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El medio rural cumple con la mascarilla "a rajatabla, salvo despistados"

Algunas localidades aragonesas decretaron el uso obligatorio de la medida de protección incluso antes de que fuera una pauta indispensable en la Comunidad, aunque "se relajaron" tras el fin del estado de alarma.

"El uso de mascarilla es obligatorio". Lo sentencia un cartel en el Ayuntamiento de Bárboles, todavía con las banderas a media asta, y sus habitantes lo acatan; nadie muestra su rostro por las calles. Las únicas caras que se ven están en los balcones. "Aquí la mascarilla se ha llevado siempre, no ha hecho falta que lo dijera nadie. Se sigue a rajatabla", asegura Graciela Fabro. Esta vecina valora el aire puro -fuerte este miércoles- y la amplitud de las casas. "Se utiliza la mascarilla, pero la gente mayor no tiene necesidad de salir para andar o tomar el sol, tiene los corrales y jardines", explica Fabro. Dicha localidad de la Comarca Ribera Alta del Ebro se mantiene en la 'nueva normalidad', sin ningún caso de coronavirus, pero este verano no es como otros, echan de menos las frescas de las noches.

Graciela Fabro, a las puertas de Bárboles.
M. M. 

“Si tú sales a tal hora, yo a tal otra para no juntarnos”

No pasean mucho porque el virus les da respeto y más los nuevos brotes que afloran por la Comunidad. "Si tú sales a tal hora, yo a tal otra para no juntarnos", así explica Fabro la especie de organización que han creado sin quererlo. "Aquí se pueden mantener mejor las medidas. Donde hay más gente, hay más excepciones", opina Cristina Robres detrás del mostrador de la tienda de Bárboles, con unos 300 censados. Todos los clientes que cruzan el toldo de este colmado usa la careta, acceden de uno en uno y nadie toca los productos. Mientras dispensa un par de barras de pan reconoce que "antes a alguno se olvidaba, pero ahora por norma todos la llevan. A rajatabla, salvo despistados".

Cristina Robres no ha dejado de atender en la tienda de Bárboles desde el inicio de la pandemia.
M. M.

De camino a Grisén, a diez minutos en coche, se divisa un hombre caminando. La norma se cumple fuera de los núcleos urbanos porque con mascarilla -y garbo- avanza por la carretera. Una estampa similar se observa en el centro del pueblo, al menos en la actualidad: el cartero, dos vecinas de paseo con el perro o Pilar Miguel, acompañada de su nieta, ocultan su rostro. "Es que tenemos mucho respeto al virus, somos personas mayores y algunas de riesgo", indica.

“La gente afrontó un confinamiento ejemplar, pero cuando levantaron el estado de alarma fue una locura”

Los temidos rebrotes también son la conversación en 'La Tajada', la tienda de la plaza de España. "En la calle han empezado a llevarlas ahora. En Grisén la gente afrontó un confinamiento ejemplar, pero cuando levantaron el estado de alarma fue una locura. Las peñas se volvieron a abrir, la gente relajó las medidas de seguridad...", lamenta Félix Alegre.

Félix Alegre es enfermero de profesión y regenta la tienda de Grisén, 'La Tajada'.
M. M.

Enfermero de profesión, Alegre critica que la gente pasó de no tocar la manilla a preguntar por qué era obligatorio entrar a su establecimiento con la boca y nariz cubiertas: "No dejo entrar a un cliente sin ella, ni aunque me compre desde hace 20 años". Un mes antes de que se decretara el estado de alarma en 'La Tajada' se tomaron medidas: mascarilla, guantes y cubos de lejía para desinfectar las superficies. "Te vas de cabeza y qué hipocondríaco te has vuelto, me decían", recuerda. Además, Alegre aplaude la campaña del ayuntamiento grisense para fomentar el uso de las caretas y la desinfección de las calles que continúa a día de hoy, tal y como se pudo comprobar este miércoles.

“Se puede quitar solo mientras se come o bebe”

En el restaurante Navaste la norma de la mascarilla en el interior sorprendió a los parroquianos. "Se puede quitar solo mientras se come o bebe", resalta María Jesús Estela. Tanto ella como Carmen Miramón, de la farmacia, opinan que se respeta. "Han pasado de guardarla en el bolsillo a llevarla en la cara", apunta Estela. Es la hora tomar el café y se aprecia dentro -con gel hidroalcólico en cada mesa- y fuera del local que los clientes se retiran la protección solo para consumir.

Carmen Miramón, tras la pantalla de la farmacia de Grisén.
M. M.

En torno a las 11.00 también es uno de los momentos con más 'tráfico' por las calles de Terrer, municipio de 447 habitantes colindante con Calatayud. Es entonces cuando el grupo que conforman Bárbara Marco, Elisa Herrer y Manuela y Herminia Pelegrín sale del bar y se disgrega para a sus diferentes cometidos. "Ahora voy a comprar y en la tienda no te dejan entrar si no llevas la mascarilla", subraya agarrando su carro para guardar los productos que compre en la tienda que tiene a poco más de 10 metros del bar.

