fiestas del pilar

La reválida de un amor centenario para mantener viva la ilusión

El actor Jaime Ocaña visita al Forano y a la Forana cuatro años después de oficiar sus bodas de hueso para comprobar que su relación no tiene rival y citarse en las fiestas de 2021.

El actor Jaime Ocaña, que ofició las bodas de hueso, posa con sus amigos la Forana y el Forano.
El actor Jaime Ocaña, que ofició las bodas de hueso, posa con sus amigos la Forana y el Forano.
Toni Galán

Es más que probable que, por muy jóvenes y soñadores que pudieran ser en fecha tan temprana como 1916, ni el Forano al hincar rodilla, ni la Forana al dar el sí quiero imaginaran que su amor sería tan duradero. Tanto que es ya uno de los símbolos de la capital aragonesa, y más desde que un siglo después renovaran sus votos ante miles de zaragozanos en un recorrido multitudinario desde el Ayuntamiento hasta la plaza de San Miguel. Fue, por supuesto, en plenas Fiestas del Pilar, el momento en el que la comparsa de gigantes y cabezudos sale a las calles desde tiempos inmemoriales a hacer las delicias de los más pequeños de la casa.

El maestro de ceremonias de aquellas bodas de hueso, que así se llaman, fue el actor Jaime Ocaña, quien vestido con traje de época para la ocasión, selló en 2016 el feliz compromiso por otros cien años. «La plaza estaba tan abarrotada que yo creo que alguno no se enteró de lo que pasaba», relata de camino a los almacenes del Ayuntamiento de Zaragoza en el polígono de Cogullada, donde residen los gigantes y cabezudos cuando no llevan sus dances y carreras a la capital.

Quiere comprobar Ocaña que las cosas les siguen yendo bien a esta pareja tan querida, ya que este año no podrán encontrarse en las calles por culpa de la pandemia, que ha obligado a suspender los festejos. Allí se encuentra con que están siendo sometidos a una sesión de rehabilitación de manos de José Luis Álvarez, oficial pintor del Consistorio que está ‘maquillando’ a la Forana, un tanto dañada de sus últimas escapadas. «Suelen llegar algo estropeados de los golpes, los reparamos continuamente», comenta Valentín Juan, maestro de pintura con más de 30 años de experiencia en el Ayuntamiento. «Intentamos igualar los colores para que no parezcan parches», explica.

El maestro, que ya ha vivido unos cuantos pilares, recuerda incluso el año en que «por desgracia» se decidió quemar la antigua comparsa para estrenar una nueva. Fue en 1964, y los viejos cabezudos fueron pasto de las llamas de una hoguera que se prendió en la plaza de España, a modo de falla aragonesa. Los sustitutos tuvieron cuerda hasta 2001 y, afortunadamente, aquel año se decidió conservarlos, y permanecen en las dependencias municipales, restaurados y en buen estado.

Un «sencillo pero entrañable» acto entre multitudes

Terminados los arreglos, llega el momento del emotivo reencuentro de Ocaña con la Forana, una baturra en traje de faena, y el Forano, de quien algunos dicen que es el forastero que viene a las fiestas con sus mejores galas, mientras que otros creen que se trata de un antiguo postillón de diligencias. «Me lo pasé en grande, y eso que lo preparamos con poco tiempo, pero me sentía una estrella del rock», relata el actor sin querer restar protagonismo a la pareja.

A las 18.00 de aquel día, la comitiva partió desde el Ayuntamiento hacia la plaza de San Miguel, con el matrimonio a lomos de una carroza, y acompañados por los Gigantes de Bilbao, que fueron los padrinos del enlace. Por el camino se encontraron con el entonces alcalde, Pedro Santisteve, y el concejal de Cultura, Fernando Rivarés, mientras niños y padres reclamaban a la glamurosa pareja aquello de «¡Que se besen, que se besen!».

Los contrayentes dieron el gusto al público, aunque de forma más bien casta, y finalmente llegaron a la plaza de San Miguel, lugar elegido por la vinculación de este barrio con los gigantes y cabezudos, ya que de allí era el escultor Félix Oroz, creador en 1867 de la versión de la comparsa que en buena medida ha llegado hasta la actualidad.

De hecho, el propio Ocaña explicó ante la abarrotada plaza que el acto era, en parte, una forma de desagravio con el artista, que incomprensiblemente no fue invitado a la boda original del 11 de octubre de 1916. Este hecho fue objeto de numerosos comentarios en la época, como la soflama de Mariano de Cavia en El Imparcial denunciando ese olvido.

«Fue un día muy bonito, muy ilusionante para nosotros», recuerda Daniel Portero, presidente de la asociación de vecinos 1808 de San Miguel. «Le planteamos al Ayuntamiento hacer algo y barrimos para casa, les propusimos replicar la comitiva de 1916 y que llegara a nuestro barrio», comenta con satisfacción al rememorar una «ceremonia sencilla pero muy entrañable».

Al igual que la oficiada por Ocaña, la boda de hace más de un siglo fue reflejada por los periódicos de la época y congregó a miles de zaragozanos en las calles para seguir la cabalgata nupcial. La comitiva también salió de la plaza del Pilar, y en ella participaron numerosas carrozas de históricas empresas, como la de la Lejía Aragonesa, la de Chocolates Laita, la del Orfeón o la del Seguro de Cristales. El Ayuntamiento dispuso un premio de mil pesetas a la más original.

Finalmente, los novios y sus invitados se dirigieron al hotel Oriente, donde disfrutaron de una comida bien surtida, además de un ‘lunch’ y de champán para la comisión de fiestas.

Un grupo de cartón piedra en constante evolución

La comparsa está en continua evolución. Aunque su origen hunde sus raíces en la Edad Media, se encuentran los primeros testimonios fehacientes de su existencia en el siglo XVII, cuando se dice que la procesión del Corpus iba acompañada de dos gigantes y cuatro cabezudos.

Cuando Félix Oroz puso las bases de la comparsa actual con ocho cabezudos y otros tantos gigantes, ya se encontraban el Morico, el Forano, el Berrugón y el Tuerto, entre otros. Poco a poco se fue completando la alineación con la llegada, por ejemplo, del Torero, en 1902 por inspiración de un grabado de Goya, o la Pilara, ya en 1982, en honor a Pilar Lahuerta, vedete de la Oasis.

Incluso, un año después de la boda de los ‘foranos’ de 1916, la comisión de festejos presentó a su retoño, el Foranico, del que sin embargo nada se supo después. Los últimos fichajes de la comparsa llegaron en 2013 y 2015 cuando se estrenaron el Azutero, como homenaje al Royo del Rabal, y Serafina, la cigarrera del Tubo.

Ocaña reconoce que, en su infancia, pocas veces corrió delante de los cabezudos, ya que vivía en la residencia de profesores de la Universidad. «Alguna vez fuimos a verlos a San José, y hay que ver lo brutos que eran los chavales por entonces», comenta a la Forana y el Forano, de quienes ya se despide, previsiblemente, hasta el próximo año, si la pandemia no lo impide de nuevo. De vuelta a casa, el actor lamenta la histórica cancelación de las fiestas –aunque el sector teatral quizá sea el menos castigado este año al poder mantener la actividad con seguridad–, y confía en coger con más ganas las de 2021, y sobre todo, volver a reencontrarse con los ‘foranos’, para comprobar que su amor sigue intacto.

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