LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Ignacio Martínez de Pisón: "Cuento una degradación material y, sobre todo, moral"

El escritor zaragozano presenta el miércoles 22, en el IAACC 'Pablo Serrano', su extensa novela 'Castillos de fuego', en diálogo con Eva Cosculluela 

Ignacio Martínez de Pisón tiene claro su punto de vista: retrata la condición humana y sus paradojas en un tiempo extremado.
Ignacio Martínez de Pisón tiene claro su punto de vista: retrata la condición humana y sus paradojas en un tiempo extremado.
Iván Giménez/Seix Barral.

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) es uno de los grandes narradores españoles de las últimas tres décadas: minucioso, elegante, preciso, de estilo invisible y narración fluida y amena que persigue atrapar y fijar la crónica de la vida cotidiana española, ajena a cualquier épica o desmesura. Lo ha contado casi todo: la guerra de África, la vida en el protectorado español, la presencia de españoles en Hollywood, los italianos en la Guerra Civil, algunas historias de personajes marginales o pícaros tras la interminable posguerra, y ha realizado varios retratos de las mujeres en libros como ‘María Bonita’ o ‘El tiempo de las mujeres’, entre otros muchos títulos. Con ‘La buena reputación’ logró el Premio Nacional de Narrativa, y es autor de libros que han deslumbrado a finísimos paladares como el de Vargas Llosa con ‘Enterrar a los muertos’ o ‘Filek’. Ahora publica ‘Castillos de fuego’ (Seix Barral, 2023. 700 páginas), una novela coral en cinco libros, centrada en Madrid, entre 1939 y 1945, donde explora las contradicciones y el afán de supervivencia de un conjunto de personajes que pugnan con la vileza, la delación, la mezquindad, el amor y el sexo, y la casi absoluta falta de esperanzas. O de certezas.

¿Qué quiere decir cuando se define como un escritor realista? ¿Y en qué otros autores realistas piensa, hay para usted un modelo próximo de autor realistas?

Para mí el realismo que nace a mediados del siglo XIX sigue siendo la tradición narrativa central, y todas las novedades y experimentaciones del siglo XX han acabado incorporándose a ella y enriqueciéndola. Las novelas de Galdós, escritas hace más de un siglo, se mantienen mucho más frescas que novelas de hace solo quince o veinte años. Pero, si ahora escribiéramos una novela ambientada en la época de Galdós, no se parecería a las suyas, entre otras cosas porque la aparición del cine y las vanguardias cambió la forma de contar de los novelistas. Pero mi querencia por el realismo empezó con la lectura de los autores del realismo sucio norteamericano. Fueron ellos los que me hicieron valorar mejor nuestra propia tradición realista.

¿Por qué esta novela, qué buscaba y qué quería decir y contar? ¿Por qué se ha ido a Madrid, un lugar más bien ajeno a su trayectoria e incluso a su vida?

Quería contar un momento histórico y una sociedad que no habían despertado mucha curiosidad entre los novelistas. Ese Madrid de primeros de los años cuarenta, con el hambre, la represión feroz, los fusilamientos, etcétera, es a la vez siniestro y fascinante. Los derrotados vivían escondidos, metidos en sus madrigueras, y los que se incorporaban a la resistencia sabían que se arriesgaban a ser detenidos y acabar en el paredón. Pero las cosas podían cambiar en cualquier momento. Los ecos que llegaban de Europa, de la Segunda Guerra Mundial, anunciaban cambios inminentes, que finalmente no llegaron a concretarse.

"La historia de Valentín está lejanamente inspirada en la de Roberto Conesa, que como él formó parte de las Juventudes Socialistas Unificadas y se dedicó a cazar a sus antiguos camaradas. Eso le llevó a prosperar dentro de la policía y convertirse en jefe de la Brigada Político-Social", dice Pisón

¿Se impuso desde el primer momento que fuese una novela coral y a la vez un gran friso de personajes y de hechos?

Sí, quería que fueran muchos los personajes que compartieran el protagonismo, tejer con todos ellos una red semejante a la de la realidad, en la que nuestros destinos se entrecruzan constantemente con los de otras personas. Pero, más que a representar esa realidad, la novela aspira a construir una realidad nueva, autosuficiente, completa, cerrada en sí misma.

En su novela coral 'Castillos de fuego'., Martínez de Pisón se centra ante todo en cinco personajes claves.
En su novela coral 'Castillos de fuego'., Martínez de Pisón se centra ante todo en cinco personajes claves.
Iván Giménez/Seix Barral.

¿En qué medida ha intentado hacer, si puedo decirlo así, una miniatura de la degradación de la inmediata posguerra?

