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Las 400 bodegas rupestres de Torrijo de la Cañada, un paisaje único en España
Las construcciones están excavadas en el cerro de Santa María y son de arena blanca, de conglomerado o de piedra. Se tiene constancia de que existen al menos desde 1707.
El conjunto de bodegas rupestres del cerro de Santa María, en Torrijo de la Cañada, es un paisaje único en España. Alrededor de 400 construcciones de este tipo se han censado y catalogado en esta ladera situada al oeste del pueblo.
Están excavadas en la roca y llenan el montículo de agujeros, dando como resultado un pintoresco panorama que recuerda a un queso gruyer. De hecho, muchas están conectadas entre sí por dentro. Ya en desuso, antiguamente en el interior de estas oquedades se transformaba la uva garnacha en vino, siendo una importante fuente de ingresos para la economía de este pueblo de la comarca Comunidad de Calatayud. También las había de menor tamaño, que se empleaban como almacén.
La documentación más antigua que habla de la producción vitivinícola en Torrijo es de 1707. Son unos archivos donde se cita expresamente que el robo de uva está penado. De ahí que se sepa que, al menos entonces la producción de vino, y con ella, las bodegas, ya existía.
Actualmente, las bodegas tienen un fin turístico y un uso ocioso, empleándose muchas de ellas como peñas o lugares de reunión de los vecinos de Torrijo. En el pasado, las más grandes, que eran de titularidad público-privada y que son las que se reparten por la parte baja del cerro, se empleaban para elaborar el vino. Por su parte, las bodegas de particulares, que son más pequeñas y humildes y se sitúan en la parte alta del montículo, se utilizaban para almacenar la producción agrícola.
En el interior de las bodegas mejor conservadas todavía se guardan algunas de las herramientas empleadas para la elaboración del vino, así como barricas. También se pueden apreciar los arcos de medio punto que sustentan estas construcciones y sentir los 18 grados de temperatura que conservan durante todo el año. Dentro del conjunto hay tres tipos, según su construcción. Unas son de arena blanca, otras de conglomerado (una mezcla de piedra con arena) y otras de piedra, dependiendo de la orografía.
Para conocer de cerca estas peculiares formaciones, hay una ruta desde el pueblo, con carteles que indican la dirección hacia el cerro y sus bodegas rupestres. La asociación Por qué no en Torrijo es la impulsora de esta y otras acciones para difundir la riqueza patrimonial de Torrijo de la Cañada y, en este caso, de sus características bodegas. Y es que aunque hay más construcciones de este tipo en otras zonas de Aragón y Castilla-León, esta es única por la alta concentración de excavaciones en poco espacio. “Las bodegas son lo que realmente distingue a Torrijo y todo el conjunto es como un polígono industrial del siglo XIX: había bodegas, eras y pajares. Entonces, el pueblo vivía del cereal y de la viña, se molía trigo y se fabricaba vino”, explica Toño Royo, presidente de la Asociación Cultural Por qué no en Torrijo.
Hace unos años, la entidad elaboró un plan director en el que se trazaron las principales líneas de actuación para revitalizar este atractivo de Torrijo. Y es que sus bodegas rupestres no son solo un elemento visual que puede atraer al turismo, sino que también son símbolo de la riqueza vitivinícola pasada de esta zona de la comarca de Calatayud, regada por el río Manubles.
Una ruta circular desde el casco urbano
Las bodegas se extienden a lo largo de una superficie de algo más de tres hectáreas y se distribuyen de forma desordenada como resultado de un proceso de adaptación a la topografía escarpada del cerro, entre otros factores. Aunque desde lejos parece un conjunto homogéneo, esta simetría se va perdiendo conforme el visitante se aproxima.
Por su naturaleza y función, el conjunto de bodegas tiene varios accesos, tanto desde el casco urbano de Torrijo, como desde los extremos laterales y desde la parte superior, para cuando se realizan trabajos forestales o de recogida de leña. La ruta señalizada para conocer de cerca este lugar único arranca desde el pueblo. En concreto, el itinerario parte desde el Ayuntamiento, por las calles del Convento y de las Bodegas para llegar hasta las eras. Allí se localiza un panel de interpretación sobre el conjunto, que marca el inicio del recorrido circular por la ladera del cerro de Santa María. Para seguir el camino, hay estacas de madera con el sello de la ruta y se pueden ir realizando paradas para entrar en las bodegas abiertas.
Con la señalización de esta ruta, la asociación quiere definir un itinerario cerrado que permita a todo tipo de visitantes descubrir la singularidad de sus bodegas de cerca. Conforme los fondos económicos lo permiten, se va ampliando el terreno señalizado para, finalmente, poder ofrecer varias opciones de rutas, según las capacidades e inquietudes de cada persona. Por el momento, la propuesta balizada se extiende a lo largo de un kilómetro y se recorre en una hora aproximadamente.
Entre los objetivos de la asociación sigue estando poder unificar el aspecto de estas bodegas, con la problemática que supone que cada una pertenezca a una persona, y de algunas casi no se conozca a sus dueños. “La idea es que todos los propietarios, dentro de sus posibilidades, pongan de su parte para, por ejemplo, pintar las puertas del mismo color y no se rompa la imagen que se ve del conjunto desde abajo”, explica Royo. También se está en trámites para que el Ayuntamiento adquiera una de las bodegas grandes y se pueda habilitar como centro de interpretación.
Además de esta lucha por poner en valor este conjunto de bodegas rupestres único, la entidad que preside también trabaja por conseguir que los monumentos de Torrijo, como la casa consistorial o la iglesia, sean declarados BIC (Bien de Interés Cultural) y así se protejan y respeten.
