ARAGÓN, DE PUERTAS ADENTRO EN PANDEMIA

Familia Guillén Vivas: la parte perruna de la pandemia

Perros que perdieron sus dueños durante el confinamiento por la covid, una pareja que dejó a su mascota en Zaragoza y tuvo que pasar ocho meses en Japón... Stephan, Noelia, sus tres hijos y sus ocho perros han dado techo a estos animales.

Miembros de la familia Guillén Vivas, con uno de sus perros en primer término.
Miembros de la familia Guillén Vivas, con uno de sus perros en primer término.
Oliver Duch

A lo largo de los últimos meses hemos hablado cientos de veces de cómo la crisis sanitaria nos ha trastocado la vida, pero, ¿qué pasa con la de nuestros amigos más fieles? Stephan Guillén (49) y Noelia Vivas (41), dueños de la residencia Don Perro de Zaragoza, han vivido una realidad que ha pasado inadvertida para muchos: la parte perruna de la pandemia.

Porque, pensémoslo, ¿dónde iban aquellos perros cuyas familias se veían obligadas a estar confinadas durante semanas en los casos en que no hubiera alternativa de dejarlos con otra persona? ¿Y qué ocurre con aquellos a los que la declaración del estado de alarma les pilló en otra Comunidad Autónoma? 

En Don Perro se vivieron estas situaciones -como la de una pareja que se tuvo que quedar ocho meses en Japón- y muchas más realidades, como la llegada de perros que perdieron a sus dueños a causa del coronavirus o cachorros de tiendas de animales que, de la noche a la mañana, dejaron de estar a la venta, pero no de buscar una familia.

La residencia Don Perro está ubicada desde hace seis años en el Camino de la Canal, en el término municipal del zaragozano barrio de Miralbueno. Es una instalación de 15.000 metros cuadrados, 150 parcelas -o habitaciones para perros- y el hogar o la casa del guarda donde vive esta familia formada por Stephan y Noelia, y sus tres hijos, Martín (13), Lucia (11) y Nicolás (7), junto a sus ocho perros. Esta casa, de 150 metros cuadrados, no solo se encuentra bajo tierra – de hecho, nada más verla, lo primero que te viene a la cabeza son las casitas Hobbit de la comarca-. Es, además, una edificación sostenible y construida con materiales naturales.

Se trata de una casa innovadora en su construcción que respeta y se integra en su entorno de forma natural fundiéndose con el paisaje. De hecho, se viste con la tierra del lugar, que la protege de las condiciones meteorológicas y la insonoriza de los ladridos de los perros de la residencia canina de la que forma parte. Construida en 2001, sobre su techo encontramos un jardín actualmente algo abandonado. “Tenemos que ponernos al día, ha sido un año y pico muy complicado y en estos momentos tenemos muchísimo trabajo”, reconoce Guillén. Nacido en Francia, este veterinario lleva más de 40 años viviendo en la capital aragonesa.

La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
Oliver Duch

“Fue todo tan rápido y tan inesperado que no nos dio tiempo a pensar en nada”, admite Noelia, enfermera de profesión, aunque dedicada en cuerpo y alma a los inquilinos de su establecimiento. “El hecho de parar por completo la socialización no solo ha afectado a las personas, también a los perros, y mucho. Hemos detectado un notable incremento de adopciones y compras, pero estos animales no han podido salir lo que deberían ni relacionarse con otros cachorros ni seres humanos y ahora se ven las consecuencias”, asevera Guillén.

La reconversión profesional de esta familia para hacer frente a la era covid pasó por incluir nuevos servicios, como veterinario o peluquería canina a domicilio, así como dar mayor importancia a nuevas necesidades surgidas a raíz de la pandemia como los cursos de adiestramiento y educación. “Nos hemos sentido muy afortunados de estar aquí, porque hemos estado en la naturaleza, seguros y juntos y en un espacio maravilloso”, señala Noelia. Sin embargo, la pandemia es algo que, en mayor o menor medida, nos ha afectado a todos. En su caso, sobre todo, cuando comenzaron a cancelarse y a caer las reservas de la noche a la mañana. En la instalación, con capacidad para 150 perros -plazas que varias veces al año se ven tradicionalmente cubiertas-, llegaron a tener menos de una veintena de animales. Un dato que jamás habían registrado.

La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
Oliver Duch

“Tuvimos que mandar a la plantilla al ERTE hasta que volvieron a moverse las cosas, y eso que hemos sido un servicio esencial porque tenemos tienda de alimentación, y no hemos parado”, admiten. Eso sí, tras los primeros meses, comprobaron que su forma de gestionar el negocio había cambiado sustancialmente. “Comenzamos a vivir más al día, programar menos, reducir las compras”, añade. También decidieron adentrarse en un mundo nuevo para ellos, el de la cría, en concreto de Cairm Terrier, una raza desconocida en España pero que está gozando de gran aceptación.

Valorar las pequeñas cosas

De forma paralela, recibieron llamadas de clientes que no podían -o no querían- salir de casa y les pedían que les llevasen el pienso a domicilio; incluso familias enteras con COVID, o trabajadores del sector sanitario, que decidieron llevar a sus animales a la instalación durante semanas: “Nadie sabíamos nada del bicho, era una situación nueva para todos. Recuerdo las primeras visitas al supermercado en las que íbamos hasta con guantes y al llegar a casa nos quitábamos todo”.

La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
Oliver Duch

A la preocupación por el futuro de su negocio se añadía otro reto, como en tantos y tantos hogares aragoneses: la gestión de la convivencia. “Aunque la casa sea grande y cada uno tenga su espacio, había momentos en los que querías salir corriendo”, bromea Noelia. Y eso que, cuando no estaban con los perros, preparaban repostería o limonada casera, pasaban horas con su colección de juegos de mesa o jugaban en el jardín, sobre todo en la cama elástica. “Hemos tenido la oportunidad de hacer cosas que nunca habíamos imaginado y encima juntos. Era como estar jubilada. Lo mejor es que hemos tenido la capacidad de adaptarnos a la realidad y eso ha sido de gran ayuda”, añade.

Algo que en el caso de Stephan no fue tan sencillo. “Yo pasé varios meses sin poder dormir preocupado por el negocio. Calculé cuántos meses podríamos haber aguantado cerrados a cal y canto y sin ingresos. Obviamente, ha tocado tirar de ahorros”, afirma. Sus hijos, por el contrario, se limitaron a vivir el día a día. “Aunque soy consciente de lo que estaba ocurriendo, reconozco que dentro de lo que cabe he tenido la suerte de disfrutar de pasar más tiempo con mis hermanos y he logrado sacar adelante los estudios a pesar de los cambios”, explica Martín. Además, también ha podido dedicar mucho más tiempo a una de sus pasiones, los videojuegos; mientras Lucía pasaba las horas pintando en la terraza de su cuarto.

La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
La numerosa familia Guillén Vivas: tres hijos y ocho perros
Oliver Duch

“Al principio era todo muy raro, pero pasamos mucho tiempo haciendo cosas con la familia a través de videollamadas”, señala la joven, que habitualmente grababa vídeos musicales con su madre, quien tocaba el piano, para enviar al grupo de la familia: “Cada día nos tocaba a uno crear contenido”. Para el pequeño de la casa, que pasaba horas y horas tocando la batería en su cuarto, lo de la pandemia casi ni ha ocurrido. “Yo he jugado mucho con mis perros, he visto películas y he jugado más que nunca con mis hermanos. También hacía una videoconferencia diaria con los yayos”, admite. 

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