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Tenderos del Mercado Arzobispo Domenech de Zaragoza: "No falta género, solo clientes"

Los ciudadanos acuden con cuentagotas a los 12 puestos que hay en este establecimiento. Los comerciantes han extremado todas las precauciones para evitar contagios.

Elena Sánchez atiende a un cliente en su panadería del Mercado Arzobispo Domenech.
Elena Sánchez atiende a un cliente en su panadería del Mercado Arzobispo Domenech.
Oliver Duch

En la carnicería Cebamanos del Mercado Arzobispo Domenech de Zaragoza cuelga estos días un cartel en el que se lee 'Se cogen pedidos por teléfono de un día para otro' con dos números de teléfono. Sus dueños, al igual que el resto de los tenderos de los 12 puestos con los que cuenta este establecimiento comercial, han extremado las precauciones de seguridad y sanitarias para evitar posibles contagios ante el coronavirus. "En lo que llevamos de semana, el 80% del trabajo son pedidos por teléfono y whatsapp. Nos interesa que no haya aglomeraciones; más de dos personas no queremos que estén en el puesto. Y hemos limitado los horarios", explica Paco Cebamanos, tercera generación de una familia de carniceros, que vive con "respeto" la situación de excepcionalidad en la que nos encontramos. "No puedes dejar a la gente sin la opción de poder comprar", dice.

HERALDO se acerca a el Mercado Domenech para preguntar a los responsables de sus comercios por la crisis del coronavirus.

Este miércoles por la mañana, los clientes han ido llegando con cuentagotas a un mercado en el que, como todos los días, no falta ningún producto. Una escasa afluencia que nada tiene que ver con lo vivido el pasado fin de semana -en el que el Gobierno declaró el estado de alarma- cuando hubo una 'avalancha' de personas. "Acabamos con todo. La gente pensaba que no iba a haber abastecimiento. Ahora hay que esperar a que se les acabe el género para que vuelvan a comprar", afirma Andrés Marín, propietario de una pescadería desde hace 33 años, que ha visto cómo sus ventas han bajado un 80%. "Con la que está cayendo, estamos aguantando. No falta género, solo clientes. Los que sufrimos somos los pequeños comerciantes", añade.

También Andrés trabaja más sobre pedidos esta semana para tener el pescado preparado y que el cliente salga "corriendo". "Aunque hay gente de todas las edades, lo que predomina en este mercado son personas mayores. Se trata de que estén el menor tiempo exponiéndose. También vienen sus hijos a buscar los encargos", destaca.

Cada dos o tres días

Por su parte, Elena Sánchez, dueña de una panadería, asegura que los mayores del barrio están espaciando las compras. "Es gente que sale todos los días. Los hijos les insisten en que se queden en casa, pero vienen cada dos o tres días. Se cuidan mucho; vienen con su mascarilla y compran rápido", dice Elena, quien lleva una mascarilla que le ha regalado una clienta. Asimismo, se lamenta de que son días flojos de venta. "Mucha gente no sabe si estamos abiertos y nos llaman por teléfono. Funcionamos como siempre, tomando todas las precauciones que podemos y hemos tenido género todos los días".

"La gente mayor está espaciando las compras. Vienen cada dos o tres días" 

En su frutería, David Sanz ha colgado un cartel avisando a sus clientes que por higiene ante el virus pague con tarjeta. Para este joven hoy es un miércoles más de trabajo. "La vida es la de todos los días. No hay problemas a la hora de comprar. La afluencia es baja, pero es lógico por el bum del fin de semana. La gente se volvió loca cargando más de lo necesario", reconoce. Lo que sí le inquieta es cómo puede evolucionar la situación ya que todo el dinero que tenía lo ha invertido en este negocio. "Estoy asustado. No se sabe lo que va a suceder, si va a llegar un punto en el que se va a tener que cerrar. Hace poco que me he quedado con este puesto y estoy recuperando la inversión inicial. Los gastos son los mismos y, al tener menos afluencia, bajan las ventas", subraya.

"La gente tiene miedo"

Mientras, Ana Ortega, que regenta una frutería junto a su marido Andrés Cebollada, asegura que si por ella fuera se quedaría en casa. "Como la gran mayoría de la gente, estamos preocupados por el contagio que hay. Quien no lo está es un inconsciente. No hay mascarillas ni camas en los hospitales ni oxígeno para todos. Tenemos menos clientela. La gente tiene miedo, pero no puedes cerrar. Y no ha faltado de nada", comenta.

"Como la gran mayoría de la gente, estamos preocupados por el contagio que hay"

Ana y Andrés también han colocado un cartel y una línea de separación en el suelo para recordar al cliente que mantenga la distancia de un metro. "No les dejamos tocar nada de género. La mayoría llama para hacernos el pedido, se lo preparamos, vienen y se lo llevan en el carro sin tener ningún contacto. Con los repartos, el chico los deja en la puerta de los domicilios y lleva ya los cambios. Suele ser gente mayor o con niños. A las abuelas les decimos que no bajen al mercado", explica.

Leoncio Cebamanos, que tiene una charcutería desde los años setenta, espera que el estado de alarma en el que nos encontramos no se alargue. "El negocio de los mercados de barrio va bajando año tras año. Con esta situación, si vendes menos tenemos menos ingresos. Yo ya no abro por las tardes", indica.

Por su parte, Angelines Urbón, dueña de un negocio de venta de pollos, huevos y caza menor desde hace 40 años, sí que apunta que a ella le han mandado menos género estos días mientras atiende a los clientes, que llegan de forma escalonada. "Vienen sabiendo lo que hacen. Saldremos de esta", afirma rotunda. En el caso de Elena Sánchez, vecina de puesto, prefiere no pensar mucho. "Salir de casa tiene su factor de riesgo".

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