Esta es la razón por la que se come roscón en Zaragoza para San Valero

Cada 29 de enero se celebra la festividad del patrón de la capital aragonesa, día en el que es tradicional comer roscón.

El Roscón de San Valero de Gustalia
Roscón de San Valero.
Vanesa Castellano

Circular, de bollo, con un agujero en el centro, relleno de nata, de trufa o sin nada en su interior. Cada vez son más las formas de degustarlo. Sea de una o de otra manera, es un dulce que a todos gusta y que, a buen seguro, estará en todas las mesas de la capital aragonesa este domingo, 29 de enero, día de San Valero

Pero, ¿de dónde viene esta tradición? En la Edad Media, era costumbre que los nobles entregaran los días de fiesta los restos de comida, lo que se denominaba migajas, a la gente menos pudiente. El 29 de enero era un día festivo, por lo que este acto era habitual en la época. Las migajas, poco a poco, fueron dando paso a lo que hoy en día conocemos como el roscón de San Valero.

En aquella época, los dulces se vendían en las puertas de algunas iglesias, pero se tiene constancia de que en el año 1800 ya había tres establecimientos en Zaragoza que lo preparaban artesanalmente para honrar al patrón de la ciudad: Pastelería González, Pastelería Sánchez y el Horno de San Valero, todos ellos ya desaparecidos, si bien actualmente existe otro con el mismo nombre que este último.

Se estima que cada 29 de enero se consumen en la capital aragonesa entre 150.000 y 175.000 roscones, un dulce que también se toma en otras ocasiones, más allá del día de Reyes, que son el día de San Blas, para San Antón y en Santa Águeda. Tradiciones que convierten a Zaragoza en la ciudad más 'rosconera' de España.

Quién fue San Valero

Descendiente de la familia noble romana de los Valerios, Valero nació en Zaragoza a mitad del siglo III, fue nombrado obispo por aclamación popular y ayudado en su ministerio episcopal por Vicente, joven oscense que le acompañó en su labor al frente de la diócesis, como diácono.

En el año 303, la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Diocleciano y llevada a cabo por el gobernador Daciano, ordena el traslado de ambos a Valencia, allí Vicente es condenado a muerte y Valero al destierro

Finalmente, Valero termina sus días en Enate donde muere el 29 de enero del año 315. Sus restos fueron enterrados en la Catedral de Roda y tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I en el año 1118, la nueva Iglesia Cesaraugustana toma a Valero como protector y patrono, y solicita a la catedral de Roda de Isábena que le envíe sus reliquias.

En 1965 el Ayuntamiento de Zaragoza encarga a Pablo Serrano unas esculturas, para decorar la fachada de la nueva Casa consistorial, una de ellas es la de San Valero situada en la puerta principal junto a la del Ángel Custodio.

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