Guerra Rusia-Ucrania

Un matrimonio ucraniano en Zaragoza: "Mi padre no piensa irse de casa si oye la sirena, y así muchas familias"

Gregory Arapov y Tania Ruban, afincados en la capital aragonesa desde hace más de 20 años, viven con "tristeza" y "preocupación" por los suyos la invasión rusa. Creen que las sanciones llegan "tarde" y alaban la "heroicidad" de los compatriotas que están en primera línea plantándole cara al ejército de Putin.

Gregory y Tania, un matrimonio ucraniano que lleva más de 20 años en Zaragoza.
Gregory Arapov y Tania Ruban, en una imagen el pasado viernes. 
Francisco Jiménez

Los días de guerra en Ucrania pasan muy despacio para quienes tienen familiares y amigos a miles de kilómetros de distancia, inmersos en un conflicto que ha provocado ya la huída de más de 660.000 ucranianos. "Llevamos siete días así y en mi cabeza es como si hubiera pasado ya un mes... Te pegas el día dándole vueltas a la cabeza, intentando ver qué hacer para ayudar a la familia y los amigos que no han podido huir... Estamos muy preocupados", confiesa Tania Ruban, una ucraniana que lleva junto a su marido, Gregory Arapov, 20 años viviendo en la capital aragonesa, donde residen también sus dos hijos, de 28 y 19 años. 

Al igual que esta familia, miles de ucranianos en Aragón siguen estos días con "impotencia" y "mucha preocupación" por los suyos las noticias que les llegan de Ucrania a través de los medios de comunicación. Cuentan que la reciente invasión rusa que mantiene en vilo a medio mundo les cogió completamente desprevenidos, pese a que ya sufrieron en 2014 las desvastadoras consecuencias de la anexión rusa de Crimea. "Nuestra gente allí está acostumbrada a la presencia militar desde hace 8 años. Pero esto ha sido una sorpresa, y gorda... Putin solo quiere escribir la historia, ser el jefe del mundo. Pero esta vez Ucrania va a luchar hasta el final", afirma convencido Gregory Arapov, que fue exmilitar soviético en Hungría en la década de los 80.

"Mi madre, que vive sola en Ucrania, nació en 1938 y recuerda todavía la II Guerra Mundial. Cuando la llamo siempre me dice que empezó a vivir con guerra y que morirá con guerra" 

Ni él ni su mujer, nacidos en Kropevnitski (antigua Kirovogrado, una ciudad del centro de Ucrania) encuentran explicación alguna a lo que puede estar pasando por la cabeza de Putin para haber estallado esta guerra entre países vecinos. Gregory, con gesto preocupado, afirma que el presidente ruso "vive anclado en el pasado, con la mentalidad de otro siglo", y no cree que vaya a parar la ofensiva por medio del diálogo. "Putin no entiende las palabras, solo la fuerza. Yo puedo entender a la gente que quiere el poder con 30 años, cuando se tiene toda la vida por delante… ¿Pero él? Solo quiere escribir la historia, que es el jefe del mundo. ¡Tonterías!", exclama este ucraniano, que vive con "impotencia" por sus familiares y amigos en Ucrania la reciente escalada bélica del conflicto entre ambos países. 

Su madre, de 83 años, vive sola en la ciudad de Kropevnitski, a 300 kilómetros de Kiev. Cuenta que la llama dos veces al día, y que "se pasa el día llorando y rezando" para que acabe la ofensiva rusa. "Por un lado está tranquila, porque nos tiene a todos fuera. Yo vivo aquí en Zaragoza, sus nietos también y mi hermano menor está en Hamburgo. Pero nosotros cada día estamos más preocupados por ella. Cuando la llamo siempre me dice que ella nació en 1938 y recuerda todavía la Segunda Guerra Mundial. Dice que empezó a vivir con guerra y que morirá con guerra", relata con gesto triste este ucraniano.

Gregory y Tania, en un momento de la entrevista.
Gregory y Tania, en un momento de la entrevista.
Francisco Jiménez

Su mujer, Tania Ruban, describe también los sentimientos encontrados que les provoca esta situación, y la inseguridad que viven sus familiares y amigos en Kiev, Járkov (la ciudad natal de su madre) y Kropevnitski, donde tiene a su hermana y a sus padres. "Desde hace una semana no abren los colegios ni las guarderías. Mi madre ha ido hoy a trabajar al hospital porque está obligada. Pero la gente ya no sale a la calle con los niños, no pasean, no van de compras... Están todos preparados por si acaso con mochilas, papeles y alimentos por si tienen que marchar. Mi padre ya ha dicho que si oye la sirena no se irá de casa, y mi madre dice que se quedará con él. Y como ellos muchas familias…", cuenta Tania, quien se ha ofrecido en varias ocasiones, tras estallar el conflicto, a ir hasta la frontera con Polonia o Rumanía para tratar de sacar a su hermana y a su sobrina, de apenas dos años de edad. 

