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De las manos a los pies, el calzado artesano que empieza a caminar desde Zaragoza

En la capital aragonesa existen algunos talleres que fabrican zapatos, botas o sandalias de forma artesanal y que luego se venden en tiendas de la misma ciudad.

Los artesanos que fabrican zapatos cortan la piel sobre una plancha de zinc, rebajan los cantos, guarnecen las piezas, pegan la suela o los decoran con la habilidad de sus dedos. Continúan con la esencia heredada de sus antecesores en el oficio -familiares o no-, pero sin dejar de lado la innovación. Esa adaptación a las nuevas demandas de la sociedad la ofrecen tras el mostrador de sus propios comercios.

En las calles de las ciudades y pueblos no abundan los locales donde se fabrica calzado de forma artesanal. En Zaragoza, junto al puente de los Gitanos, se ubica un discreto taller, que desde la calle nadie diría que se trata de un templo para los pies. Pasados unos minutos de las 6.00, Anastasio Figueroa enciende la luz de su particular oficina y se pone su original uniforme, un delantal de piel. Esa esa la materia prima de su producción artesanal y el material que, como confiesa, le vuelve "loco". En una estantería se disponen decenas de piezas de piel de multitud de colores. Las que visten los zapatos por fuera son de ternera, mientras que para las partes interiores optan por el cerdo.

Se enamoró de la piel cuando era niño. "Mi padre era el zapatero de Ruanes, una aldea de la provincia de Cáceres. Él conocía todos los entresijos de la profesión y me enseñó el oficio de remendón", rememora Figueroa, que ya ha cumplido los 38 años en el gremio. Su progenitor falleció antes de que él saltara a la fabricación, un brinco que dio en 1998 tras años en una cadena de reparación, y que aprendió casi de forma "autodidacta". Desde entonces elabora sandalias, zapatos y botas junto a Nieves Genovés, esas que venden en la tienda de la calle de San Juan de la Cruz de la capital aragonesa y también a través de su página web.

Anastasio Figueroa muestra un par de zapatos artesanales.
Anastasio Figueroa muestra un par de zapatos artesanales.
Guillermo Mestre

"Por inquietud empecé haciendo alguna cosilla pequeña, como monederos o carteras, y la parte del calzado la comenzamos con sandalias y después añadimos las botas", relata este artesano. A la entrada de su taller se descubren las suelas para todos los tipos de calzado que elaboran. "Son de goma virgen", explica Anastasio, una característica que repercute en la calidad. Punteras, taloneras y otras piezas se despliegan sobre el banco de trabajo. Las paredes están decoradas con herramientas y con los troqueles de las plantillas. Nombres de ibones, valles, picos, sierras y otros parajes de Aragón, en especial del Pirineo, se apilan en una montaña de cajas. Son como cofres que custodian una preciada fórmula: los patrones ellos mismos han dibujado. "Una, dos, tres, cuatro… diez piezas tiene este zapato", cuenta Anastasio mientras esparce por la mesa varios recortes de cartón. "Nuestros zapatos y botas tienen nombre de rincones naturales por nuestro amor a estos enclaves", reconocen. Collarada, Góriz, Pineta, Bujaruelo, Guara, Gistaín, Marbore, Monte Oscuro o Moncayo dan nombre a estos zapatos. De este taller zaragozano pueden salir de cuatro a seis pares cada día, aunque depende del modelo, y su precio oscila entre los 100 y los 170 euros.

Las cajas con los patrones de los modelos de zapatos de D Cuero.
Las cajas con los patrones de los modelos de zapatos de D Cuero.
Guillermo Mestre

A pesar de que sigan un patrón, se puede hacer un zapato personalizado. La esencia del diseño no se modifica, pero se puede elegir la piel, si se tiene el empeine alto se puede fabricar sobre una horma especial, se venden zapatos de distinto número para personas que tienen un pie más grande que el otro o de diferente altura. Además, en algunos modelos ahora también se deja hueco para plantillas extraíbles, una tendencia cada vez más extendida y que han adaptado a su habitual trabajo.

"El zapatero ejemplar, tiene en el arte un lugar", dice un anónimo refrán. Anastasio no plasma su creatividad en un lienzo, ni en un tronco de madera, ni en un bloque de arcilla, su obra son pares de zapatos. Figueroa asegura que su enemigo es la rutina y que ser testigo del proceso de fabricación de un zapato regala "un sentimiento de gratitud".

