CINE. OCIO Y CULTURA

Carlos Saura, el mago de la imagen, abraza su Goya de Honor para toda la eternidad

El realizador oscense, fallecido a los 91 años en vísperas de la ceremonia de los Goya de 2023, ha sido fotógrafo, escritor, pintor y un poeta visual

Antonio Saura, director de cine / 03-10-2016 / Foto: José Miguel Marco[[[HA ARCHIVO]]]
Carlos Saura, el mago absoluto de la imagen, con la cámara al cuello. Su imagen más constante, aunque ah´qi de una serenidad poco frecuente en un hiperactivo como él era.
José Miguel Marco.

A Carlos Saura no le gustaba mucho hablar del pasado. Ya nonagenario solía decir que solo tenía futuro. Y en ese futuro veía una película sobre García Lorca, una serie aplazada de Picasso, otra película sobre Felipe II, cientos de fotos y dibujos, novelas y guiones.

Era un hiperactivo que intentaba burlar a la muerte, que, al final, le ha sorprendido recién cumplidos los 91 años. Casi el día que la Academia de Cine le iba a dar el Premio Goya de Honor: no se le dio en la ceremonia de Sevilla pero sí se lo llevaron a su casa de Collado Mediano, el laberinto del artista, su auténtica isla del tesoro. Nacido en Huesca en 1932, Carlos Saura Atarés vivió la Guerra Civil desde muy cerca, en Huesca, en Madrid, en Valencia y en Barcelona, y siempre conservó imágenes indelebles y a la vez un tanto difusas, como narró en su novela ‘Esa luz’, inspirada entre otras cosas en el fugaz y literario noviazgo de Ramón J. Sender y su madre Fermina Atarés y en una luz taciturna en plena contienda; esa pieza fue, antes que nada, un boceto de guión para una película que al final no hizo. Recordaba que ese título había vendido 18.000 ejemplares. También recordaba su pasión por una tía joven y bella, María Luz, a la que le veía las piernas bajo la mesa camilla, ante el brasero, y aquel relato del abuelo que se enamoró de una empleada de su chocolatería y se marchó a Barcelona con una mujer joven. "Su nombre fue borrado sistemáticamente de la familia", recordaba el cineasta.

Carlos Saura, que iba para ingeniero industrial, hizo bastantes cosas antes de dedicarse a su principal ocupación: el cine. Fue fotógrafo profesional en los festivales de música de Granada, fotorreportero de la España de los 50 y era un auténtico enamorado de la música, especialmente del flamenco. Además de fotógrafo, fue aprendiz de pintor, actividad que no dejó nunca, igual que la literatura. Saura, en el estudio de su casa de Collado Mediano, atesoraba alrededor de 700 cámaras y todos los días hace fotos (durante años, su modelo favorita fue Anna Saura, también productora: la hija que ha tenido con su pareja Eulalia Ramón, también fotógrafa), y no solo eso. Saura las seleccionaba, las editaba, las imprimía y a algunas las pintaba. Y solía decir que “mi familia ya se ha cansado de mi obsesión por los retratos”.

También recordaba su pasión por una tía joven y bella, a la que le veía las piernas bajo la mesa camilla, ante el brasero, y aquel relato del abuelo que se enamoró y se marchó a Barcelona con una mujer joven

Si al principio trabajaba con una Leica analógica, luego se inclinó por “las digitales porque me gustan mucho las impresoras, el retocado, el trabajo en photoshop, la rapidez. Soy un experto en photoshop”. También confesaba algo más: “La fotografía ha significado una verdadera revolución de la vida (…) Tiene esa cosa misteriosa que me intriga: tiene la virtud de convertir el presente en pasado de inmediato”. Su hermano Antonio era uno de sus modelos favoritos. Un lustro después de su muerte decía a HERALDO: “Admiraba en él que fuese capaz de hacer tantas cosas diferentes: pintaba, ilustraba, era un obseso del dibujo, y escribía muy bien. En los últimos años nos llevábamos mejor que nunca: trabajábamos juntos y nos divertíamos”. Y hacían, en Madrid o en Cuenca, sus famosos ‘fotosaurios’.