"Nosotras llevábamos la mascarilla antes de que fuera obligatoria, incluso en el café"

Vecinas de Terrer, junto a Calatyud, protegidas con mascarilla.
HA

"Nosotras llevábamos la mascarilla antes de que la pusieran obligatoria. Cuando estamos en el café nos cogemos media terraza, nos la dejamos puesta y guardamos también la distancia", explican. "La gente joven, que sale por ahí bebiendo, se lo tiene que aplicar más", indica Elisa. También reconocen que "antes si te ibas a andar sola a las 7.00 no la llevabas, pero ahora sí".

En la tienda junto al trazado de la N-II, Enrique Muñoz, su responsable, remarca que "tengo puestos dos carteles: si no se lleva la mascarilla, no entran". "A lo mejor al principio, pero en los negocios ya lleva tiempo la indicación y a la gente no hace falta recordárselo", destaca Muñoz. También indica que al considerarse servicio esencial, en su caso ha estado en las duras y en las maduras: "Aquellos días se notaba que la gente no podía ir al Mercadona y venían más".

“Parece que en los bares y entre los jóvenes la cosa se relaja"

Por las calles y en alguna terraza se dan las excepciones. "Hay clientes que sí que la llevan y otros que no", explica Lorena del bar Carlos. En este sentido, advierte que "la afluencia de gente no es la que era antes ni va a volver a serlo". "Hay de todo, parece que en los bares y entre los jóvenes la cosa se relaja", asume el alcalde, Tomás Escolano.

Tomás Escolano, alcalde de Terrer.
HA

Quienes sí que llevan el protector son María, de 22 años, y Lara, de 8, que caminan por la calle San Juan. "Ahora la llevamos siempre. Antes muchas veces no, porque vas por la calle y no te cruzas con nadie", puntualiza la mayor. En la localidad no se han abierto las piscinas, por lo que los bares son el principal punto de reunión. "El otro día pasó la Guardia Civil, paró y nos dijo que en las terrazas había que llevar la mascarilla y que solo te la podías quitar al beber, comer o fumar", afirma.

En Embún, un pueblo de La Jacetania con poco más de 100 habitantes, no se ha chequeado ningún positivo de covid-19 y el confinamiento fue muy estricto, de hecho, las relaciones sociales se redujeron a los grupos de Whatsapp por muy cerca que se estuviera. "Hasta la semana pasada es verdad que la gente iba sin mascarilla, solo se la ponían para entrar en el bar, porque en la calle era fácil mantener las distancias de seguridad. Pero ahora esto ha cambiado, estamos todos muy concienciados", señala el concejal José Luis García.

José Luis García acompañado de su perro Kaiser.
Rafael Gobantes

"Aunque estemos en un sitio pequeño hay que ser responsable"

"La persona que lleva el bar, por ejemplo, ha llevado a rajatabla el uso de la mascarilla, la desinfección, guarda en una caja el dinero que entra y en otra el que usa para devolver…", destaca García. En ese establecimiento se encontraba este miércoles por la mañana José Luis Javierre, quien celebra el estricto comportamiento: "Aunque estemos en un sitio pequeño hay que ser responsable, hay que acatar las normas y es importante para nuestro bienestar y el de nuestros vecinos".

José Luis Javierre, en el bar de Embún.
Rafael Gobantes

A pesar de que se respete la pauta, admiten que al principio estaban "un poco reticentes". "El confinamiento también pensaba que no lo iba a respetar nadie y se llevó a rajatabla. Ahora esperemos que también cumplan los que vienen de fuera", desea José Ramón Royo.

José Ramón Royo posa en su balcón, en Embún.
Rafael Gobantes

“El sábado ya se decretó el uso obligatorio”

El pasado viernes por la noche en el velador de Ráfales, en Teruel, se vio a clientes sin las medidas adecuadas, por lo que el alcalde, José Ramón Arrufat, y otros miembros de la corporación tomaron una decisión: "El sábado ya se decretó el uso obligatorio". De esta forma se adelantaron a su obligatoriedad en el resto de Aragón. La llegada de personas de Zaragoza o de pueblos cercanos a Barcelona despertaron las alarmas. "Queremos que vengan, pero con las medidas de seguridad", sostiene el edil. "Lo de los vecinos en este sentido es para quitarse el sombrero. La gente va a coger agua a la fuente con mascarilla, hasta los niños pequeños", considera Arrufat, quien recuerda que desde el Consistorio se repartieron dos a cada habitante.

En el campo se acata la obligación de distinta forma. "En los coches siempre la llevan, pero no si se está trabajando en el tractor", expone Arrufat. Lo mismo ocurre en Tronchón, donde los agricultores o los pastores se la ponen en medio del campo si se topan con alguien, manifiesta Roberto Rabaza, alcalde de la localidad turolense y presidente de la Comarca del Maestrazgo.

El uso obligatorio de las mascarilla se anunció esta semana por los bandos de los pueblos, ya fuera a través de la megafonía y vía Whatsapp. "Es lo que toca, la llevaremos porque más vale prevenir que curar", concluye una vecina en a las puertas de la tienda de Bárboles.

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