NOVELA e HISToRIA. OCIO Y CULTURA

Pedro Ciria: “No le hemos hecho justicia a la Zaragoza del primer tercio del siglo XX”

El escritor e historiador publica '18 de julio', en Doce Robles, y cuenta qué sucedió ese día en la capital del Ebro a través de un triángulo amoroso.

El escritor e historiador Pedro Ciria narra el comienzo de la Guerra Civil en Zaragoza.
El escritor e historiador Pedro Ciria, Jefe de Estudios de la Universidad de la Experiencia, narra el comienzo de la Guerra Civil en Zaragoza.
Beatriz Marzo.

En ‘La inocencia del cruasán’, abordaba el complejo y rico año 1923. ¿Por qué ese salto al 18 de julio de 1936, cuál era su idea, qué quería demostrar, investigar o aquilatar de la historia en esta novela, ‘18 de julio’ (Doce Robles), que presenta el viernes 14 de abril, en la sala María Pilar Sinués del Paraninfo de Zaragoza, con el historiador y catedrático Guillermo Fatás y su editor Javier Lafuente?

La Guerra Civil ha sido el leitmotiv de infinidad de monografías de Historia, de novelas, de películas, de cómics… Lo conocemos casi todo, pero lo que ocurre en la mitificada fecha del 18 de julio, ese día, ese fin de semana en concreto, a menudo ha pasado de puntillas. No es cuestión de ideologías ni de prejuicios. ¿Cómo se viven a pie de calle 36 horas que cambian la historia de un país? ¿Y en las altas esferas? Hay un golpe de estado, pero no se inicia una guerra, todavía no hay guerra. Nosotros sabemos el final de la historia, pero los protagonistas no; ellos no se lo podían ni imaginar.

¿Qué ha sido más difícil: contar el relato de ese triángulo amoroso, con su evolución, o documentar casi el hora a hora del golpe de Estado?

La creación literaria es, ante todo, libertad. La Historia exige rigor, precisión y honestidad. La documentación ha sido tan laboriosa como apasionante, pero muy exigente. Con un tema tan delicado, sobre del que tanto se habla y tanto se desconoce, hay que pisar sobre seguro. El armazón histórico no debe tener fisuras, pero necesita ser flexible para encajar en él una ficción que atrape al lector, que le transporte a una calurosa tarde de verano de hace más de noventa años y se sienta como en casa.

Hablemos de los tres protagonistas. ¿Existían mujeres con esa determinación y vida mundana y erótica como Nita o se ha dejado llevar por la imaginación?

Nita es una mujer de la República: joven, desinhibida, buena estudiante y con un futuro muy prometedor. En unas horas su vida da un vuelco y la realidad le empuja a descubrir que jamás nada volverá a ser igual. Es un personaje de ficción tan actual que el lector se mete rápidamente en su piel, pero no anacrónico. Es hija de su tiempo. Sin darnos cuenta se apodera de la novela y la hace suya.

"El escenario es real, el hecho histórico del golpe es real, las líneas maestras de la actuación de los personajes históricos son reales. El resto es ficción, guardando el necesario equilibro entre novela e Historia"

El protagonista es Willy, Guillermo Ortega, periodista deportivo, menor, de ‘El Noticiero’. ¿Cómo nació, por qué eliges un periodista tan modesto e inexperto?

Sabemos que Zaragoza cae del lado rebelde, sabemos qué decisiones se toman en los grandes despachos, pero es necesario entrar en ellos y este personaje es la llave. Willy es inmaduro y apuesto, despreocupado. Como a Nita, la Historia lo atropella. Transmite al lector la tensión de la improvisación, del no saber qué pasará dentro de media hora, de verse superado por los acontecimientos, de no comprender. Willy puede ser cualquier joven aragonés de 1936, o de hoy.

Retrato de Pedro Ciria en el Paseo de la Independencia.
Retrato de Pedro Ciria en el Paseo de la Independencia.
José Miguel Marco.

Y el tercer ángulo o lado del triángulo es José Miguel, su hermano y secretario personal del gobernador... ¿Cuál sería su misión?

José Miguel es la madurez, la clase media, el hombre común, el ladrillito que ayuda a construir la Historia con mayúsculas. Una Historia que nunca reconoce las pequeñas aportaciones. Un ladrillito que, sin buscarlo, se encuentra adosado a la clave de bóveda.

Dentro de la esfera militar, hay dos personajes claves: Miguel Cabanellas, tan paradójico, y Núñez de Prado. ¿Cómo los ve, son las víctimas? ¿Pasa Cabanellas de la lealtad a la traición?

