patrimonio

Los custodios de la corona de resplandores

La trastienda de la Ofrenda de flores involucra a cientos –sino miles– de trabajadores y voluntarios. En el taller de Herrería del Ayuntamiento, donde se custodia la Imagen que hoy preside la plaza del Pilar, lo saben bien.

El maestro herrero Alberto Clos repasa la gran Virgen que el 12 de octubre preside la plaza del Pilar.
El maestro herrero Alberto Clos repasa la gran Virgen que el 12 de octubre preside la plaza del Pilar.
Oliver Duch

La preparación de la Ofrenda no es cosa de un día ni de dos. Ni siquiera de tres o cuatro semanas o meses. Hay quienes mientras montan la estructura de la Virgen ya piensan en las mejores para las siguientes ediciones, pues se trata de un acto tan multitudinario –el mayor de la ciudad que involucra a miles de personas, muchas ellas tan importantes como invisibles. Podría hacerse un repaso de las astronómicas cifras que mueve la Ofrenda (cada 12 de octubre trabajaban más de 110 jardineros y 70 personas de las brigadas municipales solo en la plaza del Pilar), pero hay un dato que glosa todos estos esfuerzos: de los 2.000 oferentes originarios en el año 1958 se ha dado el salto a los casi 400.000 actuales, a los que hay que sumar también ofrendas aéreas, fluviales, virtuales…

En uno de los espacios de las naves municipales de Cogullada, por donde asoman el castillo de Herodes del Belén y las carrozas del Carnaval, se custodia la voluminosa imagen de la Virgen del Pilar que hoy preside el corazón de la ciudad. Construida en fibra de poliéster, pesa 15 kilos y mide 1,43 metros. Los días previos a la Ofrenda se le retiran las mantas y plásticos con los que se custodia durante todo el año y se limpia, cuida, mima y restaura la imagen con devoción. Los resplandores de la corona –cuentan– es lo más vulnerable, pero «todo está diseñado de tal modo que, incluso durante su transporte y colocación, que se lleva a cabo con sirgas, no se pueda dañar», explica Eloísa Murillo, jefa de las brigadas municipales. «La escenografía de la Ofrenda, tal y como hoy la conocemos, data de 1998, cuando el arquitecto técnico Francisco Martín Barea ideó un sistema para que la Virgen dejara de estar pegada a la fachada de la basílica y se trasladara al centro de la plaza», comenta Murillo.

Esta ha sido la mayor «revolución» hasta la fecha y tuvo su origen en una propuesta del cineasta Bigas Luna, quien se propuso ganar más de 20 metros de manto floral a cada lado de la Virgen y que los millones de flores se pudieran ver desde todos los ángulos de la plaza. Los veteranos recuerdan que la idea original del creador de ‘la trilogía ibérica’ era hacer un manto octogonal, pero –aunque se ha podido ver bocetos y se ha tratado el tema en distintas mesas de trabajo– aquella propuesta, de momento, continúa a la espera...

«A la hora de confeccionar, arreglar y poner en pie la estructura de la Virgen colabora el personal de Arquitectura, pero también de muy diversos talleres: de pintura, mecánico, parque de tracción y, sobre todo, de herrería porque casi todo es metálico», continúa Murillo. En paralelo a la intimidad de los trabajos en las naves de Cogullada, en la plaza del Pilar se va montando un enjambre de vallas y andamiajes (son 40 toneladas de andamio tubular), que aguarda la Imagen. La estructura de barandillas, plataformas, vallas y escaleras es de propiedad municipal y el Consistorio tan solo contrata a los operarios precisos para poner en pie una pirámide de 25 metros de largo y 16 de ancho. Cuentan los operarios –la empresa Altay ha sido los últimos años la encargada– que montar los seis niveles del soporte es más complejo de lo que parece pues requiere retranquear, cuadrar, nivelar, ‘diagonalizar’…

En los talleres de herrería de las brigadas municipales se repasa con soldadura los puntos del manto metálico sobre el que se coloca la Cruz de Lorena.
En los talleres de herrería de las brigadas municipales se repasa con soldadura los puntos del manto metálico sobre el que se coloca la Cruz de Lorena.
Oliver Duch

