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El otro aplauso

Iluminación navideña en la calle Alfonso de Zaragoza
Iluminación navideña en la calle Alfonso de Zaragoza
Oliver Duch

Lo está planeando con tiempo. Con el dinero del viaje que nunca hizo en verano comprará un buen surtido de productos en tiendas de su entorno. Entre ellos, su jamón de Teruel favorito, el queso del Pirineo que le devuelve a la niñez, y un excelente vino que ha descubierto en una bodega familiar de Muel.

La vida le ha enseñado que lo verdaderamente extraordinario, en este tema y otros muchos, se puede encontrar a la vuelta de la esquina. No le hacen falta productos exóticos para disfrutar de la buena mesa, sabe reconocer las verdaderas exquisiteces, y ante la duda se deja aconsejar por su carnicero o frutero de confianza.

Para celebrar la Nochebuena y la Nochevieja, ya ha encargado las dos cenas para cuatro personas en su restaurante preferido, que este año hará una excepción y seguirá abierto por Navidad.

Hace tiempo que decidieron renunciar a juntarse la familia al completo como cada año por estas fechas. No necesitan que se lo diga ningún gobierno de turno: en medio de una crisis sanitaria, la sensatez obliga. Viven en distintas comunidades, son muchos y no quieren poner en riesgo a nadie. Han acordado seguir el dicho de la abuela Paulina: "Cada uno en su casa, y Dios en la de todos". Dan gracias porque en el peor año del último siglo, no han tenido que lamentar ninguna pérdida.

Y no olvidarán conectarse para brindar juntos por el personal, sanitario y no sanitario, al que aplaudieron durante el estado de alarma. Ahora, más que nunca, todos ellos necesitan un último empujón para llegar a la meta de esta dura carrera de fondo contra el coronavirus.  

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