hostelería solidaria

Recetas sirias y "desde el corazón" en el restaurante de dos refugiados en Zaragoza

Lian Alahmad estudia Derecho y Yousef Shahibar trabajó como sastre. Ambos abandonaron Siria por la guerra y ahora se embarcan en un restaurante del que el 5% de los beneficios donarán a campos de refugiados.

Lian Alahmad y Yousef Shahibar en el Syriana, un nuevo bar de Zaragoza.
Lian Alahmad y Yousef Shahibar en el Syriana, un nuevo bar de Zaragoza.
M. M. M.

Lian Alahmad y Yousef Shahibar regentan desde este lunes un restaurante en Zaragoza, Syriana. Allí ofrecen platos típicos de su tierra, de Siria. A pesar de que solo lleven unos días abiertos, ya tienen reservas para los dos fines de semana siguientes. La pandemia no les asusta, al contrario: "Es el mejor momento para nosotros. La covid ha bajado los precios de los locales, que en condiciones normales no hubiéremos podido alquilar", sostiene Alahmad. La guerra de Siria les convirtió en refugiados y esta crisis sanitaria les ha impulsado a ser emprendedores. 

En la cocina de este nuevo negocio de la calle de Miguel Servet –están frente al Antiguo Matadero- despliega sus conocimientos gastronómicos Lian. Es un joven de 27 años, de tez morena y ojos negros, tras los que se esconde un duro testimonio. "Salí de mi país porque me tenía que ir de militar obligatoriamente. Si vas al ejército, vas a matar a alguien o vas a morir y no quería eso. No hay otra opción", cuenta Alahmad. Nació en 1994 en Alepo y estudiaba Derecho, pero el conflicto le impidió terminar la carrera y con 22 años dejó su cuna y su familia, fue el único de todos ellos que emigró.

"Si vas al ejército, vas a matar a alguien o vas a morir y no quería eso"

Confiesa que les echa de menos, a ellos y también a sus amigos: "Quiero volver, pero ahora no puedo". Su vida antes de la guerra era "normal", pero llegó la contienda. "Había bombardeos todos los días, 24/7. Así durante cinco años. El momento más duro fue en 2014, cuando durante meses no pudimos salir a dos kilómetros de mi casa por las bombas. Tuve la suerte de marcharme". Esas son sus palabras, a la par que recuerda a sus tíos, primos y amigos fallecidos: "Como todas las personas de mi país he perdido a seres queridos".

En 2015 cruzó la frontera ilegalmente y llegó a Grecia en barco, donde estuvo un año. "En ese tiempo estuve en varios campos de refugiados porque me hice voluntario de traductor de árabe e inglés y fue entonces cuando conocí a españoles que habían ido a ayudar, como bomberos", relata. Con su memoria regresa a esos días y recuerda cómo a esas personas y lo que le contaban de España. "Antes no tenía el plan de venir aquí, la verdad –apunta este joven-. Mucha gente no quiere venir aquí porque el nivel económico es difícil, pero yo no buscaba dinero, yo quería vivir, estar bien y feliz".

Cuenta su itinerario por Zaragoza, Madrid y Barcelona. Al final, hace poco más de un mes, regresó a orillas del Ebro, donde en 2016 había conocido a Yousef, a quien ya llama "hermano". Sus testimonios no son iguales, pero sí similares, y encontraron el uno en el otro un espejo. Fue en el grupo de Ayuda al Refugiado en Zaragoza, donde les ayudaron con los idiomas y les guiaron en los asuntos administrativos.

Yousef Shahibar atiende al otro lado de la barra. Abandonó Alepo en 2011, estuvo un lustro trabajando en Turquía de sastre y finalmente llegó a España gracias a Unicef. Desde entonces ha trabajado en Sevilla o Barcelona. "Antes de la guerra era muy feliz, no pensábamos salir. No descarto volver, pero quiero hacer algo para España porque la gente me acogió muy bien". En su caso, una bomba terminó con 25 personas de su familia.

Platos con trasfondo solidario

¿Por qué un restaurante de comida siria? "Cuando llegamos y no tenemos papeles en hostelería es en lo básico que podemos trabajar. A mí me gusta la cocina y por eso me lancé. Además, en el grupo de Ayuda al Refugiado de Zaragoza hicimos una especie de tienda para mostrar nuestra cultura y comida", apunta Alahmad. Además, Shahibar había trabajado como cocinero en colegios.

En la carta tienen muchos platos con sabor a Siria: falafel, humus... Entre risas, dicen que todos los platos son "cinco estrellas", pero muestra predilección por los kebba alepo, un plato que definen como "una especie de croqueta". Sostienen que sentarse en una mesa del Syriana es como hacerlo en un restaurante con solera de su país, en parte porque importan algunos ingredientes como las especias. Al margen de la receta, su secreto es que están "hechos desde el corazón".

El 5% de los beneficios que consigan donarán a proyectos de campos de refugiados. "En el futuro tenemos un proyecto 'open kitchen'. Consistirá en una cocina al lado de los campos de Grecia, donde iremos el próximo verano a cocinar. En caso de que al final no salga, lo mandaremos igualmente", explican estos jóvenes. De momento se han planteado esa cantidad, pero si les va bien, no descartan en subirlo hasta un 10 o 15%.

- Pensamos que todo va a salir bien.
- Ojalá.
- Ojalá no, que sí que va a salir bien.

Los dos valoran el aspecto humano al detalle. Por ejemplo, no les convencen las plataformas de envío establecidas, por lo que han pensado contratar a otros refugiados de su país para que cultiven el idioma. "Pensamos que todo va a salir bien", dice Lian. "Ojalá", interviene Yousef. "Ojalá no, que sí que va a salir bien", insiste el primero.

Zaragoza es, de momento, su lugar. "En Grecia estuve bien, en Barcelona guay, pero es que Zaragoza es sinónimo de hogar", resalta Lian. Ahora está matriculado en Derecho en la UOC, a distancia, y no descarta lanzarse con nuevos retos: "Quiero aprender fabla. Un día, sí o sí, hablaré fabla".

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