PATRIMONIO

Almacenes El Águila: un vuelo moderno en la arquitectura y comercio de Zaragoza

Considerados los "primeros grandes almacenes modernos" de Zaragoza, este elegante comercio estuvo abierto durante unas cuatro décadas en la calle de Alfonso I.

Fachada de Almacenes El Águila, en una imagen antigua de HERALDO.
Fachada de Almacenes El Águila, en una imagen antigua de HERALDO.
Archivo Heraldo de Aragón

"Rebajas" se lee en los escaparates de los grandes almacenes estos días. En la retina se guardan imágenes de clientes revolviendo los cajones de ropa, cambiando de sitio las prendas de burra en burra o sacando cuentas calculadora en mano. "La mayor invasión de compradores", lo definieron en 1955 los Almacenes El Águila, unas tiendas que forman parte del pasado de Zaragoza al igual que otros grandes almacenes, como Sepu, Gay, Galerías Preciados o Almacenes El Pilar.

Anuncio de las rebajas de Almacenes El Águila, publicado en HERALDO.
Anuncio de las rebajas de Almacenes El Águila, publicado en HERALDO.
HA

Durante 40 años un águila abrió sus alas en la calle de Alfonso I de la capital aragonesa, en los números 3 y 5. De día, la silueta del gran rapaz cortaba el cielo; de noche, una bola iluminada, el globo terráqueo, se convertía en el recordatorio de que allí estaban unos grandes almacenes de referencia para la ciudad. El ave era emblema de la compañía y atractivo para los ciudadanos.

“Ayer inauguró ‘El Águila’ su nueva casa, un edificio magnífico levantado a la entrada de la calle de don Alfonso I, nuestra hermosa vía comercial. La casa es bellísima, proyectada inspiradamente por el notable arquitecto don Miguel Ángel Navarro y ejecutada espléndidamente”. HERALDO DE ARAGÓN, 6 de octubre de 1918

Dos años antes de su apertura lo había proyectado el arquitecto Miguel Ángel Navarro. "El lápiz de Navarro y el arte de los constructores ha embellecido la gran calle de Alfonso con una casa comercial que rivaliza con las mejores de España", escribieron los tipos de este diario al día siguiente de la inauguración. Es una obra catalogada de interés arquitectónico.

Fachada del edificio de los antiguos Almacenes El Águila.
Fachada del edificio de los antiguos Almacenes El Águila.
HA

"Construido entre medianerías, consta de cinco plantas -bajo y cuatro alturas- y sótano", describe el informe histórico-artístico del Ayuntamiento de Zaragoza. Jesús Martínez Verón, uno de los principales especialistas en el estudio de la arquitectura aragonesa, plantea que Miguel Ángel Navarro tuvo por delante un reto: "Aunar la necesidad de una imagen innovadora y moderna, esto es, buscar una espectacularidad que lo singularizase en su contexto y, a la vez, adaptarse al contexto formal tan marcado de la calle de Alfonso I". Lo consiguió gracias a un amplio abanico de recursos. A pesar de sus esfuerzos, tuvo que eliminar algunos elementos para ajustarse a la normativa municipal, como unos cupulines de la cubierta.

"El lápiz de Navarro y el arte de los constructores ha embellecido la gran calle de Alfonso con una casa comercial que rivaliza con las mejores de España"

Ricos materiales se descubren en la fachada. Mármol, piedra y bronce consiguen una forma "convexa y ordenada a partir de tres grandes vanos acristalados". Tal y como lo definen fuentes municipales, "irradia modernidad", tanto por los componentes como por la apariencia, que se identifica en la diversidad cromática.

Las vetas del mármol también se aprecia a pie de calle. Bajo la inscripción en grandes letras de "Almacenes - El Águila" –que ya existían en las principales ciudades de España-, se promocionaban unos escaparates cuidados al detalle, como se aprecia en las imágenes. Tras los cristales se mostraban piezas de tela, sombreros, americanas o largos abrigos. La apariencia cambió a lo largo de los años, al menos de la planta baja, ya que en unas fotografías aparece un porche y en otras se sustituye por unas vitrinas laterales donde exponen camisas o zapatos.

