cine. ocio y cultura

Saura, el fotógrafo alucinado que nunca dejó de mirar

El director de 'Ay, Carmela' o 'La prima angélica' jamás abandonó su condición de retratista: tenía más de 600 cámaras y jamás abandonó esa pasión

Carlos Saura en una de sus actividades favoritas: la lectura.
Carlos Saura en una de sus actividades favoritas: la lectura.
Miguel Sebastián.

ZARAGOZA. "La fotografía quizá sea el mundo que mejor conozco: ha significado una verdadera revolución de la vida", dijo Carlos Saura, el eterno adolescente que solo creía en el porvenir. La fotografía fue su primera pasión, y la ejerció con su Leica en el núcleo de la intimidad, en sus viajes por España y en los festivales de música de Granada. Desde mediados los años 50, cuando estudiaba ingeniería y veía a su hermano Antonio postrado en la cama, se aficionó a las cámaras. En su casa de Collado Mediano tenía un salón inmenso que era su estudio y su almacén de cámaras –poseía más de 600, analógicas y digitales; adoraba las más sofisticadas–; también era el lugar cuyas paredes hablan con esos álbumes improvisados de retratos, recuerdos de rodajes, impresiones con amigos, fotosaurios, etc.

Carlos Saura jamás abandonó la foto. Realizó varios libros: uno, impresionante, sobre ‘El Rastro de Madrid’ (2003), en los años 60, inspirado en el libro de Ramón Gómez de la Serna. Otro de reportajes de pueblos castellanos, que se expuso en el Paraninfo; otro, increíble, ‘Flamenco’, que eran las fotos azarosas que tomó en sus primeras películas musicales: ‘El amor brujo’, ‘Bodas de sangre’ y ‘Carmen’. Ese libro de Círculo de Lectores le hizo decir a su amigo, biógrafo y colaborador Sánchez Vidal: "Es el mejor retratista de España". Aquella serie es fantástica.

Saura iba siempre con una cámara al cuello, y el alquimista del cine que era siempre tomaba fotos, antes de que a él otros le arrebatasen su vitalidad, la ilusión inmarcesible y sus ojos inmensos que tenían la facultad de "convertir el presente en pasado de inmediato".

Entre otros libros y títulos, publicó su visión de ‘Aragón’ (2018), en las PUZ, que expuso en el museo Pablo Serrano. Saura iba siempre con una cámara al cuello, y el alquimista del cine que era –el hombre que partió del realismo, hizo poesía de la memoria, y asumió la huella teatral y mágica de Calderón antes de zambullirse en la música– siempre tomaba fotos, antes de que a él otros le arrebatasen su vitalidad, la ilusión inmarcesible y sus ojos inmensos que tenían la facultad de "convertir el presente en pasado de inmediato". Aún publicó una novela, ‘Ausencias’ (Laborinto, 2017), basada en Diane Arbus. «Me encanta la fotografía de esta mujer que se suicidó de manera horrible cuando estaba en la cumbre», dijo.

Una de las cuidadas imágenes de 'Flamenco' del autor aragonés.
Una de las cuidadas imágenes de 'Flamenco' del autor aragonés.
Carlos Saura.
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