No obstante, la complicada situación que viven los desplazados en Ucrania a causa de la invasión rusa, que ha provocado filas de más de 10 kilómetros a pie en la frontera con Polonia y Rumanía (a mil kilómetros de la ciudad ucraniana de Kropevnitski) y el desabastecimiento de gasolina en varias ciudades, hizo desistir a sus familiares de la idea de abandonar el país. "Ayer le pregunté a mi hermana si podía salir de la ciudad y me dijo: 'Tania, ya no voy a salir de ningún sitio, donde tenga que morir moriré'... Si en los dos primeros días no han salido ya es más complicado porque la mayoría de ciudades están con controles y nunca sabes dónde te van a bombardear o cuándo van a pasar aviones o tanques", afirma resignada al explicar que la situación de su hermana es como una moneda de dos caras.

"Por su hija y el futuro de su hija querría escapar de ahí. Pero lleva toda la vida cuidando de mis padres, y yo también estoy más tranquila de que estén de momento todos juntos. Desde aquí les ayudo todo lo que puedo... pero ahora mismo me siento impotente. La mayoría de la gente se ha ido en busca de refugio. Ellos creen que es mejor para la niña estar entre dos paredes, con la manta en el suelo y una 'tablet' con la que la entretienen... Ayer tuvieron que dormirla en una silla en el pasillo porque como podía haber un ataque era lo más seguro quedarse allí. Es una imagen bastante triste la que me viene a la cabeza estos días...", confiesa esta ucraniana, que hace apenas dos meses viajó con su marido a su ciudad natal para reunirse en Navidad con la familia.

"Lo único bueno que ha traído esta guerra es que ha unido a todos los ucranianos por la paz, y no van a ceder ni un centímetro de su tierra"

Viéndolo en perspectiva, ambos coinciden en que lo "único" bueno que ha traído esta guerra es el sentimiento de patriotismo que ha unido al pueblo ucraniano para hacer frente a la invasión rusa. 

Tania, Gregory y su hijo pequeño, nacido en Zaragoza, en la manifestación en apoyo al pueblo ucraniano el pasado sábado.
Tania, Gregory y su hijo Alex en la manifestación en apoyo al pueblo ucraniano el pasado sábado.
P. B.

"Los ucranianos quieren tener paz y no van a ceder un centímetro más de su tierra. Los que estamos aquí en Zaragoza nos sentimos muy felices y agradecidos por nuestros militares, que están peleando y arriesgando sus vidas por nosotros y nuestras familias. En solo seis días han llegado al país 60.000 ucranianos que estaban trabajando en Europa y lo han dejado todo para alistarse en el Ejército ucraniano como voluntarios", señala orgullosa Tania, que no pierde la esperanza de que los rusos abandonen las armas y se retiren del país. Gregory, en cambio, teme que el carácter autoritario del presidente ruso -cuya estabilidad mental cuestionan ya los expertos en inteligencia- agrave todavía más el conflicto, y recela de la eficacia de las sanciones económicas impuestas por parte de Europa y Estados Unidos en los últimos días. "Después de la guerra estas medidas no sirven de nada. Tendrían que haberlo hecho mucho antes... Putin no entiende las palabras, solo si hay fuerza y resistencia va a entender. Ahora como estamos luchando bien, parece que quiere dialogar... Él no es capaz de aguantar tanta guerra y, además, no tiene fuerza económica. Las televisiones dijeron que ha habido 3.000 muertos rusos en los primeros dos días, y se habla de que en ninguna guerra Putin ha perdido tantos soldados como aquí. Fácil no lo va a tener", sentencia Gregory.

Entre tanto, la comunidad ucraniana en Zaragoza sigue organizándose para enviar ayuda humanitaria a su país, y las muestras de solidaridad y cariño que reciben por parte de los aragoneses les hacen un poco más llevadera la situación de incertidumbre que atraviesan al estar lejos de sus familias. "A mí me ha llamado gente de casas en las que ya no trabajo para ofrecerme su ayuda. Me dicen: 'Tania, si necesitas dinero o hay que sacar a la gente rápido, cuenta con nosotros'. Aunque el dinero en estos momentos no sirve de nada, estos mensajes se agradecen mucho. A mí hay veces que me da vergüenza preguntar 'qué tal estás' a los míos, porque en verdad solo quiero que me contesten para saber que siguen con vida. Esta pregunta ('qué tal estás') ahora significa 'te quiero mucho'... porque es lo único que podemos hacer desde aquí. Preguntar y apoyar", concluye esta ucraniana.

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