Emotiva celebración de la festividad de San Valero en Roda

Roda de Isábena ha conmemorado la festividad de San Valero, el rosconero y ventolero patrón de Zaragoza cuyos restos reposan en la antigua sede episcopal ribagorzana desde el siglo XI.

Celebración de San Valero en Roda de Isábena.
Celebración de San Valero en Roda de Isábena.
Alberto Lamora

Un año más, este 29 de enero Roda de Isábena ha conmemorado con gran recogimiento y emoción la festividad de San Valero, el rosconero y ventolero patrón de Zaragoza cuyos restos reposan en la antigua sede episcopal ribagorzana desde el siglo XI. La directora general de Cultura del Gobierno de Aragón, Marisancho Menjón, ha querido estar presente en esta celebración que hermana a la que fuera durante la Reconquista sede del primer obispado en tierras aragonesas con la actual sede arzobispal de la región.

"Es un placer estar en Roda en una jornada tan especial", apunta Menjón, profunda conocedora del románico ribagorzano, quien recuerda que ya había estado en varias ocasiones aquí "como turista y como investigadora" pero que no había podido vivir hasta ahora una ceremonia religiosa en el interior de la catedral ribagorzana, "algo que me hacía mucha ilusión y más al tratarse de una tan singular como esta conmemoración de San Valero".

Celebración de San Valero en Roda de Isábena.
Celebración de San Valero en Roda de Isábena.
Alberto Lamora

La secular devoción que existe en Roda por el santo patrón de Zaragoza se ha incrementado, si cabe, desde que en la década de los ochenta del pasado siglo un grupo de fieles zaragozanos provenientes de la parroquia de Santa Ana empezaron a compartir con los residentes esta jornada festiva en un clima de ecumenismo y encuentro a la sombra de la figura del antiguo obispo cesaraugustano.

Este año, la expedición maña ha estado algo más menguada que en años precedentes ya que motivos de salud han impedido a varios de sus promotores originales desplazarse a Roda y compartir jornada con sus amigos ribagorzanos. Aun así, una veintena de zaragozanos han participado este año en esta conmemoración, que se abría con la celebración de una eucaristía en la catedral de San Vicente y proseguía con la solemne procesión por el claustro catedralicio presidida por la arqueta que contiene los restos del santo.

Una posterior comida de hermandad en el refectorio catedralicio, muy animada y cordial, ha servido para mantener los vínculos de amistad y cercanía entre los presentes. En los postres no podían faltar los clásicos roscones del santo, testigos un año más del hermanamiento valerista entre rotenses y zaragozanos.

Especial significado ecuménico

Esta festividad de San Valero es una jornada que tiene siempre un especial significado ecuménico. Los organizadores de este encuentro señalan que la celebración en el corazón físico y sentimental de Ribagorza supone el estrechamiento de los lazos entre dos poblaciones unidas por una misma devoción. No obstante, la reunión surgió en el contexto de las acciones reivindicativas organizadas para reclamar la solución al conflicto de los límites diocesanos. Una vez solucionado este tema –en el que aún colea el espinoso asunto de los bienes de las parroquias, retenidos en Lérida-, la vertiente ecuménica, de descubrimiento y de conocimiento mutuo ha tomado el protagonismo en este encuentro que sirve también para dar visibilidad y para trascender en la capital de Aragón la existencia de Roda de Isábena, la histórica cabeza del obispado ribagorzano.

Celebración de San Valero en Roda de Isábena.
Celebración de San Valero en Roda de Isábena.
Alberto Lamora

San Valero, el rosconero, fue un obispo de Zaragoza que, a finales de la época del imperio romano, sufrió destierro juntamente con su diácono Vicente. Camino de Valencia, el diácono padeció martirio, quedando el santo libre aunque impedido de volver a la capital aragonesa. Tomó entonces la ruta del Cinca, llegó a Estada y allí murió y fue enterrado. Sus restos fueron recuperados a finales de la época musulmana encontrados por el obispo de Roda y trasladados a su sede, donde permanecen desde el siglo XI. Una hornacina construida en la cripta de la catedral acoge sus restos que son especialmente venerados por los habitantes de la zona

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