agricultura

Los caros céntimos en el eslabón de los agricultores

La mano de obra, el riego, la luz o las pólizas son algunos de los gastos de producción de los agricultores aragoneses. Un fino margen separa el beneficio de la pérdida.

Agricultores de cereal, fruticultores y hortelanos explican sus gastos de producción en el campo.
Agricultores de cereal, fruticultores y hortelanos explican sus gastos de producción en el campo.
R. Gobantes, J. Macipe y F. Jiménez

La furgoneta se adentra en un laberinto de campos. A ambos lados del camino se pueden ver árboles desnudos, sin hojas ni frutos. En pocos minutos se llega a la explotación agrícola. En el trayecto suena la radio y se escuchan las reivindicaciones de los agricultores desde el centro de Madrid. Reclaman un reparto "más justo" en la cadena agraria.

Ese sentimiento lo comparten también los hombres y mujeres del campo en Aragón, eslabones de esa cadena. Unos agricultores lo llaman "desesperación", otros "frustración". Alguno dice que es "tristeza". Tal vez, estas palabras cobren más significado cuando su voz se entrecorta y confiesan emocionarse a la par que dicen: "Amo el campo". No es un caso aislado, en esa frase se han encontrado las emociones de varios agricultores esta semana, a pesar de que sus parcelas no linden y les separen kilómetros de distancia.

No solo demandan que la distribución del precio sea más equitativa. También denuncian que el coste de la producción de los alimentos ha aumentado, a diferencia del que ellos perciben por cada venta.

Por ejemplo, el cultivo de un kilo de nectarina en la comarca del Bajo Cinca asciende a 0,36 euros, según datos facilitados por UAGA. La poda, el aclareo y la recolección suponen 0,18. El coste de los productos fitosanitarios, abonos, luz, gasoil, agua y el seguro agrario son 0,11. A esas cantidades se suman los gastos fijos (0,07). Los agricultores venden el kilo de este producto a 0,47 euros, como indica el IPOD (Índice de Precios en Origen y Destino) del mes de junio del año pasado. Estas cifras varían dependiendo de la época del año y de las condiciones meteorológicas. Al final, el consumidor lo adquiere a 2,62 euros, como se referencia en el documento mencionado. Es decir, el incremento en esta última fase ha sido de 457,45% (en total, 628%). La patata, la cebolla o los ajos son algunos de los productos que más diferencia acusaban en el IPOD de enero de este año.

Una explotación de árboles frutales en Fraga.
Una explotación de árboles frutales en Fraga.
Rafael Gobantes

Céntimo a céntimo

Tareas del campo. Total: 0,18 euros por kilo de nectarina en el mes de junio.
  • Poda: 0,04 euros
  • Aclareo: 0,06 euros
  • Recolección:​ 0,08 euros

Insumos. Total: 0,11 euros por kilo de nectarina en el mes de junio.
  • Fitosanitarios: 0,024 euros
  • Abonos: 0,032 euros
  • Luz/gasoil: 0,008 euros
  • Agua: 0,006 euros
  • Seguro agrario: 0,036 euros
Gastos fijos. Total: 0,07 euros por kilo de nectarina en el mes de junio.
  • ​Arriendo/IBI: 0,028 euros
  • Amortizaciones: 0,04 euros
  • Otros: 0,006 euros

Fuente: UAGA del Bajo Cinca.

La nectarina es la producción que resulta más cara en la Comunidad de Calatayud: 6.511,40 euros cada hectárea. En esa comarca se cultivan otras frutas, en especial las diferentes variedades de pera. El cultivo más caro es el de la conferencia y la blanquilla vaso, cuyos costes de producción ascienden a 5.623,38 euros por hectárea, según detallan desde el área de UAGA. Seguidas de la pera blanquilla palmeta y la pera limonera. Más barata resulta la producción de manzana golden (5.006,67 euros cada hectárea).

Los cerealistas también perciben esa diferencia. "Los gastos de producción de una hectárea oscila entre los 500 y 600 euros", asegura José Manuel Sebastián, agricultor de frutales y cereales en la Comunidad de Calatayud. Si se desgrana, el trabajo en el campo acapara el grueso de esa cuantía: 200 euros. En esta última cantidad se incluye el arriendo de la cosechadora (una práctica que es habitual dado el alto precio de esta maquinaria), también la gasolina, el riego o la recolección. Los cálculos continúan con 100 euros del abono y otros 60 del arriendo de la finca, algo recurrente ya que cuanta más superficie se gestiona, más rentable resulta la producción. La simiente oscila entre dos precios: 0,25 si es propia o 0,50 si es certificada. Tampoco hay que olvidar la póliza de seguros: "En total cada agricultor pagará entre 8.000 y 10.000 euros". Estos trabajadores del campo ponen el cereal a la venta a 0,15 o 0,17 el kilo. "Es necesario recolectar 3.000 kilos de cada hectárea para que el cultivo resulte rentable", añade Sebastián.

