrimieron para defender el cambio: el Principal se quedaba corto para acoger a los aficionados, y todos los años había filas tremendas y largas esperas para conseguir entradas. Eso, que le daba una mística especial al certamen, era notoriamente incómodo. Pero había una realidad oculta: al Principal había llegado para las fiestas el musical ‘Cabaret’, que había agotado entradas rápidamente, con días de hasta dos funciones, y resultaba imposible desmontar y volver a montar la cuidada escenografía en dos pisos que representaba el Kit Kat Klub y la pensión de Frau Schneider.

«La historia del teatro y del propio campeonato, el hecho de que allí hayan cantado y bailado todas las grandes figuras de la historia, hacen insustituible al Principal, le dan una magia especial –señala Roberto Ciria–. En cuanto a la copla que canté... bueno, fue una cosa del momento, no muy pensada. La letra se me ocurrió esa misma semana, y ensayando con Toño Julbe le dije lo que pensaba hacer. Cuando acabó el certamen le expliqué al director del Auditorio que no había querido criticar a la sala Mozart sino reivindicar el Principal. Hoy ya se ve todo de otra manera y la Mozart va teniendo su historia».

«La sala engaña un poco –añade Ciria–. A veces estás cantando, y como el público no está tan cerca como en el Principal, tienes la sensación de que los que están más alejados no te oyen. Pero es una sensación falsa, porque posee una gran acústica y te escuchan perfectamente». «Es algo más fría que el teatro –añade Yolanda Larpa, que ganó el Extraordinario en canto femenino–, pero para nosotros ya es un escenario que infunde mucho respeto».

Los bailadores encuentran en el Principal el inconveniente de que, al igual que la mayoría de los coliseos, su escenario está ligeramente inclinado, en pendiente que desciende al encuentro del público. «Se nota mucho la inclinación y es una dificultad que hay que encarar, pero la magia del Principal te hace olvidarte de todo», sostiene la bailadora Belén Villaescusa.

Enrique Guerrero, su pareja de baile desde que ambos tenían 11 años, recuerda que en la edición de 2006, cuando el certamen cambió de sede, «se agotaron también las entradas para el Auditorio, lo que demuestra que el aforo del Principal es totalmente insuficiente para lo que mueve el campeonato».

El Certamen Oficial está considerado como el ‘campeonato del mundo de jota’. Cuando se gana el premio Extraordinario, al que solo pueden optar los que ya han ganado el Ordinario, no se puede conseguir ya victoria más prestigiosa ni admirada. En canto, quienes lo ganan suelen presentarse en otras ediciones para aumentar su currículum. En baile, aunque hay campeones en varias ediciones, suele ser más raro. Y es que la exigencia física es tremenda.

«Recuerdo que nosotros empezamos a ensayar a tope ya en enero –relata Enrique Guerrero–. Tres veces a la semana. Al final acabas haciendo cada día, los cuatro estilos que pueden salir a sorteo y cuatro veces la jota de Zaragoza, que es la obligada. Es agotador. En baile, además, tienes que estar de acuerdo los dos integrantes de la pareja. Si uno quiere volver a presentarse y el otro no...». «Todos los que ganan y dicen que se preparan poco, mienten», añade Belén Villaescusa.

Ganar el premio extraordinario solo cambia algo la vida artística¿Ser ‘campeón del mundo’ de jota te cambia la vida? Pues depende. El oscense Roberto Ciria es el único de los cuatro que aprovechó el campeonato para iniciar un camino que le ha llevado a ser profesional de la jota. Aquel año, en la salida de artistas del Auditorio de Zaragoza, exultante por el triunfo, confesaba: «Era una de mis metas y ya la he conseguido. Pero también hay que mantener los pies en el suelo. Por muy importante que sea lo que he logrado, mañana tengo que ir a trabajar otra vez». Sin embargo, con los años ha conseguido profesionalizarse: tiene compañía propia, va ya por el octavo disco y es profesor en la Escuela Municipal de Música y Folclore de Huesca. Pero los otros tres siguen con sus respectivos trabajos, en el mundo de los medios de comunicación, la enseñanza o la asesoría laboral.

«La vida artística cambia tras ganar el Extraordinario –asegura Yolanda Larpa–. Cuentan contigo en muchas ocasiones más y tienes que subirte a los escenarios y defender el título. En cualquier caso, el triunfo te da cierta tranquilidad, la de no tener que buscarlo».

«Te llaman para hacer más actuaciones, sí, pero el principal cambio es interior la satisfacción personal que tienes por haberlo conseguido. Por lo demás, y como no me dedico a la jota, el Extraordinario no me cambió nada», asegura Enrique Guerrero.

«A mí no me ha cambiado la vida. No me creo ni más ni menos que nadie por tener el Extraordinario –concluye Belén Villaescusa–. Lo que sí puedo decir es que la jota me ha dado los mejores amigos y algunos de los mejores momentos de mi vida».

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