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¿Qué elementos contiene el agua que bebemos del grifo?

Aunque los nefrólogos niegan que su consumo cause problemas en el riñón, algunos proyectos científicos ponen el foco en contaminantes emergentes como las bacterias resistentes a los antibióticos.

La calidad del agua del grifo en España varía mucho de unas zonas a otras, lo que depende de factores como las sales disueltas.
La calidad del agua del grifo en España varía mucho de unas zonas a otras, lo que depende de factores como las sales disueltas.
Pixabay

Es común escuchar a muchas personas decir que no beben agua del grifo porque es perjudicial para la salud, prefiriendo por ello la embotellada. En los últimos años, su consumo en determinados lugares se ha relacionado con la aparición de problemas en el riñón, un extremo que los especialistas médicos niegan. "Nosotros nunca dejamos de recomendar el agua del grifo. Todas son potables y si representasen un peligro para la salud se prohibirían. En lo que se diferencian es en el contenido de calcio, que le da ese sabor tan peculiar en algunas zonas como las costeras. Pero la concentración siempre es muy mínima y no deja de ser un bulo que las aguas más duras provocan cálculos renales, porque se trata de microgramos de calcio, así que tienen mucha más cantidad de este componente numerosos alimentos", explica Borja Quiroga, secretario de la Sociedad Española de Nefrología y doctor en el servicio de esta rama en el Hospital La Princesa de Madrid.

Otro de los aspectos que se critica desde diversos foros es que muchas de las infraestructuras de potabilización en España están cada vez más degradadas y contienen mayor carga microbiana potencialmente nociva. "Es otra de las cosas que se ha comentado alguna vez, pero la verdad es que las plantas potabilizadoras están perfectas y hace muchísimos años que no hay un caso de aguas contaminadas. De todos modos, que haya alguna bacteria en el agua no ha de generarle ningún tipo de alteración al organismo si hay un mínimo de cloro, pues este es un desinfectante muy potente y las elimina", sostiene Quiroga.

Un análisis con el que coincide Antonio Gascón, presidente de la Sociedad Aragonesa de Nefrología y jefe de este servicio en el Hospital Obispo Polanco de Teruel. "Podemos estar tranquilos con los controles sanitarios que se realizan en la red pública, pues son muy estrictos. Al final, su sabor depende de la zona en la que se tome. La de Teruel, por ejemplo, es bastante dura y tiene unos componentes que pueden facilitar la sobrecarga de calcio. En cambio, la de la sierra de Madrid es más buena. En cualquier caso, lo importante es saber si la persona tiene una predisposición a desarrollar cálculos urinarios. En esos casos, sí que se ha de tomar agua pobre en calcio. En este sentido, existen modelos embotellados muy saludables, algunos de los cuales también son bajos en sodio, una circunstancia que han de tener muy en cuenta los pacientes con la tensión arterial alta", afirma el profesional.

Naturaleza química y biológica

"Solo se controlan de manera rutinaria aquellos elementos contaminantes que están legislados, pero existen otros muchos, llamados emergentes, de naturaleza tanto química como biológica, cuya presencia se ha constatado en aguas naturales y residuales, pero también en las de suministro público. Los de naturaleza química son sustancias utilizadas como plaguicidas, drogas de abuso, fármacos, productos de cuidado personal, plastificantes, nano y micro plásticos y otros compuestos industriales –explica Samuel Moles, doctor colaborador en el grupo Agua y Salud Ambiental del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de la Universidad de Zaragoza–. Entre los biológicos están algunos protozoos intestinales, otros ambientales potencialmente patógenos, virus e incluso bacterias como las que contienen genes de resistencia a los antibióticos".

En cuanto a los primeros, el experto destaca que "no hay evidencia científica para determinar en muchos casos su efecto dañino". Sobre los segundos, y en referencia a las bacterias resistentes a los antibióticos, ya se han encontrado antibióticos como amoxicilina, ciprofloxacina, enrofloxacina, azitromicina, sulfadiazina, sulfametoxazol y trimetoprima en muchas aguas naturales prepotables, que son receptoras de aguas residuales urbanas y escorrentías de origen ganadero.

Esta ha sido una de las conclusiones del proyecto ‘Outbiotics’, en el que han participado varios miembros de su grupo –en colaboración con otros a nivel internacional– y que estudia nuevas técnicas de eliminación de antibióticos en procesos de depuración de aguas residuales. Una iniciativa en la que se ha impulsado una planta piloto en la depuradora de Tudela que aplica procesos de oxidación avanzada con nanopartículas de dióxido de titanio, luz ultravioleta y adsorción sobre micropartículas de carbón activo para la eliminación de antibióticos de diferentes familias y sus metabolitos.

El factor de la calidad

"La calidad del agua del grifo en España varía mucho de unas zonas a otras, dependiendo de las sales disueltas, cuya composición suele depender de la del terreno por el que circula el agua antes de su captación y de que exista o no una potabilizadora –porque en muchos lugares la adición de cloro sigue siendo el único tratamiento– y de otros muchos factores", apunta María Peña Ormad, catedrática en el Departamento de Ingeniería Química y Tecnologías del Medio Ambiente y también miembro del grupo de investigación. 

"Tratándose de un bien necesario para la vida, la mejora continua es imprescindible. Por ello, investigamos en procesos y nuevas tecnologías que ayuden a potabilizar las aguas para su consumo y también a depurarlas, porque cuando mejoramos los procesos de depuración, también mejoramos la calidad del agua de los cauces que acogen estas aguas depuradas y la de la que hay en los puntos de captación para consumo", indica la profesional, quien recuerda que la normativa data de 2003, con modificaciones en 2016 y 2018, por lo que espera que se actualice conforme se vayan estudiando los contaminantes emergentes.

En lo relativo al agua embotellada, desde el grupo no consideran que en líneas generales sea mejor que la del grifo. "Con la excepción de casos puntuales de incumplimiento de la reglamentación, en cuyo caso las autoridades sanitarias suelen dar aviso, y personas que deben consumir mineralizaciones determinadas por consejo médico, el consumo de la embotellada obedece más a la desconfianza que a la calidad real del agua", afirma María Pilar Goñi, profesora titular del Departamento de Microbiología, Pediatría, Radiología y Salud Pública e investigadora principal del grupo, recordando que los materiales que se generan al respecto causan "grandes problemas" en términos de contaminación plástica, ya que "solo se recicla alrededor del 30%" de este material.

No obstante, sí que considera que se debería hacer un esfuerzo para mejorar los sistemas de tratamiento de potabilización y, en consecuencia, generar un agua con mejores características químicas y organolépticas. "En general, los sistemas existentes en las grandes ciudades son adecuados e incluyen procesos de adsorción con carbón activado que incluso son capaces de eliminar los contaminantes emergentes de naturaleza química. Sin embargo, en otros municipios solo se filtra el agua a través de un lecho de arena y se clora. En ese caso, solo los que se abastezcan de una fuente de extremada pureza tendrán un agua de calidad, a pesar de que cumpla con la legislación", sostiene Goñi.

Sobre la renovación de las infraestructuras, la investigadora señala que hay lugares en los que se ha hecho un esfuerzo, pero no en todos. "En algunos casos, la pérdida del agua potable al subsuelo durante el suministro es de más del 50%. Eso implica unas pérdidas económicas y de recursos tremendas. Además, un buen mantenimiento de las canalizaciones e infraestructuras de transporte contribuye a una buena calidad del agua, ya que su deterioro puede conducir al de la calidad del agua".

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