Las persistentes cigüeñas llevan la contraria al refranero popular

Se ven por San Blas, pero también con la nieve de Filomena. Han pasado de ser un pájaro de buen agüero a convertirse en una pesadilla en algunos municipios. Esta misma semana los bomberos de la DPZ han retirado una decena de nidos en las Cinco Villas.

Cigüeñas en los tejados y las antenas de Calatayud.
Cigüeñas en los tejados y las antenas de Calatayud.
MACIPE

Dice la sabiduría popular que "Por San Blas, la cigüeña verás". Después -precavido el refranero- añade: "Y si no la vieres, año de nieves". Hace pocas semanas el temporal Filomena dejó un gran manto blanco en todo Aragón y, quince días después, parece que se acercan temperaturas primaverales. ¿Se verán o no cigüeñas surcando los cielos aragoneses en este inicio de febrero? Sí, claro, se verán porque estas aves se han vuelto casi sedentarias como saben bien en Alcolea de Cinca, Lanaja, Villafranca, Pina o El Burgo de Ebro.

“Lo del refrán funcionaba antes, cuando estas aves emigraban al sur en el invierno y volvían poco antes de la primavera. Ahora han cambiado de hábitos y de alimentación, muchas eluden migrar a África y permanecen con nosotros durante todo el año", explica José Antonio Pinzolas, uno de los mayores estudiosos de la 'ciconia ciconia' y miembro de la Asociación Naturalista de Aragón (Ansar).

Las cigüeñas eran hasta hace unos años una suerte de versión española de la marmota Phil: si llegaban por San Blas es que haría buen tiempo y la primavera se adelantaría; si entonces no se las veía volar era porque aún quedaba crudo invierno por delante. Ahora, desde que son "convecinas" de los aragoneses, se les ve por San Blas, Santa Águeda, San Jorge y por la Virgen de Agosto también. “Esto no se debe tanto al cambio climático como a su necesidad de encontrar comida de forma sencilla. Por eso hay tantas parejas en la zona de las Cinco Villas, donde tienen arrozales y un vertedero cerca, o en el entorno del Cinca, donde hay mucho regadío. También en la Ribera Baja del Ebro, con el río, los campos de alfalfa y el vertedero de Torrecilla”, explica Pinzolas.

Esta semana, sin ir más lejos, los Bomberos de la DPZ han retirado una decena de nidos de cigüeña posados en lo alto de las iglesias y las torres de comunicaciones de Valareña, Pinsoro, Santa Anastasia, Farasdués, Alera y Sancho Abarca. La actuación contó con la supervisión de profesionales del Inaga, ya que estas aves son una especie protegida en la Comunidad y la retirada de nidos ha de llevarse a cabo con los permisos oportunos. Aunque estén hechos con ramas y palos, estos nidos pesaban en torno a 200 y 300 kilos “por lo que podían afectar a las estructuras de los edificios que los soportaban”, explican fuentes de la institución provincial. “Muchos de ellos se encontraban a gran altura y los bomberos tuvieron que echar mano de un autobrazo articulado de 42 metros de longitud”.

Hay que tener en cuenta que la cigüeña blanca es un pájaro de gran tamaño, que puede llegar al metro y medio de envergadura y pesar más de 4 kilos. Para echar a volar, ha de saltar desde una zona alta para coger impulso y por eso ha nidificado durante milenios en copas de árboles como los chopos, hasta que el ser humano levantó las torres de las iglesias y encontró en ellas mayor estabilidad.

Antaño las cigüeñas eran casi un animal exótico en Aragón, pero en las últimas décadas hay comarcas en las que se han convertido en una plaga. Según los censos, la población de estos animales no superaba el centenar de parejas en los años 70 del pasado siglo y cayó hasta las 59 en 1980. Su hábitat se vio reducido por la desecación de zonas húmedas y la roturación de cultivos y la cigüeña se incluyó en el catálogo de especies amenazadas en Aragón.

Varias parejas en los estructuras ferroviarias cercanas a Pina de Ebro.
Varias parejas en los estructuras ferroviarias cercanas a Pina de Ebro.
Raquel Labodía

En Zaragoza capital, de forma permanente, apenas queda una pareja, que es la que se puede ver en lo alto de la chimenea de Utrillas (está, además, anillada por Ansar). Hasta hace unos años podían verse otros ejemplares en la torre de la Seo y en una estructura de la calle de Miguel Servet, pero estas han volado. En la plaza de la Magdalena también se les puede ver en ocasiones, porque tienen nidos cercanos en los que se posan pero no viven de forma permanente. Allí sólo descansan, para deleite de los vecinos, dos o tres días antes de reanudar su vuelo. Mucho más comunes son estos zancudos en los barrios rurales, donde hay división de opiniones sobre si amarlos u odiarlos. 

Por un lado, es cierto que generan daños al patrimonio y que en más de una ocasión dejan a los vecinos sin luz porque el cableado está insuficientemente aislado. De hecho, en el entorno de Pina y el Burgo, llegan a vivir de forma permanente más de 200 ejemplares y se han tenido que construir postes y torres artificiales para albergar los nidos y que las iglesias no sufran en exceso su presencia. Por otro lado, estas aves también cuentan con una legión de adeptos y defensores entre los agricultores. "Comen todo lo que se mueve por las riberas. Ratones, topillos, saltamontes, culebras -que a veces confunden con cordones-, y cuando riegan los campos de alfalfa salen un montón de bichos que son un manjar para ellas", explican los expertos. De hecho, es el fácil acceso a la comida y las temperaturas más agradables lo que -cuentan- les ha hecho emigrar cada vez menos a África y visitarnos de forma duradera.

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