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Una docena de 'edificios fantasma' se aferran al corazón de Zaragoza

Las fachadas siguen en pie pero esconden un solar interior. La ciudad cuenta con un amplio inventario de antiguos inmuebles, con elementos protegidos por Patrimonio, cuyos proyectos inmobiliarios esperan su turno.

Las obras en el edificio de Cinco de Marzo que albergó el Café Niké.
Las obras en el edificio de Cinco de Marzo que albergó el Café Niké.
C. P. B.

En los expedientes del servicio de Patrimonio cultural urbanístico se repite casi como un mantra. “Ha de conservarse la fachada, la caja de escalera, las carpinterías y las rejerías”. En muchos casos, también el zaguán. Es por esto que un puñado edificios históricos del corazón de Zaragoza lucen, de momento, con apenas su fachada en pie y un solar detrás. La gran mayoría tiene proyectos inmobiliarios, pero tardarán en arrancar, más aún con la presente incertidumbre de la crisis sanitaria. Hasta entonces, en calles como Galo Ponte, el Coso o Cinco de Marzo muchos viandantes cotillean entre vallas y andamios para echar un ojo al vacío de lo que ‘una vez fue’.

En este mirada indiscreta hay muchos nostálgicos, por ejemplo, del antiguo Café Niké de la última calle citada, que entonces se llamaba del Requeté Aragonés. Este espacio está llamado a albergar 32 viviendas pero hasta que arranque el alzado de sus obras es un inquietante solar, con una gran grúa, junto a la Audiencia de Zaragoza. Su diseño corresponde al “eclecticismo de tradición académica de finales del siglo XIX” y esconde tras de sí una parcela profundísima. Explican fuentes de Urbanismo que su singular plano procede “de las reparcelaciones de los terrenos que ocupara el antiguo convento de San Francisco”. Solo en la calle de Cinco de Marzo hay siete edificios cuya fachada goza de cierto grado de protección.

"Salvar una fachada no basta para preservar 
la historia y el espíritu de un lugar"

El arquitecto zaragozano Alberto Sánchez, máster en Conservación del Patrimonio Histórico de la Universidad de Columbia con una beca Fulbright, explica que "se intenta preservar lo más representativo de un edificio y ha habido cierta creencia de que es eso más diseñado: la fachada, la primera crujía, la caja de escaleras, vidrieras si se da el caso...". No obstante, aclara que "conservar la fachada no es conservar el patrimonio, es hacer fachadismo y la ciudad puede transformarse en un Disneyland: con calles sólo de fachadas sin que haya edificios históricos detrás". Parafrasea Sánchez al arquitecto Fernando Martín Sanjuán, que acaba de conseguir la prestigiosa medalla Driehaus (máxima distinción a la preservación del patrimonio), que opina que "salvar la fachada no basta para preservar el espíritu de un lugar". 

El edificio que albergaba la tertulia del Niké luce hoy orgulloso su exoesqueleto y está catalogado por su interés ambiental. Para su próxima reconstrucción superó todos los exámenes de Patrimonio, tanto de la DGA como del Ayuntamiento, en los que se subrayaba la necesidad de conservar la fachada por su valor histórico, ya que la escalera interior, la otra joya que escondía el inmueble, ha sido prácticamente devastada con el tiempo. "En la reforma de los locales a comienzos de la década de los 70 el arranque o primer tramo fue reformado, menguando y estrangulando el espacio del portal", detalla María Pilar Poblador, historiadora del Arte de la Universidad de Zaragoza que analizó el inmueble para su recuperación.

DERRIBO DE UN EDIFICIO EN COSO 9 ( ZARAGOZA ) / 06/11/2015 / FOTO : OLIVER DUCH[[[HA ARCHIVO]]]
El edificio del Coso, a la altura del número 9, en una vista casi cenital.
Oliver Duch