Los militares son los protagonistas de la Historia con mayúscula, pero no he querido que lo fueran de esta novela. Cabanellas siempre será visto por los republicanos como el gran traidor que entregó Zaragoza y la mitad de Aragón. Era un viejo lobo curtido en África, masón y con muy buena relación con la administración republicana, al contrario que varios de sus antiguos colegas como Sanjurjo o el propio Franco. Mola se había reunido con él pero no logró arrancarle un compromiso claro de su apoyo a la sublevación. Jugaba a las cartas con el gobernador, iban a los toros. Nadie se lo esperaba. Por su parte, Núñez de Prado representa la impotencia del Frente Popular. En España, los poseedores del monopolio de las armas han sido siempre la gran amenaza del poder establecido, sea el que fuere.

¿Ha querido hacer una novela de espías o de periodismo?

He querido hacer una novela de personas como nosotros arrastradas por los acontecimientos. Periodismo y espionaje son dos herramientas narrativas muy potentes -y actuales- para atrapar al lector. Para esta novela he pensado especialmente en la gente joven que quiera saber qué fue aquello: narración en tiempo presente, diálogos ágiles, fácil lectura, acción trepidante.

¿Habría sido tan fácil acceder a los secretos de Estado de lo que se estaba moviendo?

Tengo serias dudas acerca de que se tuvieran como secretos de Estado ciertas cuestiones. La España de la II República, muy avanzada en el plano legislativo, hereda múltiples carencias que tiene dificultades para gestionar. La sublevación no es vox populi, pero tampoco secreta. 

"Para esta novela he pensado especialmente en la gente joven que quiera saber qué fue aquello: narración en tiempo presente, diálogos ágiles, fácil lectura, acción trepidante"

¿Cómo era aquella Zaragoza?

A mi juicio, fascinante. No le hemos hecho justicia a la Zaragoza del primer tercio del siglo XX. Tanto en ‘La inocencia del cruasán’ como en ‘18 de julio’ he querido transmitir la sensibilidad de aquella época, cómo sería pasear por sus calles, admirar sus edificios, tomarse un jerez en sus terrazas, a qué huelen sus cafés, qué preocupa a sus habitantes, cómo viven su ocio o atienden su negocio. Era una ciudad que había crecido mucho, que había dejado por fin de ser una cabecera comarcal para convertirse en una metrópoli, con todas sus implicaciones.

No aparecen mucho, pero evocas a los Alifantes y al personaje José María Gayarre, un poco enamoriscado de Willy...

En términos cinematográficos, hay dos ‘crossovers’: José María Gayarre, que tiene un cameo pequeño pero decisivo, y Tomás ‘el Maño’, que se rebela como el gran líder de aquellos que toman las armas para defender la ciudad de la amenaza fascista, pero que en ningún caso piensan en términos de República, sino de Revolución. Esto es esencial para comprender qué está sucediendo en realidad.

Para el escritor de ficciones que es usted, ¿qué diálogo quería establecer con el lector y con el arte mismo de la novela?

Quiero llegar al público joven. Quiero que descubran que novela histórica no solo es Edad Media, que novela trepidante no solo es la policiaca y que los protagonistas de un tiempo tan lejano, y a la vez tan cercano, podrían haber sido ellos. No es una novela con ambientación histórica, es una novela que se sumerge en los acontecimientos y quiere hacer partícipe al lector para que los comprenda. Se puede olvidar un concepto, pero no una emoción.

¿Cuántas licencias de invención se ha permitido, sobre todo con los muertos?

Todas. No tenemos documentados grandes altercados en esas horas. El escenario es real, el hecho histórico del golpe es real, las líneas maestras de la actuación de los personajes históricos son reales. El resto es ficción, guardando el necesario equilibro entre novela e Historia.

"¿Cómo hemos podido llegar a esto?", se pregunta un personaje. Cuestión para el historiador Pedro Ciria: ¿por qué se llegó a ese convulso 18 de julio?

Es la gran pregunta. El hermano contra hermano viene después, cuando el golpe del 18 de julio fracasa, porque su objetivo era tomar rápidamente el poder en Madrid y no lo logra. Es entonces cuando deviene en guerra civil. El 18 de julio es otro más de las decenas de golpes de estado que trufan la historia de España. Pero estamos en 1936, ni en 1923 ni en 1820, el mundo ha cambiado.

¿Qué duele profundamente en esta novela, qué le ha dolido?

El futuro perdido, el proyecto de vida que nunca llegará, la juventud truncada.

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