Fachada de Almacenes El Águila.
Fachada de Almacenes El Águila.
Archivo Heraldo de Aragón

Al otro lado de la puerta, la escena también causaba sensación. "La instalación interior responde a la grandeza de la fachada", señaló HERALDO en la noticia de su inauguración. En la misma línea se pronuncian en el informe municipal: "Se proyecta dentro de los mismos planteamientos estéticos". Los clientes quedaban sorprendidos por la "abundancia ornamental, la amplitud espacial y de las escaleras, así como por la luminosidad del conjunto", apunta Martínez Verón en 'Zaragoza. Arquitectura. Siglo XX'. En el centro del espacio se abría un hueco que conectaba las plantas y que se remataba con una coqueta barandilla. Grandes estanterías cubrían las paredes con género.

Los recortes de prensa revelan que se podían adquirir todo tipo de complementos como paraguas, bastones, sombrillas o artículos de viaje. Un traje de lana de señora podía costar entre 25 y 100 pesetas, por su parte, el precio de los de dril era de 14 a 40. Los vestidos de seda o batista oscilaban entre 14 y 85 pesetas, anunciaban en la revista 'El Mentidero'. Más caros eran los impermeables de caballero, que podían costar hasta 100 pesetas. Peletería, prendas de punto, faldas, blusas, guardapolvos, cuellos guerreras, gabanes o cazadoras era parte del amplio abanico que se podía encontrar. También productos de belleza o de ocio, como gramolas.

En la siguiente altura, se conservan tres arcos que desprenden elegancia, dos laterales de medio punto y el central rebajado. "Pese a ser la última construcción antigua de la calle, se respetan en ella elementos tipológicos característicos, como es la configuración unitaria de planta baja y entreplanta", añaden en la ficha del Ayuntamiento. Conforme se asciende la mirada hacia el ático se multiplican los elementos ornamentales y compositivos. Pilastras de capiteles son el límite de los grandes vanos acristalados.

La calle de Alfonso I de Zaragoza, el hogar de la burguesía zaragozana en la década de los años 30. Se proyectó en 1858, en parte como plan inmobiliario que pretendía ofrecer a los burgueses una calle elegante donde residir.
La calle de Alfonso I de Zaragoza, al fondo, el edificio de los Almacenes El Águila.
Archivo Heraldo

El edificio se considera del "eclecticismo ya avanzado", defiende el Ayuntamiento, y añade que refleja "la modernidad por su concepto de fachada diáfana y su tratamiento convexo". Martínez Verón, que apoya ese eclecticismo, une esos valores de "novedad y tradición" que tendrían que encajar en la "evolución futura de la arquitectura local". Además, "queda patente la formación academicista del arquitecto", detallan en la ficha histórico-artística.

Cuando se mencionan los Almacenes El Águila viene a la memoria el edificio de Alfonso I, pero anteriormente se encontraban en la plaza de la Constitución –la actual plaza de España-, en la esquina donde más tarde se instaló La Catalana en una nueva construcción -en el lado de los impares-. En las fotografías antiguas que han trascendido se puede ver una casa de cuatro plantas, de apariencia más humilde a la posterior y que hoy se observa

Noticia de HERALDO sobre la inauguración de la primera tienda de Almacenes El Águila.
Noticia de HERALDO sobre la inauguración de la primera tienda de Almacenes El Águila.
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La publicidad de Almacenes El Águila en las publicaciones periódicas era habitual y formaban parte del día a día de la sociedad zaragozana. A finales de la década de los 50, las promociones se sustituyeron por el augurio de su cierre. "El éxito nos obliga a seguir una semana más liquidando", transmitieron a través de 'El Noticiero' en enero de 1958.

Varios anuncios de Almacenes El Águila publicados en HERALDO.
Varios anuncios de Almacenes El Águila publicados en HERALDO.
HA

El destino de este edificio ha sido diferente. Durante un tiempo, y hasta hace unas pocas décadas, fue entidad financiera, sucursal del Banco de Fomento tras haber sido adquirida por el Banco Central, se publicó en 1975. Ahora se sigue llamando Edificio 'El Águila', donde oficinas en los pisos superiores comparten fachada con un estanco y una popular tienda de carcasas para móviles en la planta baja. En los 70, con el cierre de los almacenes, se añoró la "alegría comercial" de la calle de Alfonso I.

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