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Eloy Tizón: "Si algo aprendí de mis maestros es su constante apelación al coraje. Me dicen: atrévete"

El escritor presenta en la librería Cálamo su libro de cuentos 'Plegaria para pirómanos', que publica el sello Páginas de Espuma

Retrato de Eloy Tizón en una de sus últimas visitas a Zaragoza.
Retrato de Eloy Tizón en una de sus últimas visitas a Zaragoza.
Guillermo Mestre.

Eloy Tizón (Madrid, 1964) regresa a Zaragoza de la mano de Páginas de espuma y de su nuevo libro de relatos: ‘Plegaria para pirómanos’, que presenta el martes 16 en Cálamo en compañía de Patricia Esteban Erlés, escritor y columnista de HERALDO, a las 19.00. Tizón hizo el servicio militar en Zaragoza y de aquella experiencia, entre otras, nació su libro ‘Velocidad de los jardines’.

No sé si para usted la literatura es el arte de una intensidad especial…

Sin duda lo es. Desde que me contagié del virus, allá por la adolescencia, hasta hoy, la literatura ha moldeado mi vida y determinado quién soy, quiénes son mis amigos, mis relaciones de pareja, mi forma de ganarme el pan y de estar en el mundo. Ha influido en todo. No sé si mejor o peor, pero estoy seguro de que sin la literatura mi vida habría sido otra.

La pregunta o sugerencia venía porque llevaba una década casi sin publicar cuentos. ¿Por qué ha tardado tanto?

No hay una razón determinada, o es una suma de pequeñas razones: mi propia lentitud como escritor, el no vivir de la literatura y tener que invertir mucha energía en otros trabajos alimenticios… Sin olvidar el hecho de haber atravesado una pandemia con toda la convulsión que eso supuso. No son excusas, más bien evidencias.

A veces, por lo especiales que son sus relatos, parece que es un cazador de cuentos, un perseguidor de situaciones y de extrañamientos, alguien que espera como una aparición… ¿Es así de alguna manera?

Sí, se parece bastante a como lo interpretas. Una mitad de mi escritura es voluntaria, se debe al tesón y al empuje diarios, mientras que la otra mitad es inesperada y espontánea, va por libre, se manifiesta cuando quiere y no atiende a horarios. Parte de mi trabajo consiste en equilibrar esas dos fuerzas. Mi literatura se halla en algún punto entre la disciplina y la gracia.

¿Sería este es uno de sus libros con mayor unidad interna, por decirlo así, con ese personaje Erizo que da continuidad, que va y viene? ¿Es como el protagonista más constante…?

Sin duda, este es el más unitario de mis libros de relatos. Así lo he concebido desde una fase temprana, como un todo. La presencia de Erizo sirve de nexo de unión, si bien no deja de ser una presencia escurridiza y por momentos problemática, ya que está y no está… Me gusta introducir esa condición escapista del personaje –como un Houdini de las letras– para hablar, justamente, de la identidad, de lo que somos y de lo que pudimos ser, y de las máscaras sociales que sirven para ocultarnos y desconocernos.

¿Cómo se plantea el cuento? Parece alejado del corsé, de la norma, de los decálogos, incluso de la secuencia de lo verosímil. En usted lo maravilloso irrumpe sin cortapisas en lo cotidiano.

Le agradezco mucho su valoración, que se acerca a mis propósitos. No tengo una noción cerrada de lo que debe ser un cuento, sino que me mantengo alerta, a la expectativa, con los sentidos abiertos, dispuesto a dejarme sorprender (e incluso avasallar) por lo que surge durante el proceso.

No planifico nada; me dejo llevar bastante. Lo que sí hago es corregirlos mucho después. El trabajo previo que no hago, tengo que hacerlo más tarde, a base de ajustes y correcciones. Dedico mucho tiempo –meses, años– a cada relato. Por eso tardo en publicar. No sé hacerlo de otra manera.

Eloy Tizón alterna todos los géneros desde una mirada poética.
Eloy Tizón alterna todos los géneros desde una mirada poética.
Guillermo Mestre.

¿Son los cuentos un laboratorio de experimentos: de personajes, de lenguaje, de atmósferas?

Totalmente. Por su versatilidad, lo considero el género idóneo para hacer pruebas, ensayos, asumir riesgos, equivocarme. Algo que una novela rechaza, el cuento puede admitirlo e incluso llevarlo más lejos, hasta otro nivel. Un cuento es aquello que la novela no te permite hacer.

Es un libro eminentemente literario: por la prosa, por la cantidad de voces, por las acciones siempre sorprendentes, incluso surrealistas, y también porque hay muchos escritores y escritoras. ¿No sé si lo ve así?