Algunas zapaterías de la capital aragonesa ofrecen pares de zapatos, botas y sandalias fabricados y diseñados por ellos en la misma ciudad.
"Quedamos un ramillete de zapateros artesanales. Se puede contar con los dedos de una mano"

D Cuero era habitual en la Feria de Artesanía de la Comunidad de Madrid, pero la pandemia les deja este año en Zaragoza. Solían acudir con una muestra de sus trabajos al paseo de Recoletos, pero su fuerte son los encargos. "La gente los aprecia, lo que nos permite hacer camino", celebran ambos. No son frecuentes puestos como el suyo: "Quedamos un ramillete de zapateros artesanales. Se puede contar con los dedos de una mano, cuatro o cinco en todo el país". "Cuando no lo hagamos, el oficio se morirá con nosotros. No sé si somos una especie a proteger con ayudas, con apoyos... Yo me dedico a crear porque estoy dando un bien a la humanidad, por eso pienso que se nos debería tener un poco más en cuenta. Algunos aguantaremos, otros no", lamentan Nieves y Anastasio mientras dudan si le recomendarían el oficio a su hijo.

En el caso de Lorena Gasco y Javier Sánchez lo de los zapatos no les viene de familia. Son ingeniera química y geólogo, además de los padres de Ray Musgo, una marca de calzado aragonesa que camina desde hace cinco años por la senda de la ecología. A sus pies han caído rendidas Christina Rosenvinge o Luisa Gavasa, entre otras mujeres de España y otros países de Europa, porque desde su tienda de la calle de Pedro María Ric -antes en Aragonia- venden en Holanda o Bélgica.

Javier Sánchez y Lorena Gasco en su zapatería de la calle de Pedro María Ric.
Javier Sánchez y Lorena Gasco en su zapatería de la calle de Pedro María Ric.
Oliver Duch

"Nuestras pieles no tienen nada de cromo. Ese cromo 3 que llevan muchos materiales con el tiempo y con la oxidación de la luz puede pasar a cromo 6 y ser cancerígeno", explica Gasco, que apunta que sus pieles proceden de Gurrea de Gállego. Las suelas son de EcoTpu, las plantillas de varios materiales prensados -algodón, maíz y kenaf- y muchos de los tacones de madera reciclada. Además, las hebillas y las cremalleras no contienen níquel. La flexibilidad de estos zapatos le otorgan una comodidad que las clientas agradecen. "Vienen muchas señoras con juanetes, fascitis plantar o Neuroma de Morton, entre otros, y necesitan zapatos especiales con una piel muy suave. También utilizan plantillas, por lo que necesitan zapatos donde se puedan meter, incluso en las sandalias", coinciden ambos. "Nuestra clientela -ya fiel- nos repite que vuelven por la comodidad, pero la comodidad viene de que es todo natural", consideran en Ray Musgo.

"Se fabrican uno a uno, a la manera tradicional porque de otra forma no salía rentable"
Lorena Gasco, de Ray Musgo, explica cómo es el proceso de fabricación de su calzado.
Lorena Gasco, de Ray Musgo, explica cómo es el proceso de fabricación de su calzado.
Oliver Duch

"Se fabrican en Valdefierro, con un proceso muy artesanal", señala Lorena, que lo explica al detalle. Primero forran la horma de cinta de carrocero, dibujan el modelo teniendo en cuenta aspectos como la flexión del pie y después lo pegan sobre una superficie, así obtienen el patrón. El siguiente paso es convertirlo en piel. Se cortan las piezas, se viste la horma, se ajusta con alicates... "Se fabrican uno a uno, a la manera tradicional porque de otra forma no salía rentable. Somos analógicos", ríe Javier.

En los últimos años ha surgido una nueva oferta en el mercado, el llamado "calzado vegano". "Que no tenga procedencia animal no quiere decir que sea respetuoso con el medio ambiente, suele ser lo contrario. Si es de plástico y está fabricado al otro lado del planeta... ¿qué sostenibilidad hay?", cuestiona Sánchez.

Los zapatos fabricados en la ciudad de Zaragoza pueden fardar de ganar premios. En el caso de D Cuero por su diseño y en el de Ray Musgo por el trasfondo. Ambas empresas venden 'online', pero mantienen abiertos sus comercios de proximidad. "Después del confinamiento hemos notado más ventas por internet. Incluso nos llegan pedidos de la calle de al lado, cuando antes nunca había salido un pedido para Zaragoza", cuentan en Ray Musgo. Las dos firmas de zapateros trazan hilos entre el escaparate digital y el de siempre y, provengan de una saga de artesanos o no, consiguen dejar huella con su calzado

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