Sentimiento y emoción

«El sistema se ha ido perfeccionando con los años. Es importante tener una estructura sólida porque llega a soportar 4.900 kilos de flor mojada», dice Murillo, junto a otros trabajadores de las brigadas, a quienes hace «mucha ilusión tener a la Virgen custodiada aquí, en nuestros almacenes». «Hay mucho sentimiento y emoción, es un símbolo de la ciudad», afirman, al tiempo que reconocen que más de un cachirulo y alguna cinta del Pilar se ha pasado junto a la Imagen. El taller de herrería lo componen nueve personas, más el maestro, Luis Alberto Clos Sancho, que también es ‘pinchador’, esto es, uno de los voluntarios que recogen las flores el día de la Ofrenda y las coloca (tirando de los ramos por entre las ranuras) en el manto más próximo a la Virgen. Clos repasaba hace unos días el metal de la corona de resplandores, que es lo que más luce cuando la Virgen está presidiendo la plaza. Tiene un diámetro de 2,64 metros, como para no brillar...

Cuando se habla de organización de la Ofrenda, a los técnicos municipales les viene a la mente dos nombres, los de Javier Ramírez y Gonzalo Cuchi, que durante muchas décadas han cargado con la responsabilidad de que todo fluyera sin contratiempos. Ambos están ya jubilados, pero no por ello dejan de participar en el acto central de las fiestas. De hecho, Ramírez vuelve a vestirse de baturro y ayuda a sus compañeros a recoger la Cruz de Lorena y las distintas flores del público. Otro clásico de la cita es el ‘speaker’ Luis Miguel Carod, es decir, la voz de la Ofrenda, que durante más de un cuarto de siglo ha ido diciendo por megafonía aquello de «se incorpora a la Ofrenda...» seguido de la representación de un pueblo, por ejemplo, Moneva del que él es oriundo.

Luis Miguel, la voz del Día del Pilar

Todos los profesionales tuvieron que ir adaptando a lo largo de los años su trabajo a las distintas variaciones y escenografías que ha adquirido la Ofrenda. Los más veteranos –jubilados ya– recuerdan que la primera se celebró en el año 1958 y, «con el visto bueno del alcalde Gómez Laguna, el Ayuntamiento compró y regaló miles de claveles a los 2.000 oferentes que se dieron cita para que se los llevaran a la Virgen. En la fachada principal se colocó una réplica de la Virgen, obra del escultor Francisco Rallo, y el recorrido partió de la plaza de los Sitios, pasó por el Coso y la calle de Alfonso I hasta llegar a la plaza», rememoran.

Cambios de ida y vuelta

Este fue el tipo de Ofrenda que se fue agrandando en los años siguientes, sobre todo, impulsada por haber sido también el primer acto «de provincias» retransmitido en directo por Televisión Española. Más y más flores, más y más oferentes, más y más repercusión mediática logró la Ofrenda hasta el punto que en 1965 la celebración fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. Siempre con la intención de hacer del acto central de las fiestas «más vistoso y con mayor relumbrón», en 65 años de tradición también se han procurado algunos cambios que no han llegado a cuajar del todo.

Una novedad que obligó a dar una vuelta a las planificaciones habituales fue la ideas de crear una escalera metálica detrás de la estructura por la que los zaragozanos pudieran ascender para hacer una foto junto a la Patrona, el manto ya repleto de claveles y la perspectiva de la plaza. Esta sugerencia, de los tiempos en los que el socialista Jerónimo Blasco era concejal de Cultura, se hizo realidad en 2013, pero apenas se repitió en un par de ocasiones, antes de que el Consistorio decidiera prescindir de la plataforma que daba más problemas que buenas instantáneas (muchos aún recordarán las filas y las reservas previas) y que restaba espacio para colocar cientos de miles de flores.

«Yo recuerdo cuando en 2012 se estrenó una alternancia de colores de los claveles y gladiolos en el manto más próximo a la Virgen», dice Carolina Buisán, que a sus 44 años no ha faltado a una sola Ofrenda. «Una de las más sentidas, creo que fue la improvisada y espontánea que se llevó a cabo en plena pandemia: cuando –con el acto oficial suspendido– algunos oferentes se acercaron al crismón de la basílica original y la escultura de la Venida de Pablo Serrano para depositar un puñado de ramos», concluye.

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