Sí, así es. Mi libro tiene algo de homenaje a la propia literatura, con abundantes referencias y guiños, no con afán erudito, sino como forma de gratitud y conjuro. Es algo que surge espontáneamente durante la escritura, sin necesidad de forzarlo. Escribimos, también, con la memoria y el archivo; con la biblioteca detrás. Los libros son monstruos que se alimentan de otros libros.

"A cierta edad, parece natural reflexionar sobre el propio oficio: acerca de su significado y alcance, y por qué hemos consagrado a él nuestra vida. Además de contar historias, considero pertinente meditar acerca del sentido que tiene contar historias, si es que tiene alguno"

¿Quería decirnos o decirse algo sobre el oficio de escribir?

Imagino que intento transmitir mi experiencia y mi devoción. Aunque no sea a nivel consciente, supongo que es inevitable que se filtren determinados contenidos autobiográficos, mezclados con mucha ficción. A cierta edad, parece natural reflexionar sobre el propio oficio: acerca de su significado y alcance, y por qué hemos consagrado a él nuestra vida. Además de contar historias, considero pertinente meditar acerca del sentido que tiene contar historias, si es que tiene alguno.

Para muchos, incluso para su editor Juan Casamayor, Eloy Tizón es un cuentista cuentista. Supongo que en la línea de Cortázar, Felisberto Hernández, el Borges de ‘La intrusa’ o ‘Emma Zunz’, muy alejado de Horacio Quiroga, sin embargo, y de Ignacio Aldecoa. ¿Qué tienen de especial los cuentistas, por qué se empeñan en trabajar este género que a veces aspira a la perfección y a la naturalidad del buen soneto, y que son difíciles para hallar lectores y mercado?

Todos ellos son nombres que me importan mucho, que me han marcado y que han supuesto –y siguen suponiendo– un estímulo a la hora de escribir. No para imitarlos, pues son inimitables en su singularidad y grandeza, sino para adoptarlos como referentes; son mis faros. Lo que tienen en común es que todos ellos son grandes infractores, que no se amoldan a la norma, sino que buscan incumplir la norma o impugnarla desde dentro para que sea la norma la que se adapte a ellos. Por eso son autores que abren caminos, que despiertan vocaciones entre los jóvenes y que nos obligan a renegociar el pacto de lectura. Si eso le conviene o no al mercado, es una cuestión secundaria que no me quita el sueño. A la larga, son los que quedan en pie.

¿Le hablan los objetos, o es que es alguien que sabe leer el silencio y atrapa sus diálogos y emociones?

Siento que en narrativa la emoción pasa por lo concreto. No es una cuestión de emplear palabras sublimes o grandilocuentes; al contrario, la emoción se apoya en las cosas, en lo material, en lo vulgar a veces. Esta mesa, esta silla, aquel perchero de allí. Ese es mi punto de partida, para intentar trascenderlo y ver qué ocurre entonces.

Tengo la sensación casi siempre que sus cuentos son los de un poeta. ¿Qué cree que le debe su mirada, sus enumeraciones, sus situaciones sorprendentes e incluso su seguridad a la poesía?

A la poesía y a los poetas les debo muchísimo. Aprendo cada día de ellos. Desde su manera de estructurar los libros con una mirada unitaria, hasta su acercamiento al lenguaje, no como si fuese un duplicado mimético del mundo, una simple herramienta, sino como algo capaz de crear de nuevo el mundo y construir realidad. Citando a uno de los grandes, Roberto Juarroz: El oficio de la palabra es un acto de amor: crear presencia.

Hay varios homenajes claros en el libro, pero quizá ninguno tan obvio como el de Leonard Cohen, ¿qué le dio, cómo le ha influido?

Es una especie de espíritu tutelar, que me ha acompañado durante la mayor parte de mi vida. Primero con sus canciones, que escuché de adolescente en la radio, como tantos otros, y después con sus libros de poemas y sus novelas que, aunque menos conocidas, son magníficas. Sobre todo El juego favorito, una crónica autobiográfica de sus años juveniles en Montreal, cargada de poesía y belleza. He tenido la suerte de verle actuar una única vez, en su última gira: fue inolvidable. Y más allá de la cultura, está el mito: sus amores, el hotel Chelsea, García Lorca, la isla griega, su ruina económica por culpa de una estafa, sus reclusiones en Mount Baldy… ¿Cómo no vamos a quererle?

Ante sus textos uno tiene la sensación de que ante todo desea ser un escritor libre.

Me esfuerzo en serlo, y lucho por ello, aunque siempre hay limitaciones, claro está. Si algo he aprendido de mis maestros, es su constante apelación al coraje. Los clásicos nos enseñan una cosa: atrévete.

Eloy Tizón escribió en Zaragoza buena parte de los borradores de 'Velocidad de los jardines'.
Eloy Tizón escribió en Zaragoza buena parte de los borradores de 'Velocidad de los jardines'.
Lisbeth Salas/Páginas de Espuma.
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