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El secreto de una trampilla: el sagrario olvidado y unos sacos terreros de la guerra

Joya de la arquitectura neoclásica en Aragón y Monumento Nacional, en la iglesia de San Fernando de Zaragoza hubo pinturas de Goya y Bayeu ahora desaparecidas.

Iglesia de San Fernando de Zaragoza, desde dentro.
El padre Ángel Briz desciende las escaleras de bajada a la cripta.
Francisco Jiménez

El padre Ángel Briz mueve una mesa de la actual sacristía de la iglesia de San Fernando de Zaragoza y bajo ella levanta una trampilla. Armado con una linterna ilumina un estrecho túnel donde casi hay que reptar para bajar a esta cripta. Unos cuántos peldaños más abajo llegan a una estancia donde unos vagos rayos de sol atraviesan los tragaluces. Estamos bajo el altar mayor del templo.

Este templo, restaurado en varias ocasiones, se considera una de las joyas del neoclasicismo religioso de Aragón. A lo largo de sus más de dos siglos de historia ha sufrido la devastación de las guerras, el expolio y el paso del tiempo. Es Monumento Nacional desde 1978, apunta el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (Sicpa), y en la actualidad, parroquia castrense en el Acuartelamiento San Fernando del Ejército de Tierra.

Ramón de Pignatelli promovió la construcción de esta iglesia como parroquia para asistencia espiritual de aquellas familias que trabajaron en el desarrollo del Canal Imperial de Aragón y fincas agrarias de las cercanías. El conde de Sástago, director del Canal, la mandó levantar y Tiburcio del Caso, arquitecto discípulo de Agustín Sanz, la ejecutó. Las obras comenzaron en 1796 y culminaron un trienio después, tal y como referencia el informe histórico artística del edificio.

La iglesia, de ladrillo, es de planta cuadrada con una capilla mayor trapezoidal, mientras que las laterales son semicirculares. El Sicpa describe que el espacio está bajo una bóveda de cañón con lunetos cortada por los muros. Por ahí penetra la luz, al igual que por la linterna de la cúpula, "milanguelesca elevada" según la ficha municipal y considerada "hijuela de la de San Pedro de Roma". Utiliza como base un esbelto tambor donde se abren otros ocho ventanales, algunos ciegos. En los laterales del altar se descubren dos naves que en origen fueron sacristía, revela el padre Ángel Briz, capellán castrense de San Fernando.

Plano de la planta de la iglesia de San Fernando de Zaragoza.
Plano de la planta de la iglesia de San Fernando de Zaragoza.
Ayuntamiento de Zaragoza | J. A. Condenal

La fachada ha sido el escenario armonioso de tantas salidas de novios. Cuatro columnas de pétreas de orden jónico con guirnaldas sostienen un pórtico con un frontón triangular rematado. Balaustradas y volutas de diferentes tamaños forman parte de la ornamentación del edificio. Unas escaleras de caracol son la médula de una de las dos torres que flanquea la entrada. Conducen hasta el campanario y también al hueco entre el techo del templo y el tejado, donde se puede observar con total claridad las formas que se ven desde el exterior.

Plano de la fachada de la iglesia de San Fernando de Zaragoza.
Plano de la fachada de la iglesia de San Fernando de Zaragoza.
Ayuntamiento de Zaragoza | J. A. Condenal

A pesar de haber sido levantada en el siglo XVIII, no se pudo consagrar por "problemas juriscionales" hasta 1802. Entonces, ya lucían tres pinturas de Francisco de Goya en las paredes del templo: la aparición de San Isidoro a San Fernando, San Hermenegildo en prisión y Santa Isabel curando a una enferma. Poco duró el arte del de Fuendetodos en estos altares. "Fueron sustraídos durante los Sitios por los franceses", cuenta Briz. Se puede tener una pista de lo que fueron gracias a los bocetos que se guardan en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y en el Lázaro Galdiano de Madrid.

Las tropas napoleónicas utilizaron la iglesia como cuartel, cocina y su paso fue devastador, de hecho, fue necesaria la restauración del propio del Caso años después. Más de dos siglos después todavía se puede sentir la destrucción de los galos, como evidencia lo que esconde la cripta.

