Carlos Saura, una infancia junto al Coso de Huesca con el recuerdo del cine mudo y las trincheras

Carlos Saura pasó veranos enteros en la capital oscense, a la cual volvía a menudo, primero por su madre y después por su vinculación al Festival de Cine.

En junio de 2021 el cineasta entregó el Premio Ciudad de Huesca Carlos Saura al director mexicano Michel Rodríguez
En junio de 2021 el cineasta entregó el Premio Ciudad de Huesca Carlos Saura al director mexicano Michel Rodríguez
Rafael Gobantes

Carlos Saura Atarés nació el 4 de enero de 1932 en el número 2 de la calle Padre Huesca, vía perpendicular al Coso Bajo de la ciudad y que propició que el cineasta bromeara en alguna ocasión cementando que era "oscense al cuadrado". Fue el tercero de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio formado por Antonio Saura, funcionario del Ministerio de Hacienda, y Fermina Atarés, excelente pianista. Antes que él vinieron al mundo María Pilar y Antonio (el famoso pintor) y después, Ángeles.

A Carlos Saura nunca le gustó mucho hablar de su infancia, marcada por la Guerra Civil. En algunas entrevistas reconoció que esa época no fue la mejor de su vida, tampoco la peor, pero él jamás la idealizó, como se puede ver reflejado en algunas de sus películas. Sí relató que muchas mañanas se despertaba escuchando las escalas de su madre al piano y que, tal vez por ello, la música era muy importante en día a día.

En 1936, cuando él tenía 4 años, la familia se trasladó a Madrid. Allí, un tío suyo que era cura y que vivía refugiado en su casa, le enseñó a leer. En 1938 los Saura Atarés marcharon a Valencia y más tarde a Barcelona, siguiendo al gobierno de la República. Los recuerdos de su primera infancia eran borrosos y escasos. Pero si contó en alguna ocasión que cuando terminó la guerra un tío suyo los fue a buscar a Barcelona y les llevó alimentos desde Huesca. Su padre estuvo entonces a punto de morir de inanición. 

En 1939, al terminar la guerra los dos hijos varones fueron enviados de nuevo a su ciudad natal, donde Carlos hizo la primera comunión junto a su hermano Antonio, nacido en 1930. No hace mucho que el director de cine aseguró que recordaba ese regreso como "doloroso", asociado en su memoria a "un mundo hosti"».  

Jugar en los refugios 

En el libro ‘Carlos Saura’, escrito por Alberto Sánchez Millán en 1991, el protagonista recordaba aquella época con cariño, pero rodeada de "un ambiente muy triste, con pocas luces, poca gente por la calle". "Todo el mundo se reunía en el Coso, que hacía de calle Mayor", le relató. Además, le confesó que los mejores recuerdos se centraban en el colegio San Viator, «donde todavía existían restos de la guerra, como en casi todos los demás colegios, en los que había refugios subterráneos o trincheras».

«Allí jugábamos entre luces amarillentas y tenues», contó regresando al antiguo palacio de Villahermosa. Cada jueves, en el colegio se proyectaban películas de cine mudo como ‘Fantomas’, ‘Ojos misteriosos de Londres’. Saura vivía con su familia materna, «en una atmósfera de velas e inciensos donde la religión era un espacio importante cada día», recordó cuando recibió el Premio Aragón 2000 en Zaragoza.

En 1941 volvió a Madrid y comenzó a estudiar el bachillerato en Getafe. En aquella época, en la que hacía frecuentes viajes a Huesca, empezó a acudir a menudo al cine. "Pero no era una afición loca sino una afición como la de todos los niños", reconoció. Sí lo atrapó la fotografía, desde la adolescencia hasta el último momento. En su casa, en la sierra de Madrid, había decenas de cámaras y en sus numerosas visitas a Huesca siempre llevaba una colgada al cuello. Su vena fotográfica y los consejos de su hermano Antonio lo animaron a dejar los estudios de Ingeniería Industrial y a inscribirse en la Escuela Oficial de Cine. Ahí eclosionó el artista.

Además de realizador, fue escritor y fotógrafo. De esta pasión queda un álbum de familia que se inició en 1947, cuando Antonio yacía en la cama aquejado de tuberculosis ósea, y que finalizó unos meses antes de la muerte de este, en 1998. Las imágenes reflejan la unión de los cuatro hijos de Antonio y Fermina. 

Carlos Saura nunca dejó de ir a Huesca, ciudad en la que pasó veranos enteros y a la que llevaba a menudo a su madre, que no estaba cómoda en Madrid. Los viajes no cesaron con los años. En las últimas dos décadas, su presencia en la capital oscense casi dejó de sorprender. 

En 1991 recibió el primer Premio Ciudad de Huesca del Festival Internacional de Cine, que desde 2018 se denomina además Carlos Saura. En 2019 se dio su nombre al auditorio del Palacio de Congresos. Su vinculación con la ciudad y con el cine se ha plasmado en diferentes reconocimientos, siempre recibidos con la intención de no jubilarse nunca. 

En su última visita, en junio de 2021 para entregar el premio Carlos Saura al mexicano Michel Franco, manifestó su deseo de vivir 100 años, como la protagonista de una de sus películas. Él consideraba que todavía le quedaban muchas cosas por hacer, muchas experiencias por habitar... Desde la Diputación Provincial de Huesca se había contactado hace unos días con su familia para invitarlo a un acto de homenaje al mural ‘Elegía’, que pintó su hermano. No ha podido ser.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión