Cierra Dulces Catalina, referencia en caramelos y chocolates desde 1940 en Zaragoza

Llegó a contar con dos tiendas, una en la ya desaparecida calle Cerdán y otra en Gil Berges, ambas en la capital aragonesa.

Dulces Catalina, en la calle Fuenclara de Zaragoza.
Dulces Catalina, en la calle Fuenclara de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Aunque Dulces Catalina levantó por primera vez la persiana en 1940, se tiene constancia del primer contrato de luz datado en 1938. Quizá por aquel entonces su fundador, Cesáreo Catalina ya comenzó a elaborar los primeros caramelos que luego vendería en las dos tiendas que abrió en la capital aragonesa, una en Gil Berges y otra en la desaparecida calle Cerdán.

Con el paso del tiempo sendos establecimientos quedaron unificados en el que "desde hace 22 años" hasta la actualidad ha endulzado los paladares de miles de zaragozanos, sito en la calle Fuenclara

Por detrás de su mostrador, además del fundador, pasaron dos de sus aprendizas, Meli del Barrio y Andrea Pequerul. Ambas comenzaron a trabajar en Dulces Catalina con 14 y 15 años respectivamente y se quedaron con la tienda cuando su jefe traspasó el negocio, en 1985

"Era una referencia en el sector. Recuerdo que solo había cuatro o cinco establecimientos similares en la zona y la clientela era fija", cuenta Pequerul, quien junto con su compañera de venta de dulzainas dejaron Dulces Catalina cuando se jubilaron.

Chayo Cerdán, en Dulces Catalina.
Chayo Cerdán, en Dulces Catalina.
Guillermo Mestre

Atraída por el encanto de la zona, del establecimiento y por los recuerdos que le traían los caramelos que se vendía en la tienda, la zaragozana Chayo Cerdán decidió dar un giro en su vida y coger las riendas del tradicional negocio. "Estaba trabajando a media jornada como administrativa en una oficina. Era clienta de Dulces Catalina, conocía el establecimiento con el que en ocasiones incluso había estado con mis padres, pasteleros de profesión, y cuando me enteré del traspaso pensé en darle una nueva oportunidad", comenta Cerdán.

Era el año 2019. "Justo el 1 de enero me embarqué en esta aventura que comenzó de maravilla. Puse toda mi ilusión desde el primer día en un proyecto con una clientela muy fiel que hasta casi el último día venían a comprar sus detalles para el médico o la enfermera cada vez que les tocaba ir al centro de salud o los bombones con los que obsequiaban a sus invitados", cuenta la última dueña de Dulces Catalina. "Todo iba muy bien, hasta que llegó la pandemia. Marzo de 2020 fue un auténtico mazazo. Tuve que reinventarme y comencé a diversificar el negocio", dice Chayo Cerdán.

A partir de entonces los Chimos, cuba-libre, Natas, piedras del río y las sardinas de chocolate, sumados a los guirlachicos, los caramelos de piñones o las guindas al marrasquino que habían ocupado las estanterías del establecimiento, pasaron a venderse por internet, "junto con tartas de chucherías y servicios de 'candy bar", apunta Cerdán.

La pandemia y los cambios de hábitos de consumo

"Tenía que buscarme una alternativa porque ya no se celebraban fiestas, ni cumpleaños. Todo se paró. Como dato curioso, la caída de ventas afectó incluso a los caramelos de menta y chicles, difíciles de comer con mascarilla", comenta la zaragozana. 

"Sorprendentemente" la salida online le dio buenos resultados a Cerdán, quien recuerda que "nunca se lo había planteado y menos cuando me propuse volver a vender dulces solo conocidos por los más longevos". "Conseguí traer a la tienda las Mastia de regaliz, las naranjas y limones envasados en una caja de plástico transparente, las violetas y los caramelos de café con leche Dos Cafeteras". "Todo se vendía e incluso por internet", dice Cerdán.

En Dulces Catalina se vendían caramelos de "los de toda la vida".
En Dulces Catalina se vendían caramelos de "los de toda la vida".
Guillermo Mestre

Así que cuando la ansiada normalidad volvió a instalarse con fuerza en la sociedad, el aumento de ventas de la tienda sumado a las tartas de chuches y golosinas y chocolates de venta online supusieron para Chayo, única trabajadora de Dulces Catalina, un esfuerzo extra "que ha llevado sola durante unos meses". 

"Cerraba la tienda y me ponía a hacer pedidos por internet. El beneficio no es tanto como para poder contratar a alguien, pero a la vez es demasiado trabajo para solo una persona. Los hábitos de consumo han cambiado mucho y solo con la venta online no podría pagar las facturas. Tampoco podría hacerlo solo con la tienda, así que he decidido cerrar", comenta, apenada Chayo Cerdán.

"Nunca creí que me vería obligada a bajar la persiana del negocio en el que puse toda mi ilusión, pero tampoco estaba previsto que una pandemia sacudiera nuestras vidas", dice la hasta ahora dueña de Dulces Catalina.

Con ella se cierra no solo una empresa con solera de la capital aragonesa. Desaparece también parte de la infancia de miles de zaragozanos que siempre recordarán el sabor de un caramelo de antaño.

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