Tomar un café en Zaragoza con sabor a siglos pasados

Ambos Mundos, Gambrinus o el Moderno son algunos de los cafés que se podían encontrar en la capital aragonesa en algún momento del siglo XX. 

Esquina de la calle Alfonso I con el Coso de Zaragoza, en los años 30 del siglo XX, en la que se ve el Café Moderno.
Esquina de la calle Alfonso I con el Coso de Zaragoza, en los años 30 del siglo XX, en la que se ve el Café Moderno.
Heraldo.es

El comienzo del siglo XX en Zaragoza estuvo marcado por un evento que revolucionó la ciudad: la celebración de la Exposición Hispano-Francesa de 1908. La capital aragonesa cambió su aspecto, por ejemplo con el ensanche del paseo de Sagasta, y se cultivó el arte de una forma más intensa. Por aquel entonces, en las calles de Zaragoza se podían encontrar refinados edificios y establecimientos con encanto, como las cafeterías que se concentraban en el paseo de la Independencia, el Coso o en la actual calle de Cinco de Marzo.

"A los emblemáticos cafés de Europa, Suizo, de la Iberia, de Evaristo Flores (que en 1906 pasó a denominarse café Central), de París, de Ambos Mundos, Gambrinus y de Levante se fueron sumando otros a comienzos de la pasada centuria", detalla Mónica Vázquez Astorga en su tesis 'Cafés de Zaragoza. Su biografía, 1797-1939', de la Universidad de Zaragoza. Algunos de esos que menciona Vázquez Astorga son el Café Oriental, el Moderno o el de La Perla, que "se pusieron a la altura de los más prestigiosos de la ciudad".

"En el Gambrinus llevaban traje, un delantal blanco hasta los pies, manguitos y pajarita"

Altos techos, lámparas de araña, paredes de cristales donde se reflejaban las parejas o los lectores de prensa en solitario y mesas perfectamente alineadas eran algunos de los ingredientes que contribuían al encanto de tomarse un café en estos locales. Los zaragozanos que más canas peinan recuerdan que en algunos de ellos se podía escuchar música en directo o cómo iban ataviados los camareros. "En el Gambrinus llevaban traje, un delantal blanco hasta los pies, manguitos y pajarita", detallan un par de hermanas nonagenarias del barrio de San Pablo.

No muy lejos del Gambrinus -en la actual plaza de España- se encontraba el Ambos Mundos. "Se situó en la planta baja de un inmueble recién construido – en 1881 – propiedad de José Sánchez y Manuel Puy, al final de los porches del paseo de la Independencia”, revela Vázquez Astorga en su tesis. Quiénes allí tomaron café lo recuerdan como un amplio espacio con columnas de mármol que hacían juego con las baldosas hidráulicas del suelo. "La víspera de San Valero se celebraba una fiesta donde se sorteaban premios entre los asistentes, era un acontecimiento para las clases medias y altas de la sociedad zaragozana", recuerdan estas vecinas de Zaragoza.

Otro de los ejemplos era el Café Alaska, en el número 8 del paseo de la Independencia. "Tenía música en directo, vocalista y piano", rememoran. Se trataba de un establecimiento que se estableció en el mismo emplazamiento que el antiguo Café Central, explica Vázquez Astorga.

En el recuerdo queda también el Café Moderno, en la esquina del Coso con la calle de Alfonso I. ¿Una particularidad? "Te daban el café a granel. ‘Me ponga 6 reales de café’, le decías a los camareros". "Representaba en la ciudad un evidente progreso industrial, acorde en su exquisita decoración interior con la estética modernista (de temática vegetal y diseño fluido), concentrada, como indican Ascensión Hernández y María Pilar Poblador, en el mostrador de madera", se expone en la tesis 'Cafés de Zaragoza. Su biografía, 1797-1939'.

El Jauja, el Niké o el Avenida forman parte del recuerdo de los zaragozanos con mejor memoria. En cambio, la subsistencia de otros, como el Levante o Las Vegas, han hecho que los más mayores de la ciudad mantengan en la mente aquellas tardes en torno a una taza de café, ya fuera en familia o festejando.

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