El legado de cañonazos y disparos en Zaragoza, la mella de la metralla

Los Sitios, la Guerra Civil o atentados de ETA han quedado impresos en la memoria de la ciudad y
en las fachadas de edificios. La huella del fuego librado se conserva intacta como testigo histórico.

Casa de la calle de Palomar con el Pozo, con la huella de la metralla de los Sitios.
Casa de la calle de Palomar con el Pozo, con la huella de la metralla de los Sitios.
José Miguel Marco

Balas perdidas, cañonazos directos o efectos de la onda expansiva de un atentado. La huella de metralla en las calles de Zaragoza es discreta en la mayoría de los casos, no tanto como el fuego abierto que cavó historia en fachadas de la ciudad. No se esconden, pero pasan casi desapercibidas junto a ventanas o los carteles que informan del nombre de la vía. Con el paso de los años, estas pequeñas cavidades han pasado de ser daños materiales a convertirse en un legado visible de lo ocurrido.

No es difícil encontrar indicios del ataque de los franceses de 1808. Claros ejemplos que se muestran más evidentes cuando se pasea por el entorno del barrio de La Magdalena. El impacto de balas se aprecia a flor de ladrillo en la calle de la Viola o de Alejandro Palomar. Precisamente, en la esquina de esta calle con la del Pozo se alza una casa de finales del siglo XVII, conocida como 'la de los Sitios'. En el ladrillo visto zaboyado de su fachada se taladra la defensa de los zaragozanos y la insistencia del ejército napoleónico. Los cronistas de la época relataron ese episodio como una contienda "calle por calle, casa por casa, habitación por habitación". En la Viola los restauradores municipales encontraron las señales durante las labores de limpieza y restitución de la pintura.

Impactos en la calle de la Viola, en un edificio de Doctor Palomar.
Impactos en la calle de la Viola, en un edificio de Doctor Palomar.
Juan Carlos Arcos
“Como la calle de Palomar está paralela a la de San Agustín adelantaron más por esa parte, pues aunque de los edificios de La Magdalena, que daban al frente, les hacían fuego, el ser bastante ancha y larga impedía ocasionarles el daño considerable”

Agustín Alcaide Ibieca, jurista y cronista de los Sitios

A pocos metros se encuentra el antiguo convento de San Agustín, donde una esquina de la torre todavía está escorchada por un cañonazo a pesar de que se cubrieron otras de las señales bélicas. Además, también se observaron huellas de metralla en la muralla medieval cuando se rehabilitó hace casi una década.

"En el caso de los Sitios, este tipo de vestigios es la única huella visible de ese momento histórico de la ciudad. Se trata de la conservación de una etapa muy importante", explica José Juan Domingo, jefe de Arqueología del Ayuntamiento de Zaragoza.

Cañonazos en la fachada lateral de la iglesia de Santiago, en Zaragoza.
Cañonazos en la fachada lateral de la iglesia de Santiago, en Zaragoza.
Oliver Duch

El estudio del rastro de metralla permite analizar "la evolución" de la batalla librada, manifiesta Domingo. Esto explica que en otras zonas de la ciudad también se aprecien vestigios de este carácter. La cara exterior de la puerta del Carmen o su cercana iglesia de Santiago -que anteriormente pertenecía al convento de San Ildefonso- se suman a la lista. En la fachada lateral de esta iglesia, en la calle de Camón Aznar, se observa la incidencia de los impactos de la artillería. Estos últimos son similares a los que luce la basílica del Pilar. En la cara que mira al río Ebro es aparente el ataque que procedía de las baterías que instalaron los franceses en el barrio del Arrabal tras su conquista. Una ocupación vinculada a los restos de armas y bolas de cañón que aparecieron en las obras del Balcón de San Lázaro, junto al puente de Piedra.

Los Sitios, la Guerra Civil o atentados de ETA han quedado impresos en la memoria de la ciudad y en las fachadas de edificios. La huella del fuego librado se conserva intacta como testigo histórico.

En la rehabilitación del Pilar, en 2008, se conservaron las holladuras de los cañonazos y se trataron con hidrofugante con el objetivo de que su conservación fuera mejor en un largo plazo. Las cavidades que se cubrieron en esa actuación fueron los mechinales, es decir, los regulares vanos que sirven para instalar los andamios en la construcción de un edificio.

Los vestigios de la Guerra Civil no son tan evidentes, según Domingo se trata de un legado más "escaso". En el archivo de la Biblioteca Nacional de España se conservan fotografías de los ataques aéreos que demuestran cómo áticos y buhardillas de edificios urbanos quedaron al descubierto en las calles de Don Jaime I o de Torre Nueva. Se puede concluir que el grave estado en el que quedaron obligó a reformar totalmente la parte afectada. No obstante, en la basílica del Pilar se conserva la mella de la contienda española. El 3 de agosto de 1936 fue bombardeado el templo, pero los proyectiles no explotaron. Entre los frescos de las pechinas quedaron los huecos del impacto que todavía se pueden ver.

Otra de las huellas se observa en el cementerio de Torrero. En la tapia que linda con el mausoleo de Joaquín Costa los impactos de bala entre los ladrillos grabaron los fusilamientos. Así lo narró en un cuaderno de notas Gumersindo de Estella, fraile capuchino destinado en el convento de Torrero. En la actualidad, en la cavidad que dejaron los disparos se introducen claveles en algunas fechas del año.

Daños en la portada del antiguo palacio de Sora provocados por el atentado de ETA.
Daños en la portada del antiguo palacio de Sora provocados por el atentado de ETA.
M. M.
"Esto es lo que queda del atentado de ETA"

Uno de los legados de metralla más actuales de la capital aragonesa se encuentra en la calle de Salduba, junto a la plaza del Pilar. "Esto es lo que queda del atentado de ETA", relata una de las religiosas del convento de las Hijas de la Caridad de Santa Ana. Con su mano acaricia con mimo la portada que perteneció al palacio Sora e incide en los huecos que provocó la onda expansiva del brutal atentado contra el autobús de la Academia General Militar, el 30 de enero de 1987 a los pies de San Juan de los Panetes. La hermana también recuerda que esa mañana se vencieron las ventanas de la casa y la puerta se desplomó hacia el interior del inmueble. En los bordes de los ladrillos caravista de la fachada se adivinan pequeños quicazos, posiblemente provocados también por la explosión que se saldó con dos muertos y más de 40 heridos.

Placas, monolitos o monumentos se han erigido durante años para recordar tristes e históricos episodios de la ciudad. Unos hechos que también se rememoran en las fachadas a través de la huella de la metralla.

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