Anna Chernega, desde el corazón de Ucrania: "Tenemos miedo, pero nuestra gente no se va a rendir"

La joven ucraniana de 22 años, que veranea con su familia de acogida en Huesca desde que era una niña, relata desde su ciudad, Irpín -a 30 kilómetros de Kiev-, cómo es la vida en su país desde que les invadieron los rusos.

Las hermanas Olena -izquierda- y Anna, desde Irpín (Ucrania).

"Nunca pensé que llegaríamos a vivir una guerra. Estábamos avisados, pero también confiados en que ese momento no se produciría en pleno siglo XXI. El día que nos invadieron los rusos, me llamó a primera hora una amiga para decirme que, de camino a su trabajo, cerca de Chernóbil, había visto dos explosiones en un campo. Yo le dije que sería maniobras de preparación de nuestro ejército, pero la guerra ya había comenzado". 

Son las palabras de Anna Chernega, una joven ucraniana de 22 años que reside en Irpín, "a unos 30 kilómetros de Kiev", en una casa con sus abuelos. Su testimonio es de este martes, 1 de marzo, por la mañana, apenas unas horas antes de que las tropas rusas lanzaran su brutal ofensiva sobre la capital ucraniana. 

"Ahora también están con nosotros mi hermana Olena y su novio. Ellos vivían en un piso hasta que comenzó la invasión. Entonces tuvieron que venir a nuestra casa porque tenemos dos sótanos y es más segura", cuenta la joven. 

Allí, con alimentos "para una larga temporada y gallinas, que también tenemos", apunta Anna, se refugian los seis con la esperanza de "esto acabe pronto". "No podemos salir, todas la tiendas, bancos y gasolineras están cerrados. Hoy -por este lunes- solo hay una farmacia abierta en la ciudad -de 90.000 habitantes-". 

"No encendemos ninguna luz cuando comienza a anochecer para que no se nos vea, porque nos cogió por sorpresa y no tenemos con qué tapar las ventanas. Solo pudimos poner celo a tres de ellas para evitar incluso sombras, pero se nos acabó y no logramos tapar el resto", cuenta la joven quien afirma que ya han bajado al sótano de su casa por miedo.

"El sonido de las explosiones es constante. Hace dos días -por este domingo, 27 de febrero-, los rusos quisieron ocupar nuestra ciudad. Hubo una columna de tanques desde Bucha, a 3 kilómetros de aquí, hasta Irpín. No consiguieron entrar, nuestros militares no les dejaron, pero las calles y las casas cercanas quedaron destrozados", cuenta Anna desde Ucrania. "Tenemos suerte porque nuestra gente está consiguiendo que estos déspotas no entren en nuestra localidad".

"Asustados, pero esperanzados"

"Tenemos miedo, pero al mismo tiempo siento que estamos más unidos que nunca y eso nos da tranquilidad", explica la joven ucraniana. "Hace 8 años, cuando se produjo la guerra del Dombás no existía la preparación que hay ahora. Nos han atacado los rusos, sí, un país muy grande, pero no nos van a destrozar. Los ucranianos salen a la calle, paran los tanques con sus propios cuerpos y demuestran que no tienen miedo, no se van a rendir", comenta, con convicción Anna.

Pero es precisamente ese miedo el que le ha hecho plantearse salir de su país. "Quizá debería hacerlo, pero viviendo en Irpín es muy arriesgado. Tendría que llegar a Kiev para coger un tren que me permitiera cruzar la frontera y para eso me tendría que desplazar en coche hasta allí. Me podría llevar mi cuñado, pero no tiene suficiente gasolina. Mi hermana decidió no separarse de su lado, ya que él no puede moverse de Ucrania -por ser hombre entre 18 y 60 años-. Así que, ¿a dónde voy yo sola?", se pregunta la joven. "Mis abuelos tienen 81 y 83 años y tampoco quieren dejar su casa, su vida, dice Anna.

"Intentamos llevarlo de la mejor manera posible, sonreír incluso, porque estamos seguros de que no nos van a ganar", cuenta Anna, aunque muestra su preocupación por su entorno más cercano. "La gente que conozco que vive en el Este está más tranquila, pero tengo una amiga que reside en Ivankiv, entre Chernóbil y Kiev, que tiene un bebé de seis meses y su pueblo está ocupado por los rusos. Lo último que sé es que estaban escondidos en su sótano sin luz, sin gas y con muchísimo miedo porque la ciudad está prácticamente destrozada. Al menos, están vivos", concluye Anna. 

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