Producción del cereal. Total: 500-600 euros por hectárea de cereal (estimados)
  • ​Tareas del campo: 200 euros (si es preciso, incluye el alquiler de la cosechadora)
  • Abono: 100 euros
  • Arriendo de la parcela: 60 euros (una práctica que, al parecer, es habitual)
  • Simiente: 0,25 si es propia o 0,50 si es certificada
  • Póliza: 150 - 200 euros (aproximadamente)

Fuente: Agricultores

Borraja cultivada en el barrio de Montañana de Zaragoza por los hermanos Mené.
Borraja cultivada en el barrio de Montañana de Zaragoza por los hermanos Mené.
FRANCISCO JIMÉNEZ

En el caso de la horticultura, los gastos de producción son similares. Un kilo de borraja, por ejemplo, le supone al hortelano 0,37 euros. En esa cantidad se incluye valores menores, como el plantero (0,02), el estiércol (0,03) o la inversión en invernaderos (lo que repercute en 0,05), entre otros. La mano de obra, el riego por goteo o la lucha integrada completan los gastos. Esa es la cuenta que sigue la familia Mené, los hermanos Vicente y Emilio junto a otras generaciones. Estos hortelanos del zaragozano barrio de Montañana crearon una línea directa de producción, de tal manera que no intervienen intermediarios. "Cuando entra al almacén está a 0,41 euros y el envasado lo sitúa en 0,55", concreta Vicente, dedicado al oficio desde niños. En caso de que se vendiese a terceros, se estima que el agricultor podría percibir el kilo de borraja a 0,60 euros.

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Aunque el precio final se congele o, al menos, en el campo no se perciba, estos gastos se incrementan con el encarecimiento de otros factores, como del salario mínimo interprofesional. Estas subidas, como la última a 950 euros, es una medida que los agricultores apoyan y defienden: "No estamos en contra de que lo suban".

Otras noticias que les repercuten son las relacionadas con el medio ambiente y el cambio climático. "Ahora mismo nos ha llegado un aviso de que en la Unión Europea hay una serie de productos fitosanitarios que no se pueden utilizar en fruticultura, sin embargo, los países no miembros tienen un plazo de tres años para dejarlos", recrimina José Peralta, agricultor de Fraga. "Se trata de países como Marruecos, Túnez o Argelia. Competir con ellos es imposible por dos cuestiones: por los productos y por la mano de obra", aporta su compañero Manuel Rausa, corresponsal comarcal de UAGA en el Bajo Cinca

La realidad es que si los cálculos no son favorables, prefieren dejar la fruta en el árbol, como dicen los fruticultores de Aniñón, o labrar, según afirman los Mené en Montañana. Estas decisiones acarrean pérdidas: la inversión realizada.

No solo eso. Óscar Moret, co-responsable del sector fruta de UAGA, analiza: "En la visita al campo los dos agricultores se han puesto a discutir -en el buen sentido de la palabra-. Son dos personas que se encuentran en el campo y se ponen a 'charrar', eso que es tan aragonés". "Ahora te das cuenta de que desaparecen los agricultores y que desaparecen gestos como ese", lamenta Moret.

Los 'forestales' de los "bosques de frutales", en Fraga

Manuel Rausa y José Peralta, agricultores de Fraga.
Manuel Rausa y José Peralta, agricultores de Fraga.
Rafael Gobantes
"El panorama de la agricultura es desesperanzador y de tristeza"

José Peralta y Manuel Rausa son esos dos agricultores que 'charran' en torno a unos pequeños árboles. Fueron plantados hace un año, es decir, "solo tienen un verde". Hablan de sus ramas y brotes, pero no olvidan las reivindicaciones. Peralta concreta que cada céntimo influye "mucho". "El gasto lo ponemos nosotros por delante. Lo más frustrante es cuando salen los precios y te das cuenta que no has cubierto los gastos", añade Rausa.

Estos agricultores del Bajo Cinca, con más de cuatro décadas de dedicación a sus espaldas, consideran que es un "orgullo" dedicarse al campo. Sin embargo, no se lo recomiendan a sus hijos. Ese detalle ejemplifica el "negro futuro" que vislumbran. "El panorama de la agricultura es desesperanzador y de tristeza", lamenta José Peralta.

En esta localidad ha descendido en más de la mitad el número de fruticultores en las dos últimas décadas. "Las pequeñas y medianas explotaciones son las que peligran", apunta Óscar Moret. La filosofía que cultivan en sus fincas intentan transmitirla a los jornaleros que contratan. Comparten con ellos reflexiones como la de Peralta: "Si no hubiera agricultores, los pueblos desaparecerían y no se cuidaría al medio ambiente. ¿Cómo sería el Bajo Cinca sin los bosques de frutales que tenemos?".