Yo no hablaría de miniatura, tratándose de una novela de setecientas páginas… Pero sí es un mapa, un intento de cartografiar un espacio determinado y todo lo que está asociado a él, incluida esa degradación que tú mencionas. Una degradación que es material pero sobre todo moral.

En cierto modo, y de ahí su mirada hondamente humanista, aquí parece da la sensación de que nadie estaba a salvo, ni de los enemigos, de los que habían ganado, ni de los amigos o correligionarios…

Era un Madrid de chivatos y delatores. España entera era así. Algunos delataban como acto de servicio al régimen, pero otros lo hacían para salvarse ellos. Quienes en el pasado no habían mostrado el suficiente entusiasmo por el bando de los ganadores tenían que hacer muchos méritos para ser aceptados en la nueva España.

¿Cuál es para usted el gran tema de la novela: el miedo quizá, la supervivencia...?

El envilecimiento de la sociedad. Un envilecimiento que acompaña a todas las dictaduras y que hace difícil mantener a salvo la propia dignidad.

¿Pensaba el poder de manera tan perversa o tan constante en aniquilar al enemigo?

El régimen que surgió de la guerra civil fue un régimen de exterminio. Sus enemigos no tenían derecho ni a la libertad ni a la vida. Tampoco al propio patrimonio: ahí estaba la Ley de Responsabilidades Políticas, que legalizaba la incautación de los bienes de los derrotados. Lo que estaba ocurriendo en Europa, con la imparable extensión del nazismo, estaba en consonancia con esa voluntad genocida: era el signo de los tiempos. Las cosas solo cambiaron cuando empezó a atisbarse la posible victoria de los aliados. Para Franco lo importante era su supervivencia política, que a partir de cierto momento iba a depender de los norteamericanos… En el nuevo escenario que se abrió tras la Segunda Guerra Mundial, lo que le salvó fue su anticomunismo. Estados Unidos, que podía haber liberado España como liberó Italia, prefirió mantener en el poder a un dictadorzuelo como Franco, cuyas credenciales anticomunistas eran incuestionables.

"El régimen que surgió de la guerra civil fue un régimen de exterminio. Sus enemigos no tenían derecho ni a la libertad ni a la vida. Tampoco al propio patrimonio: ahí estaba la Ley de Responsabilidades Políticas"

¿Cómo se enfrenta un escritor a ese clima real y subterráneo de violencia sin caer en el panfleto?

Si hay algo de lo que me empeño en huir es del maniqueísmo. Por eso en esta novela no hay épica: porque la épica es esencialmente maniquea, el mundo dividido en el bando de los buenos y el bando de los malos. Prefiero pensar que las novelas sirven para asomarse a la inmensa complejidad del ser humano, capaz de las mayores heroicidades y también de las mayores vilezas. Y, en definitiva, ¿quién soy yo para juzgar a nadie desde el confort de mi vida, en la que no me he visto expuesto a situaciones extremas como las que entonces sufría diariamente la gente normal?

¿Ha querido demostrar que incluso en los villanos hay detalles humanos y que hasta los más idealistas acaban cediendo de algún modo poco honroso?

Eso es habitual en todas mis novelas: buscar en los personajes luminosos su parte de sombra y en los sombríos su zona de luz. Si no fuera así, mis personajes no parecerían de carne y hueso. Serían títeres de cachiporra.

¿Había alguna esperanza en aquel clima de persecuciones y delaciones?

La única esperanza era que las cosas cambiaran y Franco desapareciera de escena. Pudo ocurrir en 1944, pero la oposición no se había preparado, buscando por ejemplo un líder como De Gaulle, y el fracaso de la invasión por el Valle de Arán acabó fortaleciendo el régimen de Franco. Lo más curioso es que de todas estas cosas la gente común no tenía la menor noticia. La prensa, por supuesto, solo contaba lo que interesaba a las autoridades.

¿Cuál era el lugar del amor y del sexo? ¿Podía ser moneda de cambio o, más allá de la necesidad, una forma de evasión, que no dejaba de ser peligrosa? Pienso en la taquillera Alicia, entre otros personajes.

En los períodos de peligro y tensión extrema, por ejemplo en las guerras, el sexo siempre ha sido una espita a la que la gente recurría en busca de alivio, consuelo, calor humano… Y, aunque no fuera así, el amor es como esas plantas que se empeñan en arraigar en los terrenos más estériles.

En ‘El día de mañana’ ensayó con éxito el relato en primera persona de muchos personajes. ¿Por qué elige aquí la tercera, esa voz más o menos neutra que todo lo sabe y lo cuenta?

