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El Balcón del Pirineo: “El confinamiento aboca al cierre temporal a la mayoría de los locales"

Jorge Rabal, propietario de este alojamiento y restaurante ubicado en Buesa, asegura que el cierre perimetral está suponiendo un varapalo para el sector turístico oscense.

Jorge Rabal, en el salón de su restaurante El Balcón del Pirineo vacío.
Jorge Rabal, en el salón de su restaurante El Balcón del Pirineo vacío.
Camino Ivars

Situado en el corazón del Pirineo aragonés, a un paso del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, del valle de Bujaruelo o del Cañón de Añisclo, se encuentra la aldea de Buesa, que cuenta con apenas una treintena de habitantes. Sin embargo, a raíz de la puesta en marcha del establecimiento El Balcón del Pirineo, que ofrece al visitante tanto la estancia en sus apartamentos rurales con jacuzzi como una amplia oferta gastronómica protagonizada por el producto local en su restaurante, el municipio oscense se encuentra habitualmente lleno de vida.

Al menos, así era hasta la llegada de la pandemia. Hoy, el comedor permanece apagado y las mesas recogidas a ambos lados de la sala a la espera de que vuelvan los esperados turistas. Así lo explican Marino Rabal y Dominica Pérez, fundadores del establecimiento, así como su hijo Jorge Rabal y su esposa Karine Metivier, quienes regentan actualmente el lugar.

Jorge, con sus padres, Marino Rabal y Dominica Pérez, en el Balcón del Pirineo.
Jorge, con sus padres, Marino Rabal y Dominica Pérez, en el Balcón del Pirineo.
Camino Ivars

Rabal hijo recuerda a la perfección aquel 14 de marzo y el primer estado de alarma. Ese día tenían todo el establecimiento lleno, el 15 ya estaban cerrados al público. “Por aquel entonces pensábamos que iba a ser una cosa de 15 días. Yo creo que era una forma de autoengañarse, no estábamos preparados para nada de esto”, admite el empresario. Cumpliendo el peor de sus presagios iniciales, la situación se prolongó hasta Semana Santa. “Fue en abril cuando cerraron todo y cuando empezamos a hacer cuentas y a plantear los diferentes escenarios a los que podíamos llegar a enfrentarnos”, asegura.

La reapertura de los apartamentos no se produjo hasta el 5 de junio, 15 días antes del restaurante que se puso en marcha el día 20. “Afortunadamente la temporada de verano ha sido muy buena, hemos trabajando bien, pero hemos perdido fechas muy importantes para nosotros”, admite Rabal, que cifra las pérdidas de la temporada entre un 35 y un 40%.

De nuevo, con la llegada de la segunda ola decidieron echar el cierre definitivo el pasado 3 de noviembre. “Y hasta hoy”, añade. “¿Que qué se siente? Impotencia, mucha impotencia y mucha pena de ver que quieres trabajar y sacar esto adelante pero no puedes hacer nada”, reconoce. Asegura que el cierre perimetral de las ciudades está suponiendo un auténtico varapalo para el sector turístico oscense: “La gente quiere venir, pero no puede, va aplazando la reserva, pero al final se cansa de esperar. Estamos en una comarca con 3 habitantes por km cuadrado. El confinamiento perimetral está abocando al cierre temporal de la mayoría de establecimientos".

Sin embargo, desde un primer momento los empresarios de la zona tenían muy claro que quedarse de brazos cruzados no era una opción. Durante esas semanas, la asociación de empresarios del Sobrarbe decidió ponerse manos a la obra y crear un grupo de trabajo para agilizar la aparición de normativas y protocolos de cara a la reapertura: “Queríamos abrir lo antes posible, pero necesitábamos saber cómo”.

Después, con el objetivo de dinamizar y posicionar la zona durante los meses de abril y mayo, llegaría la campaña ‘Sobrarbe te cuida’ con la que se sortearon un centenar de pernoctaciones y comidas entre el personal sanitario de todo Aragón. “Participaron más de 10.000 personas, ¡fue todo un éxito!”, rememora.

“También desarrollamos un protocolo con 80 medidas para definir cómo hacer las reservas, servir el vino o cobrar al cliente, tanto en hoteles como restaurantes. Fue un momento de remar todos juntos y la verdad es que fue algo muy emocionante”, admite.

Jorge Rabal, en su restaurante El Balcón del Pirineo vacío.
Jorge Rabal, en su restaurante El Balcón del Pirineo vacío.
Camino Ivars

La importancia de la familia

La historia del afamado establecimiento El Balcón del Pirineo se remonta al año 1978 cuando Marino (74) -padre de Jorge-, adquirió el terreno en el que se alza el edificio pirenaico. Tenía 32 años. “La idea inicial era criar ovejas, pero ese verano trabajé en el bar del pueblo y me di cuenta que era una forma más rápida de ganar dinero que dedicarse al ganado, así que decidimos darle una vuelta”, bromea. Así, en los años 80 pusieron la primera piedra del edificio y, en los 90, se construyó el restaurante. Junto a su mujer, Dominica (68), levantaron este edificio que hoy consta de 22 apartamentos más un comedor con capacidad para 80 personas.

“Lo hemos levantado todo desde cero, con nuestras propias manos, piedra a piedra”, admite ella, que recuerda perfectamente cómo el camión del cemento les dejaba el material en la entrada del pueblo y tenían que ir a buscarlo, o como subían arena desde el río con un tractor de 35 caballos. “He trabajado toda mi vida, desde los 14 años, los 365 días del año. Esto ha sido todo lo que he conseguido”, reconoce apenado por la situación actual.

Jorge Rabal consiguió el título de Mejor Parrillero de Aragón en 2019.
Jorge Rabal consiguió el título de Mejor Parrillero de Aragón en 2019.
Camino Ivars

Fue Jorge quien hace diez años decidió coger el testigo familiar: “Se toma de forma natural, como se hereda una casa con ese concepto de compromiso con lo recibido”. Sin embargo, él decidió especializarse en la parrilla y aportar un toque diferente gracias a su exquisita selección de chuletones. “Me he criado alrededor del fuego, para mí es casi un ritual. Pero esto no es encender un botón y ya está, para cocinar así es necesario conocer el ritmo y cómo preparar una buena brasa”, asevera. Rabal sabe bien de lo que habla pues obtuvo el reconocimiento a Mejor parrillero de Aragón en el año 2019.

Un futuro esperanzador

Como explica Rabal hijo, esta crisis sanitaria ha acelerado otro tipo de procesos como la digitalización de servicios o el proceso de reservas online tanto para el alojamiento como el restaurante. “También nos ha servido para actualizar protocolos de limpieza e incluir nuevos sistemas como nebulizadores de ambiente. Lo importante es no parar de hacer cosas”, advierte.

Finalmente, asegura que la era post covid va a traer un futuro esperanzador para el turismo rural pues, en su opinión, “tenemos una oferta enfocada en la naturaleza, el aire y la salud que es lo que verdaderamente se va a demandar a partir de ahora”. Del mismo modo, a nivel gastronómico asegura que cada vez existe una mayor demanda de productos de proximidad, algo en lo que llevan trabajando muchos años: “Es nuestro horizonte y hacia allí tenemos que dirigirnos”.

Jorge, con sus padres, Marino Rabal y Dominica Pérez
Jorge, con sus padres, Marino Rabal y Dominica Pérez
Camino Ivars
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