Otros casos de fachadas supervivientes con poca estructura en pie por detrás se pueden ver en la parte no reformada del cuartel de Pontoneros -cuyo expediente es un auténtico thriller de terror-, en el edificio anejo a la Imprenta Blasco -que sí se está recuperando con brillo- o en el Coso 9, en donde continúa apuntalada (y lleva cinco años) la fachada de un señorial inmueble que se levantó a finales del siglo XVIII. Se trata del edificio más antiguo de la manzana -junto a la Droguería Alfonso y la sempiterna churrería de Galo Ponte- y se desocupó hace casi una década, después de que se derrumbara parte de su cubierta y se descubriera que sus plantas superiores estaban prácticamente hundidas. Así, se echó abajo toda la estructura interior pero tratando de conservar los elementos singulares, entre los que está la fachada y una caja de escaleras que combina madera y forja. Los vecinos más longevos de la zona recuerdan que durante un tiempo este edificio tuvo un cerramiento de madera (efectivamente, diseñado por Félix Navarro en 1906), pero la desidia y el efecto de las palomas que se colaban por sus galerías acabaron con este añadido.

El inventario de estos edificios vacíos con fachadas desafiantes sería el caso contrario a, por ejemplo, el Teatro Fleta, donde lo que se conserva en gran parte es su estructura interior y cuya fachada y techumbre ha pasado a mejor vida. De hecho, algunos viandantes tratan de mirar cómo se conserva el alado donde se situaban las butacas desde la misma calle o desde la terraza del Hotel Melia Innside.

Una decena de andamios se abandonan cada año por la quiebra de las constructoras

Aunque en el caso del Fleta la responsabilidad es de la DGA, el Ayuntamiento informa de que una decena de andamios se abandonan cada año por la quiebra de las constructoras. Sus servicios los retiran de forma subsidiaria (esto es, hace el trabajo y pasa la factura al responsable de la obra) solo si existen denuncias policiales o vecinales, porque suelen obstaculizar el paso y complicar la vida a personas con movilidad reducida. El Ayuntamiento tramita entre 500 y 600 licencias al año para colocar andamios y apenas el 1 o el 2% quedan abandonados a su suerte, lo que no justificaría que se creara un servicio exclusivo de inspecciones para estos laberintos metálicos. Muchas veces, a pesar de haber estado paralizadas durante años, las obras por fin consiguen salir adelante como en el caso del paseo de María Agustín 63. Este edificio, junto a Averly, ha vuelto a la vida después de no pocos intentos. Se pidieron distintas licencias de rehabilitación que fueron prescribiendo y en 2005 hubo que instalar andamios para sujetar fragmentos y apuntalar la fachada. Felizmente, estos se pudieron retirar tres lustros después.

En el extremo contrario figuran casos en los que las cosas no salen bien y ni siquiera la protección patrimonial salva de la desaparición algunos elementos. Uno de los casos más recientes y controvertidos fue el del derribo de la vivienda a la altura del 78 de la calle de Ramón Pignatelli. La asociación vecinal del Casco Histórico y entidades de conservación del patrimonio como Apudepa amenazaron con denunciar al Consistorio tras la demolición de la fachada. El inmueble estaba catalogado pero en ruina desde 1998 y los políticos se echaron la responsabilidad los unos sobre los otros -pasaron gobiernos de distinto signo sin actuar- y la consecuencia fue que la fachada se acabó derribando. Justifican fuentes de Urbanismo que la declaración de interés ambiental (nivel mínimo de protección) cede ante la declaración de ruina.

Las tripas del Teatro Fleta, visibles desde la calle de César Augusto.
Las tripas del Teatro Fleta, visibles desde la calle de César Augusto.
Guillermo Mestre

Otro caso curioso, aún en suspenso, es el de crear un edificio de seis plantas y varios garajes en la antigua casa de Moneva, en Sanclemente, 12. Tras años de discusión en las comisiones -los primeros proyectos se presentaron en 2006- finalmente los juzgados autorizaron a derribar el interior de la casa construida por Regino Borobio en 1925. La caducidad de los permisos ha hecho que este vaciado se haya ido posponiendo hasta el día de hoy.

Un rayo de esperanza fue el reciente anuncio del Gobierno de Zaragoza de su intención de catalogar 41 locales comerciales históricos de la ciudad. Los responsables de estos negocios tendrán que velar por la correcta conservación del patrimonio de unos establecimientos entre los que se encuentran el Gran Café de Zaragoza (C/Alfonso), la que fuera Casa Zorraquino (en los bajos de Sástago) o los cines Elíseos, con su espectacular letrero de entrada. La nueva normativa del Ayuntamiento también aspira a blindar los porches de Independencia y de la plaza de San Francisco.

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