Autorretrato, entre espejos, del gran fotógrafo Carlos Saura.
Autorretrato, entre espejos, del gran fotógrafo Carlos Saura.
Carlos Saura.

Solía recordar que a veces la pianista zaragozana Pilar Bayona iba a su casa y tocaba el piano con su madre. Y decía que ese era para él un instante mágico: le encantaba oír el piano a cuatro manos desde su estudio, la habitación de su hermano Antonio o desde el jardín. Debutó en el largometraje en 1959 con ‘Los golfos’ y desde entonces su carrera no ha tenido descanso. Confirmó su personalidad con ‘Llanto por un bandido’ (1973) y ‘La caza’ (1967), un demoledor retrato de la España franquista. Siempre confesó cuánto le influyó ver ‘Las Hurdes. Tierra sin pan’ de Luis Buñuel; luego hizo un viaje a Cuenca con el cineasta calandino; en un determinado momento pararon el coche y Buñuel miró el paisaje y recordó su juventud con los ojos empapados en lágrimas.

El cineasta Carlos Saura hizo de todo: cine social, cine poético y político, con un trasfondo calderoniano, cine histórico y de aventuras, cine de delincuentes, cine de evocación familiar, cine vinculado a la Guerra Civil, donde destaca ‘Ay, Carmela’ (que logró trece Goyas, dos para el propio Saura), biografías y, ante todo, actualizó el cine musical, donde tocó un montón de disciplinas o estilos: el flamenco, el tango, el fado, la jota, la música mexicana, hasta la ópera. Fue un trabajador incansable, que colaboró con el guionista Rafael Azcona y con el productor Elías Querejeta. Durante algunos años, con su compañera Geraldine Chaplin, viajaba por el mundo en una furgoneta. Y en ella vinieron a Calanda a rodar ‘Pepermint Frappé’ (1967) en una Semana Santa en la que andaba por allí también otro cineasta turolense, ‘el maldito’ José Antonio Maenza.

Tenía 91 años y hoy iba a recibir el premio Goya de Honor en Sevilla

Agustín Sánchez Vidal ha sido uno de los grandes amigos y colaboradores del autor de ‘Pajarico’ (1997). Y también ha sido su biógrafo. Colaboraron en el guión de ‘Buñuel y la mesa del rey Salomón’. Hace poco, con motivo de su cumpleaños, lo retrataba así para HERALDO: «Carlos Saura representa para el cine español un proceso de depuración, una mirada moderna que él tenía educada en la fotografía internacional de finales de los años 1950 y principios de los 60. Eso se ve muy bien en ‘La caza’, que tiene una planificación y un empleo de la luz y las ópticas de la cámara que suponen un punto y aparte en el cine español”, decía el autor de ‘Quijote Welles’ y ‘Sol y sombra’.

Una de las fotos de 'El Rastro de Madrid' del fotógrafo y cineasta oscense.
Una de las fotos de 'El Rastro de Madrid' del fotógrafo y cineasta oscense.
Carlos Saura.

Agregaba el autor de dos monografías suyas, una en la CAI y otra en el Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg (el editor Hans Meinke era un gran amigo de ambos): “E, inmediatamente, sin insistir en ese registro ‘realista’, se lanza a explorar otro mucho más complejo, esa mezcla insólita de ‘Peppermint frappé’, donde incorpora las esquizofrenias del proceso de desarrollismo de los años 1960, el incipiente ‘pop’ español, la estética del grupo El Paso y el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, el Hitchcock de ‘Vértigo’, el Buñuel que mezcla los distintos niveles de realidad…»

“El cine es una aventura, y así lo vivo. Y la literatura, y la fotografía, y la pintura. A mí me gusta siempre ir más allá. Improviso mucho en los rodajes, cambio cosas, no tengo ningún respeto a los guiones"

Carlos Saura, amante de la novela policíaca y enamorado de la obra teatral ‘El gran teatro del mundo’ de Calderón de la Barca, era discípulo de Buñuel y quizá de Florián Rey en la asimilación de una poderosa cultura española y aragonesa. “Luego retoma las tradiciones culturales secuestradas por el franquismo y les da la vuelta, como en esa especie de retablo entre El Bosco y Calderón que es ‘El jardín de las delicias’. Hasta rematar en esa obra maestra que es ‘La prima Angélica’, o la complejidad polifónica de ‘Elisa, vida mía’. Y cuando ya parecía encasillado en esa línea críptica y plagada de alegorías y símbolos, reinventa el flamenco y el musical alternativo al hegemónico norteamericano», matizaba Agustín.

