La sensibilidad alimentaria, a la orden del día: "Puede generar migrañas o alteraciones del sueño"

​Existe un test de sensibilidades alimentarias, pero no todos los profesionales recomiendan utilizarlo. Según un estudio de un laboratorio, el 45,1% de personas presentan sensibilidad a la piña y siete de cada diez a la clara de huevo.

Tabla de comida variada.
Tabla de comida variada.
Pixabay

Tener una sensación de hinchazón, fatiga o acidez después de comer no es algo extraño. De hecho, el 40% de los habitantes del planeta tiene algún tipo de problema gastrointestinal -aunque la gravedad varía significativamente-, según un estudio internacional que recogió datos de más de 70.000 personas de los seis continentes.

Quizás las alergias y las intolerancias son los conceptos más comunes, sin embargo, en un grado inferior en cuanto a gravedad se sitúan las sensibilidades alimentarias. "Es una reacción inadecuada por parte del organismo frente a la ingesta de algunos alimentos, que podría generar síntomas que son muy diversos, como migrañas, dolores musculares, cansancio, alteraciones del sueño, de la piel… además de síntomas digestivos", sostiene la endocrino del Hospital Miguel Servet de Zaragoza Beatriz Lardiés.

En muchos casos, subraya, "los pacientes que presentan estos síntomas y que no encuentran la causa de los mismos, buscan la solución en que se trate de una sensibilidad alimentaria". "Actualmente no disponemos de una evidencia científica sólida que avale que el cese del consumo de esos alimentos vaya a ser beneficioso para el paciente, sobre todo en los casos en los que los síntomas que refiere no mejoran tras dejar de consumir esos alimentos a los que según el test tiene mayor sensibilidad, como ocurre en la mayoría de los casos", argumenta.

Es importante, insiste, diferenciarlo de intolerancias alimentarias. En esos casos, "el consumo de esos alimentos sí que tiene un claro efecto perjudicial para la salud, especialmente manifestado con síntomas digestivos, y que sí que cuentan con el respaldo científico", asegura.

En torno a los test de sensibilidad alimentaria existe un debate sobre su utilidad.

Alba Santaliestra, presidenta del Colegio Profesional de Nutricionistas de Aragón, asegura que "a día de hoy, no existe evidencia científica sobre los positivos que aparecen en esos test". "Es decir, no tiene el aval científico. Quizás en unos años lo tenga y podamos trabajar con estos en consulta", puntualiza. Ahora, explica, "generan más incertidumbre que seguridad". 

A diferencia de la sensibilidad alimentaria, la intolerancia y la alergia sí que tienen un sistema de diagnóstico médico. En todo caso, añade, lo importante es consultar con un profesional en el caso de detectar algún síntoma. "En muchas ocasiones, es la sugestión la que nos hace tener lo síntomas", sostiene.

Alba Santaliestra, presidenta del Colegio Profesional de Nutricionistas de Aragón.
Alba Santaliestra, presidenta del Colegio Profesional de Nutricionistas de Aragón.
José Miguel Marco

De la misma opinión es Alejandra Bastarós, nutricionista y profesora de la Universidad San Jorge. "Los tests no sirven para detectar las sensibilidades. En ocasiones aparecen productos que has comido siempre sin problemas. En el caso de sospechar que se tiene una alergia o una intolerancia a un alimento, es necesario hacer una prueba diagnóstica específica de la proteína, no algo genérico con decenas de alimentos", defiende. 

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recomiendan no realizarse test de inmunoglobulinas G (IgG) ya que "no tiene ningún fundamento científico". El precio, explican, suele oscilar entre los 100 y los 200 euros. 

Por su parte, según el estudio de Eurofins Megalab, laboratorio de análisis clínicos, genética y anatomía patológica, algunas frutas y verduras son causantes de las sensibilidades más frecuentes. De los pacientes analizados que presentan reactividad a algún alimento, el 74,5% presentan sensibilidad al plátano, el 60,8% son sensibles al kiwi y el hasta el 45,1% presentan sensibilidad a la piña. Asimismo, otro alimento especialmente delicado es la clara de huevo (76,5%) por la gran variedad y cantidad de alérgenos que contiene, muchos más que la yema. A mucha distancia se encuentran la leche y el queso de vaca, al que son sensibles el 41,2% de los participantes en el estudio.

La sensibilidad alimentaria surge, según explican desde el laboratorio, cuando "el sistema inmunitario crea anticuerpos frente a las proteínas que contienen determinados alimentos (antígenos), provocando, unas horas o días después de la ingesta, síntomas tan diversos como problemas digestivos (diarrea, estreñimiento, flatulencias, hinchazón, malas digestiones, síndrome del intestino irritable o acidez), sistémicos (edemas), musculares (fatiga) y neurológicos (migraña, depresión, ansiedad, hiperactividad)". Dicho esto, insisten, "es importante no confundir la sensibilidad alimentaria con las alergias o las intolerancias, que producen una reacción mucho más rápida y severa".

En verano, subraya, el número de personas que deciden hacerse un test crece un 18%. A diferencia de otros profesionales, el asesor científico de la empresa, José Ramón González, defiende que "es importante que la población sepa que dispone de herramientas efectivas que les ayudan a detectar posibles alimentos que producen síntomas y consecuencias incómodas". "Es importante recalcar que cualquier tratamiento que se decida llevar a cabo en función de los resultados de la prueba de sensibilidad alimentaria, deben ser consultado o prescritos por un experto, ya sea médico o nutricionista", subraya.

¿Más intolerancias que antes?

Sobre la mayor frecuencia de pacientes con intolerancias, la endocrino del hospital Miguel Servet de Zaragoza asegura que existen "muchas hipótesis". Por ejemplo, "la mayor incidencia de celiaquía puede estar relacionada con la calidad del trigo, la intolerancia a la lactosa con el cambio de hábitos con el consumo de lácteos ( hay más incidencia en zonas donde menos lácteos se consumen)…", apostilla.

Por su parte, la presidenta del Colegio de Nutricionistas de Aragón considera que "la mayoría de personas que dicen tener una intolerancia no se han sometido a pruebas". Asegura que a día de hoy no existe apenas diferencia con años atrás, pero considera que en unos años sí que se percibirá. "La transformación que se hace de los trigos ahora no es la de antes y seguramente influirá en la tolerancia a los alimentos", declara.

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