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El colmado del Actur que se ha convertido en un supermercado 'online'

Los encargos por WhatsApp han aumentado tanto durante la pandemia que esta tienda de ultramarinos - "como las de los pueblos"- compartirá las ventas físicas con las de su página web.

Darío Bernad en su colmado del Actur, donde la pandemia ha incrementado las ventas.
Darío Bernad en su colmado del Actur, donde la pandemia ha incrementado las ventas.
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"Ya me he metido a la página web y me he registrado. Muy majica", le dicen a Darío Bernad sus clientes. Darío recoge los piropos con alegría al otro lado del mostrador de La Almadraba, un tradicional colmado en pleno barrio del Actur de Zaragoza. Esta semana ha dado el salto al plano digital: ha inaugurado su página web para vender. ¿Qué le ha llevado a esto? La pandemia.

El laterío es uno de los fuertes de este comercio, junto a la venta de pescados, frutas y verduras.
"A pesar de que vendamos ‘online’, se tiene que notar que somos un comercio de barrio"

"Desde el confinamiento he pasado a vender el doble", asegura Bernad, a pesar de que la demanda haya tenido picos en los últimos meses. Marzo y abril fueron "una locura", sostiene este comerciante, que considera que las ventas descendieron un poco en la época estival, pero que desde principios de octubre han vuelto a subir. Con este “supermercado 'online'", como lo denomina, su propósito es llegar al resto de la ciudad y no quedarse en el barrio. "A pesar de que vendamos 'online', se tiene que notar que somos un comercio de barrio: seleccionar un buen producto y sin intermediarios. Yo lo compro en Mercazaragoza, yo lo peso, yo lo corto y yo te lo llevo a casa. Además, se puede pedir la merluza con piel, sin piel, en trocitos, a medallones… como quieran, y lo van a tener como si lo hubieran pedido aquí en el mostrador", explica Darío. Por las tardes la tienda está cerrada, lo que le permite esta organización.

Durante el confinamiento un pedido por Whatsapp se convertía en unos cuarenta mensajes de media, así que se decidió por abrir la web, lo que supuesto una "gran inversión". Allí se encuentran más productos que en la propia tienda, en torno a los 340 ordenados por categorías. Conservas, frutas, verduras, pescado, laterío, pan, marisco, vino, mermeladas, carne o congelados forman parte de su oferta. La manera de vender de este colmado ha cambiado y también los precios: "Lo básico, que antes podía ser más económico, ahora ha subido, mientras que lo delicatesen ha bajado porque se los llevaba la hostelería y ahora, al estar cerrados, no compran".

"Esto es como la tienda de un pueblo; un colmado, pero de 2020"

Darío - o el "chico de la Consuelo", como le dicen cariñosamente- es la segunda generación que se pone al frente de un comercio en este barrio de la margen izquierda. Durante tres décadas sus padres regentaron una pescadería, hasta 2014. Fue entonces cuando Darío tomó el testigo, pero aumentó el abanico de productos sin dejar de lado el origen marino. En sus estanterías se puede encontrar el primer plato, el segundo y hasta el postre. "Esto es como la tienda de un pueblo; un colmado, pero de 2020", la define Bernad.

Pero no solo de un pueblo, sino de varios. En La Almadraba, a pesar de este gaditano nombre, se apuesta por los productos aragoneses. La miel y el aceite son de Ambel, la mermelada artesanal de Albarracín, los huevos de Épila, los escabeches -conejos, perdices o codornices, entre otros- de Castejón de Valdejasa y el arroz de los Pirineos. En las aceras de la capital aragonesa son comunes comercios similares, pero enfocados solo a un público 'gourmet': "Tengo productos para sibaritas, pero casi se consumen más los que son de diario, que no dejan de ser especiales porque provienen de la huerta zaragozana".

"Tenemos que seguir luchando, no igualando sus precios, sino mejorando el servicio y la calidad"

La especialidad de los productos y el trato es la apuesta de este zaragozano para destacar sobre las grandes superficies, gigantes que se levantan dos calles más allá y tras cruzar las vías del tranvía de la avenida de María Zambrano. "Tenemos que seguir luchando, no igualando sus precios, sino mejorando el servicio y la calidad del producto", dice. "Si algún día desaparecemos los comercios de barrio, se irá esto -añade mientras señala a la calle, que es un ir y venir de viandantes con carros y bolsas-, la vida". 

"Detrás de un negocio como este hay mucha lucha, mucho esfuerzo", asevera este joven que dio el salto oficial al otro lado del mostrador con 16 años. "Me levanto a las 3.00. A las 4.00 abren la lonja de pescado, después acudo a la de las frutas y verduras y ya me vengo a la tienda para que ese mismo producto se pueda comprar a las 11.00. Y por la tarde, a entregar los pedidos", relata Bernad.

"Debe convivir la tienda de toda la vida con lo digital, es lo bonito"

Consuelo Calvo compra a los Bernad Casanova desde hace tres décadas, cuando llegó al barrio. Va a hacer paella en casa y se lleva unos calamares, una sepia y unos carabineros. "¿Los carabineros los quieres grandes o pequeños?", pregunta Darío. "Ponme los que quieras, confío plenamente", le responde Calvo. Consuelo no descarta hacer pedidos a través de la página web, sobre todo los grandes, pero seguirá acudiendo al comercio físico, en la esquina de las calles de Flora Tristán y de Jorge Guillén. "Debe convivir la tienda de toda la vida con lo digital, es lo bonito", concluye Darío con esperanza.

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