literatura

"La Guerra Civil guarda secretos de familia en los dos lados que aún no se han conocido"

El historiador Dimas Vaquero publica la novela con tintes detectivescos 'Los cuadernos del Rastro' sobre la sublevación de 1936 en Zaragoza.

El historiador Dimas Vaquero, un investigador que publica la novela 'Los cuadernos del Rastro' sobre la Guerra Civil en Zaragoza.
El historiador Dimas Vaquero, un investigador que publica la novela 'Los cuadernos del Rastro' sobre la Guerra Civil en Zaragoza.
Oliver Duch

"La Guerra Civil guarda secretos de familia en los dos lados que no se han conocido ni han llegado a cerrarse".  Así lo considera el historiador Dimas Vaquero, que ha escrito una investigación convertida en novela con tintes detectivescos, 'Los cuadernos del Rastro',   con la que pretende acercar este periodo negro de la España del siglo XX. "La Guerra Civil provoca las consecuencias de la posguerra y todavía hay familias con desaparecidos", afirma.

El eje de su novela, que se presentará el próximo sábado en el Museo Provincial de Zaragoza, Vaquero defiende que trascurre "en torno a la Guerra Civil, pero no es un libro sobre la Guerra Civil". Arranca con un joven (Francho) al que su padre le transmitió la afición por el  coleccionismo y a recorrer el Rastro de Zaragoza. En un episodio actual, allí encuentra con su pareja Leyre una caja que compran por kilos a un vendedor y al llegar a su casa se encuentran dentro libros y una carpeta con un 'detente bala' o un escudo escapulario religioso utilizado por los carlistas en la Guerra Civil, una gorra roja y unos cuadernos. 

"Los cuadernos son el punto de arranque de la trama de la novela", señala el autor. Aunque estos escritos no tienen autor, relatan los acontecimientos previos a la sublevación de la Guerra Civil, con historias de los generales Mola, Franco y Cabanellas (jefe de la Quinta Región Militar en Zaragoza). Cuentan las vivencias de dos carlistas aragoneses y se centran en la relación del general Mola con el Carlismo en Navarra, cómo preparan su entrada en la sublevación desde casi dos años antes del 18 de julio de 1936. 

"Los 8.000 carlistas boinas rojas se prestan al golpe, que no se improvisó. Hicieron expediciones a Italia, donde pasaron camuflados como soldados peruanos para entrenar la sublevación militar en España. Entrenaban los fines de semana en los montes de Navarra", relata el historiador, que basa en sus investigaciones una novela "más popular", que publica Editorial Imperium. 

Popularizar las investigaciones históricas

Dimas Vaquero, profesor de Historia del colegio Montecanal y de la Facultad de Educación, tiene claro que casi 90 años después de la Guerra Civil (1936-1939) los historiadores siempre trabajan con las fuentes oficiales, pero sus publicaciones apenas tienen difusión. "La labor es impecable, pero me pregunto por qué esas investigaciones históricas no pueden popularizarse. Con este libro quiero que se conozcan los daños colaterales", sostiene. 

Francho llega a enterarse de la verdadera historia de su familia republicana a través de esos cuadernos y Leyre consigue en el lecho de la muerte de una familiar carlista suya que le reconozca el error que cometió al poner su ideología por encima de una niña abandonada en un hospicio.

"Los chicos que compran los cuadernos en el Rastro van conociendo las historias que leen y son las de sus familias relacionadas con los primeros días de la Guerra Civil", detalla el historiador. Francho era descendiente de un republicano que reside en Leciñena y tuvo que huir; mientras Leyre conoce a través de la boina que sale en la caja del Rastro que sus abuelos eran requetés y también guardan en su casa el escapulario 'detente bala' que siempre llevaban los carlistas en el pecho "como un escudo contra los ataques de los contrarios". 

"Hay una tía de Leyre que abandonó a su hija en el hospicio en Zaragoza y nunca se ocuparon de ella. Eso provocó que la relación entre la familia fuera muy dura y la chica recupera ese contacto con ella porque vivía en el Barrio Jesús", precisa el autor. 

El general Miguel Cabanellas y Jesús Comín 

Vaquero utiliza la trama histórica que ocurrió en Zaragoza para recordar la sublevación del general Miguel Cabanellas, quien era masón y llegó a recibir al jefe de los carlistas en Aragón, Jesús Comín, (el que tuvo calle en Zaragoza hasta que se cambió por Ana Isabel Herrero y dirigió el Tercio de Nuestra Señora de las Nieves con voluntarios requetés) cuando le llevó 20.000 fusiles en el palacio de Aljafería en varios convoyes.

"Hablamos de los hijos de la noche, que era una red de evasión de los anarquistas que sacan gente de la ciudad por los montes de Torrero hacia Fuendetodos porque podían ser represaliados", relata.  

Además, el historiador recuerda en la novela que dos carlistas se fueron al País vasco francés, entre San Juan de Luz y Biarritz, en 1935 para preparar el golpe comprando armas a contrabandistas en medio del mundo de los espías que se vivió. 

"Hay anécdotas de Mola, Franco y Cabanellas, como el tráfico de armas o cómo se vive la sublevación en África cuando están de maniobras unos militares españoles con el teniente coronel Yagüe", enumera el autor. "Al acabar esos ejercicios se brinda con el grito: 'Café, café, café'. Era la clave del acrónimo de la sublevación: Arriba Camarada Falange Española. Algunos militares la sabían y otros no".              

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