Me gusta experimentar un poco con cada libro, aunque en este, con respecto a 'El día de mañana', el experimento haya consistido en recuperar las técnicas más clásicas de la novela. Pero, cambiando Barcelona por Madrid y el tardofranquismo por la primera posguerra, el propósito de ambas novelas es parecido.

El escritor aragonés ha invertido mucho tiempo de documentación y de redacción: más de dos años de intenso y minucioso trabajo.
El escritor aragonés ha invertido mucho tiempo de documentación y de redacción: más de dos años de intenso y minucioso trabajo.
Iván Giménez/Seix Barral.

¿Qué significó el maquis en aquella posguerra? ¿Cómo Se enfrenta a un personaje como Eloy?

Al principio no existía un maquis organizado sino grupos de exsoldados republicanos que buscaban refugio en los montes y vivían casi como bandoleros. A partir de cierto momento el Partido Comunista tratará de formar con ellos un ejército del interior. Entonces sí que podría hablarse de maquis o de partisanos. Cuando Eloy se une a ellos lo hace por sus convicciones pero también por una especie de compromiso personal: tiene muchos motivos familiares para tratar de derrocar el régimen de Franco.

En esa época se daban paradojas como la de Valentín: el excomunista que quiere redimirse persiguiendo comunistas. ¿Ha encontrado muchos ejemplos de actitudes tan siniestras como la suya en tu trabajo de documentación?

Cuanto mayor había sido tu compromiso con organizaciones republicanas, mayor era el esfuerzo que se te exigía para purgar ese pasado y permitir que te acomodaras en la nueva España. Los ejemplos abundan. La historia de Valentín está lejanamente inspirada en la de Roberto Conesa, que como él formó parte de las Juventudes Socialistas Unificadas y se dedicó a cazar a sus antiguos camaradas. Eso le llevó a prosperar dentro de la policía y convertirse en jefe de la Brigada Político-Social.

Otro personaje singular es Basilio: profesor y masón depurado que no encuentra su sitio. ¿Qué le interesó de alguien así, o sencillamente era un ejemplo más extendido de lo que pudiera parecer?

Las autoridades de la nueva España daban mucha importancia a la formación de las nuevas generaciones de españoles. Para ello no confiaban en los profesores y maestros, a los que tendían a considerar herederos del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y, por tanto, enemigos. Fueron muchos los depurados en el ámbito de la enseñanza. También fueron muchos los que, sin más méritos que su afinidad política con el nuevo régimen, aprovecharon esa circunstancia para medrar en la universidad.

Uno de los casos reales, conmovedores, es de Trilla. Ejecutado por los suyos. ¿Era muy conocida su historia o la encontró y le pareció un espejo?

Conocía la historia. Hace veinte años llegué a entrevistar a su primera mujer, Lydia Kúper. Hasta hace poco había quien seguía pensando que Gabriel León Trilla había sido una víctima del franquismo, cuando en realidad fue eliminado por los suyos, los comunistas. Como Heriberto Quiñones y otros luchadores comunistas de la época, su historia es trágica: quienes tenían que defenderlos y celebrar su coraje y su sacrificio, no hicieron otra cosa que calumniarlos.

¿Hasta cuándo se mató en España de forma tan indiscriminada?

Hasta poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial los fusilamientos eran casi diarios. En cuanto se vio que los aliados iban a ganar la guerra, el régimen trató de reparar su propia imagen y la represión se suavizó.

Después de un libro como este, tendrá una visión diferente, o cuando menos con más argumentos, probablemente nuevos, de Franco. ¿Cómo lo define, qué España y qué forma de convivencia creó?

La sociedad española tiende a recordar las últimas décadas de la dictadura franquista, que, en comparación con los primeros años, fueron relativamente incruentas. Pero para hacer un juicio global sobre lo que fue aquella larga etapa de nuestra historia no podemos ignorar el genocidio de los primeros años. Cincuenta mil fusilados en tiempos de paz: eso lo dice todo.

"Hasta hace poco había quien seguía pensando que Gabriel León Trilla había sido una víctima del franquismo, cuando en realidad fue eliminado por los suyos, los comunistas"

La España convulsa de hoy, enconada de nuevo, enfrentada por todo, ¿qué enseñanzas podría extraer de la novela?

Cada cierto tiempo las sociedades se ven dominadas por inesperadas pulsiones autoritarias. Se diría que es lo que está ocurriendo ahora, al menos entre una parte de la sociedad. Ojalá esa gente tuviera alguna curiosidad por el pasado y viera lo frágil que es la convivencia y lo difícil que es recomponerla, una vez rota.

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