La Ofrenda a la Virgen, un río de pasos y flores desde 1958

Una tradición no tan antigua que arraigó y florece cada 12 de octubre como símbolo de convivencia y devoción

Oferentes en 1970
Oferentes en 1970
Archivo Heraldo

Flor a flor, el 12 de octubre se teje en torno a la Virgen del Pilar un manto colectivo. El acto más característico de las fiestas, si las pandemias y las inclemencias del tiempo lo permiten, bate récord de asistencia cada año. Este año, hay más de 800 grupos inscritos.

Clásica y siempre renovada por nuevos participantes, la Ofrenda de Flores, aunque hunde sus raíces en una devoción de siglos, es mucho más joven: tiene poco más de sesenta años y le gana en antigüedad la Ofrenda de Frutos, que salió por primera vez en 1949. Nunca habían faltado flores en el Camarín de la Virgen ni ofrendas florales a menor escala, pero es en 1958 cuando cuaja la idea de dar forma a un acto popular, inspirado en el modelo de la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados de Valencia. 

Era alcalde de Zaragoza Luis Gómez Laguna, y el concejal Manuel Rodeles Giménez impulsó una celebración en la que se animó a participar a todos los barrios. 

A la buena respuesta ciudadana se unió el éxito mediático. Por primera vez, Televisión Española retransmitía en directo un acto celebrado fuera de Madrid. Había nacido un sentido acontecimiento que, desde entonces, no ha hecho más que crecer y abrirse a la participación. Con unos 2.000 oferentes como punto de partida, en 1984 se rebasaría para siempre la frontera de los cientos de miles. Por añadidura, tras la estela de la Ofrenda zaragozana, localidades como Fréscano, Maluenda, Calanda o Fraga expresan también con flores su devoción pilarista.

Al mismo ritmo que la sociedad, la Ofrenda ha ido evolucionando hasta convertirse también en símbolo de convivencia, capaz de reunir, con la misma emoción y sentimiento, a aragoneses y forasteros, más creyentes o menos.

Los trajes, música y bailes que rodean este acto masivo muestran el folclore de tantos pueblos que quieren verse representados, con estrecho vínculo con los países latinoamericanos. Desde finales de los años ochenta, a la par que se incorporan nuevos vecinos inmigrantes, la Ofrenda se internacionaliza aún más, como reflejo de una sociedad aragonesa abierta.

En 2021, accesos a la Ofrenda de Flores desde el otro lado del Ebro y mascarillas
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Sorteo y madrugón

Lucía el sol y soplaba el cierzo la mañana de 12 de octubre de 1958 cuando, a las 12 en punto, salían de la plaza de los Sitios, hacia el paseo de la Independencia, para cruzar el Coso y enfilar la calle de Alfonso, los primeros oferentes. El Ayuntamiento les había repartido ramos de claveles gratis, como seguiría haciendo hasta 1986. El aumento incesante del número de participantes ha convertido la Ofrenda en un reto logístico. En los años ochenta se implantó el sorteo por grupos, que este año inician el recorrido a las 6.45 de la mañana. Las obras de Independencia cambiaron por primera vez en 2002 el recorrido oficial. En 2020 hubo que reinventar la Ofrenda a golpe de ‘clic’ y en 2021 se retomó, reducida, con accesos desde el otro lado del Ebro y mascarillas.

La Ofrenda de Flores en 1959, un año después de su creación
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Niños y señoritas

“Niños hasta los 10 años; niñas de todas las edades; señoritas de todos los sectores de la ciudad y barrios rurales, y señoritas representantes de distintas provincias españolas y casas regionales. Todos ellos deberán vestir el traje regional correspondiente”. Las primeras ofrendas de flores delimitaban claramente en su normativa quiénes podían participar. Con el tiempo, se irían incorporando los hombres, al principio con el cometido de portear las canastillas. Actualmente, es habitual acudir en familia. En 1970 depositaron sus flores ante la Virgen los infantes Elena, Cristina y Felipe, de la mano de sus padres, los Príncipes de España. En 1959 y años posteriores, se lanzaron pétalos desde avionetas y helicópteros. Los F-18 de Ejército del Aire sobrevuelan veloces cada año la plaza del Pilar. 

El 11 de octubre, emocionante elevación de la imagen de la Virgen a lo alto de la estructura de la Ofrenda de Flores
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Las bambalinas del gran día

La fachada principal de la basílica del Pilar fue el marco de la Ofrenda durante los primeros 40 años. En un espacio reducido, con tres grandes escalones, que se iría ampliando para dar cabida a más ramos y canastillas. Una imagen de la Virgen en escayola patinada, obra del escultor Francisco Rallo, recibía las flores ante el hueco que, desde 1969, albergaría el retablo de Pablo Serrano. En 1998, ya con la plaza remodelada, el cineasta Bigas Luna propuso resituar el escenario y construir una estructura piramidal de aluminio que hace sentir a todos que sus flores están en el manto, junto a la Virgen. Un gran montaje que culmina el 11 de octubre con la emocionante elevación de la imagen, fabricada en resina de poliéster para soportar las inclemencias del tiempo, por una grúa.

Jardineros colocando flores en el manto durante la Ofrenda de Flores en 2019
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En flor

Claveles, muchos claveles, incluso importados desde Colombia o Ecuador. También gladiolos. Y margaritas, rosas, aromáticas... Ahora, incluso flores virtuales. Desde 2012, el manto de la Virgen es de flores blancas los años impares y rojas los pares, como este. Sobre él, desde 1960, la cruz de Lorena. Símbolo de la lucha internacional contra la tuberculosis, hasta los años noventa eran los pacientes del actual hospital Royo Villanova quienes la confeccionaban. Hasta 1979, la reina de las fiestas se encargaba de irla a buscar al hospital y llevarla a la plaza. La Asociación Cruz de Lorena de este centro sanitario perpetúa hoy esta tradición.

Ofrenda de Flores en 1960
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Vestirse, seña de identidad

Potenciar el ‘traje regional’ fue uno de los empeños de la Ofrenda desde su nacimiento. Año a año, especialmente desde los ochenta, se ha ido ganando en rigor a la hora de vestir la indumentaria aragonesa. En los inicios, piezas rescatadas de los arcones –mezclando épocas y zonas– conviven con dos trajes estereotípicos: de dama y de bailadores. En la primera parte de los setenta, los ‘trajes de baturro’ se popularizan desde almacenes de confección nada ortodoxos. Hoy, el interés por vestir con propiedad se premia y se luce cada año en la Ofrenda..., junto a la realidad de quien se viste como puede. 

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