Iglesia de San Fernando de Zaragoza, desde dentro.
Iglesia de San Fernando de Zaragoza, desde dentro.
Francisco Jiménez

Decenas de sacos terreros, posiblemente de la Guerra Civil –valora el padre por la cercanía de una boina militar de la época-, cubren una de las paredes. Una chimenea –o lo que queda de ella-, en la opuesta. En el centro algo brilla: "Este es el antiguo sagrario, el primero que hubo". Se trata de una gran caja de madera, envuelta en un material dorado decorado con relieves. "Este es el que vio pintar a Goya", aventura el padre. El paso del tiempo y la acción de los franceses se apuntan como los principales responsables del precario estado en el que se encuentra, tal y como defiende el párroco castrense, quien ha investigado al dedillo la historia del edificio. De hecho, durante el confinamiento y guiado por los planos originales del edificio descubrió una nueva estancia ciega hasta entonces. No es posible sacarlo de ahí porque el hueco de acceso de la trampilla es más pequeño que el sagrario.

Por una puerta lateral se puede descender unos metros más abajo. Gracias a unas escaleras, manjar para la carcoma al igual que las vigas que dan forma al pasadizo, se llega a otra estancia más profunda marcada por la humedad.

Los continuos cambios de titularidad y su mal estado

En la actualidad pertenece a Defensa, pero no siempre ha sido así, por ejemplo fue parroquia del obispado de Huesca, al pertenecer a Santa Engracia. Permaneció abierto al culto hasta la década de los 60. La dejadez hizo que los santos de su interior fueron testigos de su uso como cuadra de ganado, refugio de personas sin hogar o local de ensayo para grupos de música.

En 1971 HERALDO ya denunció el estado en el que se encontraba el edificio: "Rumia su abandono y su ruina, desde hace años". Fue entonces cuando San Fernando volvió a depender del Ejército, como lo había hecho desde finales del siglo XIX hasta 1933, fecha cuando se hizo cargo el Ministerio de Hacienda.

Estado de la iglesia de San Fernando en los años 70 del siglo pasado.
Estado de la iglesia de San Fernando en los años 70 del siglo pasado.
Luis Mompel | Archivo Heraldo

Como se puede comprobar en la búsqueda de hemeroteca, el estado de este templo ha sido noticia en más de una ocasión. Incluso se tachó de "abandono inaudito, una vergüenza ciudadana". La estampa que se definió en este diario era lamentable: convertido en un basurero, con los lienzos de Fray Manuel Bayeu hechos jirones. En las fotos que acompañaban a la información se podían ver travesaños de madera por los suelos, lo que puede desvelar en qué estado se encontraba la parte superior. De los cuadros del cuñado de Goya se desconoce el paradero, comunican fuentes de la parroquia, pero se conservan fotografías que revelan cómo eran esos retratos de San Hugo y Santa Rosa. No obstante, hace medio siglo se describieron como “destrozados e irrecuperables”.

Cuadros de Bayeu que sustituyeron los de su cuñado, Francisco de Goya.
Cuadros de Bayeu que sustituyeron los de su cuñado, Francisco de Goya.
Archivo Heraldo de Aragón

Mejor suerte corrió el lienzo de Manuel Aguirre que sustituyó al de Goya, ahora intacto. "Defensa lo enrolló y lo guardó tan bien que hasta 2002 no apareció. Tal vez se conserva al haber estado más en alto", sostiene el párroco.

En la actualidad el estado no es el mejor, de hecho, el padre Ángel indica que sería necesaria una restauración. "Se van haciendo chapucillas, pero hace falta una intervención seria como se hizo hace 40 años", pide Briz. "Lo más dañado son la cubierta y las criptas, en parte por las humedades que hay. Sería una cuestión de cuidarlo entre todos porque es el exponente del neoclásico, no solo de Zaragoza, sino de todo Aragón", que añade que algunos de los problemas han surgido a raíz de la borrasca Filomena del pasado enero.

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