Aún fue más allá. No hizo ascos al ‘biopic’ personalísimo y muy libre. A Carlos Saura le interesaban sobre todo el embrujo de las imágenes. "Por si eso fuera poco, tantea una serie de ensayos fílmicos sobre algunos de los más complejos universos creativos en sus respectivas noches oscuras, como el de San Juan de la Cruz, Buñuel, Goya, Lorenzo da Ponte…", agregaba Sánchez Vidal. En 2021, entre otras cosas, rodó ‘Goya. 3 de mayo’ por iniciativa de Aragón TV y la DGA; ‘Rosa Rosae’, con la canción de Labordeta de fondo, y la película sobre la música mexicana, ‘El rey de todo el mundo’. Y poco antes de irse, estrenó ‘Las paredes hablan’, un viaje por el arte desde la pintura rupestre hasta el arte de vanguardia con su particular formar de entender la creación artística, ebria de hallazgos y de sugerencias.

Carlos Saura nunca se desconectó de Aragón. Expuso en los principales espacios de la ciudad y de la Comunidad Autónoma y recibió galardones por doquier. Más de una vez se impacientaba cuando le entregaban los trofeos al final y adornaban la gala con música norteamericana. “¿Y por qué no se canta una jota, que es nuestra música y es tan bonita?”, dijo en alguna ocasión. Hizo fotos de carácter social en los años 50; posteriormente dedicó una espléndida monografía al rastro de Madrid y recopiló sus retratos de ‘Flamenco’ en un volumen. Prensas de la Universidad de Zaragoza le publicó su libro ‘Aragón’. Y expuso, entre otros lugares, en la FNAC, la Lonja y el Festival de Cine de Huesca, bajo la coordinación de Chus Tudelilla, le dedicó una gran exposición en el CDAN.

La familia Saura en la playa de Santander en los 50. Carlos Saura es el joven de blanco que está a la derecha.
La familia Saura en la playa de Santander en 1954. Carlos Saura es el joven de blanco que está a la derecha.
Carlos Saura.

Era indómito hasta consigo mismo: “El cine es una aventura, y así lo vivo. Y la literatura, y la fotografía, y la pintura. A mí me gusta siempre ir más allá. Improviso mucho en los rodajes, cambio cosas, no tengo ningún respeto a los guiones, no respeto ni mis guiones, y ahí tiene un ejemplo: se han publicado algunos y les he añadido algunas cosas. No respeto el guión original, lo haya hecho otro, Rafael Azcona o Ray Loriga, o yo”, decía.

En la intimidad revelaba que había sido un amante del amor y de la mujer, pero que no había sido promiscuo: “Me he entregado a cada una de mis mujeres en exclusiva mientras nos duró el amor. Si estaba enamorado solo había una mujer en mi vida”

En la intimidad revelaba que había sido un amante del amor y de la mujer, pero que no había sido promiscuo: “Me he entregado a cada una de mis mujeres en exclusiva mientras nos duró el amor. Si estaba enamorado solo había una mujer en mi vida”, nos decía en Calaceite hace pocos años. Este asunto, y los siete hijos que tuvo con sus cuatro mujeres, fue el elemento central del documental ‘Saura’s’ de Félix Viscarret, todo un juego de espejos de la existencia, la obra y la mirada paternal del hombre que acaba de irse con un inmenso amor a la creación, al placer, a la belleza y al humor. Ahora, edificará el futuro a su capricho, y llevará entre las sombras una cámara fotográfica colgada del cuello. Como siempre.

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