Manuel Rausa, corresponsal territorial de UAGA en Fraga, analiza la situación y el sentimiento que se vive en el campo. También denuncia la diferencia de precios.
Manuel Rausa, corresponsal territorial de UAGA en Fraga, analiza la situación y el sentimiento que se vive en el campo. También denuncia la diferencia de precios.

Desde este rincón de Aragón lanzan más reivindicaciones. "Estamos en contra de la forma de negociar los convenios, ¿por qué no se puede hacer un convenio único?" (en cuanto a las contrataciones), se preguntan. Sobre la mesa también ponen las ayudas: "Los fruticultores no hemos percibo nunca una subvención a través de PAC, si no es a través de los fondos operativos (OPFH)". Esta modalidad de organización engloba a productores que deciden comercializar juntos un alimento. "Al cabo de año y medio percibimos el 4%, que viene de Europa. Eso nos obliga a invertir aunque no lo necesitemos", reiteran.

Desde los campos de cebada y trigo de Aniñón

José Manuel Sebastián, agricultor y alcalde de Aniñón, en un campo de cereal.
José Manuel Sebastián, agricultor y alcalde de Aniñón, en un campo de cereal.
J. MACIPE
"Lo que en los años 80 se vendía a 150 pesetas, ahora ni a 0,90 euros"

"A veces, el coste de producción es superior al beneficio", sentencia José Manuel Sebastián, agricultor y también alcalde de Aniñón. "No puede ser que el agricultor sea el eslabón más débil", agrega.

Se ha dedicado al campo desde niño y conoce la evolución del sector. "Un kilo en los 80 lo podían comprar a 150 pesetas, ahora es imposible venderlo por 90 céntimos. No obstante, el precio del gasóleo se ha multiplicado, también la maquinaria. El coste de una tractor entonces era de 300.000 o 400.000 pesetas, ahora son 40.000 euros", compara Sebastián. Las peticiones las extiende a otras cuestiones, por ejemplo, a los seguros: "Tienes que tener unos daños del 90%. En caso de que tengas un gran siniestro, te quedas en paz".

José Manuel Sebastián, agricultor y alcalde de Aniñón, evalúa la situación del cultivo de cereal. Un sector que, según dice, "subsiste gracias a las ayudas".

Sebastián, que también cultiva cereal, celebra que su hijo continúe el legado familiar. "Le aconsejo que si hace lo que gusta va a ser feliz y esto le gusta desde los 4 años. Estoy contento porque yo amo el campo, es mi vocación. Él quiere seguir, espero que le vaya bien, pero la situación es muy complicada", lamenta desde las instalaciones de la cooperativa del pueblo. Precisamente, valora positivamente la pertenencia a entidades como esa.

Además de frutales, Sebastián gestiona tierras de cereal. Es claro en este aspecto: "El cereal se ha podido seguir cultivando gracias a las ayudas de la PAC, si no el cereal de secano no hubiese subsistido".

Entre las borrajas del barrio de Montañana, en Zaragoza

La familia Mené en un invernadero de su explotación del barrio de Montañana, en Zaragoza.
La familia Mené en un invernadero de su explotación del barrio de Montañana, en Zaragoza.
FRANCISCO JIMÉNEZ
"Trazamos una línea directa, del cultivo al producto final"

Los hermanos Mené son unos de los pocos hortelanos que sobreviven en Aragón. "Estamos cuatro, el sector ha descendido un 90% en las últimas dos décadas", dicen. Esta familia comenzó con dos invernaderos de cañas y ahora suman 30 hectáreas donde trabajan varias generaciones. "Es lo mejor que te puede pasar en la vida porque coges el testigo de tu padre y los hijos te siguen", reconoce Vicente.

Ellos realizan todo el proceso, desde el cultivo hasta el producto final. "Somos una excepción", confiesa Vicente Mené. De esta forma evitan los agentes intermediarios y salvan la diferencia de precio entre el campo y el mercado. "Nosotros trabajamos con las grandes distribuidoras".

Sin embargo, es necesaria "mucha inversión" para conseguir un modelo como este. "Tienes que ser hortelano, pero también empresario. Eso es lo que hace falta para que sea resulte rentable", concluye Mené.

Los hermanos Mené son de los pocos hortelanos que sobreviven en Aragón. Trazaron una línea directa del campo al mercado, para salvar, de alguna forma, la diferencia del precio.

En el paisaje aragonés se puede ver el otro lado de la balanza. Un viaje en tren deja a la vista explotaciones cerradas, invernaderos con los plásticos desahuciados y campos yermos que son circuitos de estepicursores (capitanas). El silencio en esos territorios se contrarresta con el sonido de las protestas que retransmiten en la radio.

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