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La ley de Brandolini

Elecciones presidenciales en Estados Unidos
Elecciones presidenciales en Estados Unidos
TANNEN MAURY

A un tipo ataviado como Gandhi y sentado sobre sus posaderas con las piernas cruzadas le preguntan cuál es su secreto de la felicidad. "No discutir con idiotas", responde impertérrito. "No estoy de acuerdo", replica su interlocutor. "Tiene razón". Para qué perder un bien tan preciado como el tiempo en disputas que no llevan a ninguna parte.

La broma sirve para explicar el conocido como principio de Brandolini. Este programador italiano, de nombre Alberto, defiende que la cantidad de energía que se necesita para refutar una estupidez es muy superior a la necesaria para producirla. Su ley también se conoce como el principio de la asimetría de la chorrada.

En los últimos tiempos hay verdaderos orfebres en este campo. Siempre los ha habido, pero ahora ni siquiera hace falta que hilen fino ni que elaboren con minuciosidad sus tontadas: pueden dar la vuelta al mundo en un suspiro y hacer creer a una multitud que son ciertas.

Los hay tan especializados en el engaño que, siguiendo el principio de Brandolini, nadie pierde el tiempo en tratar de refutar la necedad lanzada a los cuatro vientos. Y sus bravatas pueden tener aceptación porque, como ocurre con las teorías conspirativas, en ciertos sectores son más aceptadas las leyendas urbanas que los hechos contrastados.

Prueba de ello es que hemos llegado al extremo de ver cómo todo un presidente de Estados Unidos se declaraba vencedor de las elecciones cuando todavía faltaban varios millones de votos por escrutar y lanzaba acusaciones de "fraude" sin aportar prueba alguna. Sin despeinarse. 

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