historia

El bombardeo que llenó de cadáveres la calle de Don Jaime I

Desaparece la placa franquista que recordaba un episodio sangriento de la guerra civil en Zaragoza que se saldó con un centenar de muertos.

Imagen de los daños causados por el bombardeo en el edificio de la calle de San Gil, esquina con Espoz y Mina.
Imagen de los daños causados por el bombardeo en el edificio de la calle de San Gil, esquina con Espoz y Mina.
Marín Chivite/Biblioteca Nacional

Aunque muchos zaragozanos creen aún que Zaragoza no sufrió bombardeos aéreos en la guerra civil, más allá de los artefactos arrojados en el Pilar y que no llegaron a explotar, lo cierto es que la capital aragonesa sí los sufrió, y alguno de ellos graves y de dolorosas consecuencias. El de la basílica fue el primero, el 3 de agosto de 1936, pero no sería el último. Uno de los bombardeos más sangrientos tuvo lugar a principios de mayo de 1937, y aunque todavía el suceso está rodeado de oscuridad y de incógnitas, se da por hecho  que en él fallecieron cerca de 100 personas. Y vuelve a estar de actualidad porque ha desaparecido la placa franquista que lo recordaba, sin que aparentemente se haya advertido el hecho durante meses. 

Era una placa, también, con incógnitas. Se ubicaba en la fachada de uno de los edificios que sufrió el bombardeo, en la confluencia de las calles de Don Jaime I y Espoz y Mina, pero en la cuarta planta, justo debajo de las mansardas. Al estar ubicada a tan gran altura, era casi inapreciable desde la acera y solo los zaragozanos más veteranos recuerdan su existencia. Muchos vecinos de la zona ni habían reparado en ella. 

La placa, realizada en baldosines de cerámica, reunía casi todos los símbolos del franquismo: en un marco con la bandera roja y negra de Falange, estaban representados el escudo carlista, el yugo y las flechas, la bandera rojigualda, la leyenda '¡Viva España!', la fecha del 3 de mayo de 1937 y, en el centro, una bomba. La interpretación era evidente, pero en ella no había ninguna mención al suceso concreto ni al número de víctimas que causó. 

¿Que ocurrió en Zaragoza ese 3 de mayo de 1937? Aún hoy es difícil reconstruirlo porque está desvirtuado por la propaganda franquista que, en un primer momento, aprovechó la censura militar para evitar que se publicaran datos y fotografías sobre lo ocurrido, y posteriormente utilizó el suceso. Pero historiadores como Dimas Vaquero han reconstruido lo que ocurrió aquel día, cruzando fuentes documentales y testimoniales de todo tipo, y podando la hojarasca de la propaganda.

Vaquero publicó un artículo en el número 114 de la revista 'Rolde' en el que relataba: "... a las seis y media de la tarde, un avión republicano causó el pánico en las calles de la ciudad, obligando a refugiarse a sus gentes en sótanos y portales. El aparato cruzó la ciudad de sur a norte dejando caer la primera de sus bombas en la calle de Don Jaime, en las horas más concurridas de un día primaveral, cuando hacía pocos minutos que los niños habían salido de sus colegios. La bomba cayó sobre el alero de las casas números 44 y 46 de la calle Espoz y Mina, esquina con la calle Don Jaime. Unos metros más abajo otra bomba impactaría contra el pavimento de la misma calle, frente a los números 46 y 48, quedando igualmente afectado el número 43. El aspecto fue espantoso y desolador. Casi un centenar de heridos y muertos se desparramaban por la calle, entre sus escombros, cables eléctricos, sumergidos en los gritos de pánico y lamentos de la población, pidiendo auxilio angustiosamente (...). El avión, en su salida de la ciudad, y al pasar por la barriada de Puente Virrey, en San José, dejó caer otras dos bombas, alcanzando una de lleno a la casa número 8 de la calle de Puente Virrey, quedando convertida en un montón de escombros y ruinas que sepultarían a toda una familia (...). La otra bomba fue a caer a una acequia próxima, provocando más víctimas con la metralla".

Placa de cerámica que recordaba el bombardeo de Zaragoza
Placa de cerámica que recordaba el bombardeo de Zaragoza
Pedro Fondevila

El suceso causó honda conmoción en la ciudad porque todo ocurrió en una de las calles más céntricas y a una hora de mucha actividad. La escena debió ser estremecedora. El veterano periodista Pedro Fondevila recuerda que su madre le contaba haber visto algún miembro amputado colgando de los cables de un tranvía, destrozado por una de las bombas. En eso coincide con otros testimonios orales, que hablan de que en el vehículo viajaban  numerosos soldados marroquíes que luchaban en el bando de Franco. Pero las bombas no distinguen y también murieron numerosos zaragozanos de a pie, no combatientes. Hay testimonios que hablan del impacto que causó en la ciudad el cadáver de un niño que conservaba la mochila colegial a la espalda pero que había perdido la cabeza en la explosión. De la crudeza del bombardeo da fe también una caja de fotografías que se conserva en la Biblioteca Nacional. En algunas de ellas, por detrás, se confunde la fecha ('4 de mayo de 1937') y una mano anónima escribió a lápiz: "Este bombardeo produjo cerca de 100 muertos". 

El alcalde de Zaragoza, López de Gera, anunció al día siguiente que el municipio se haría cargo de la sepultura de todas las víctimas y costearía de su bolsillo la de aquellos que no pudieran pagarla. Y aunque en su día no se publicaron fotografías de los efectos del bombardeo, meses después el régimen franquista sí las usaría en algunas de sus publicaciones como arma propagandística contra el bando republicano.

No consta la fecha en la que se colocó la placa en el edificio de Don Jaime I con Espoz y Mina, pero todo parece apuntar que se hizo poco tiempo después del bombardeo, cuando se reconstruyera la parte afectada por las explosiones. Se buscó imitar (más bien disimular y con resultados toscos) las placas decorativas de cerámica, de inspiración modernista, que ya lucía el inmueble. Allí ha estado la placa durante más de 80 años hasta que el año pasado desapareció tras unas obras de adecentamiento exterior del edificio. Fuentes municipales señalaban a este periódico el viernes pasado que estaban al tanto de la desaparición. "Desde el área de Cultura se solicitó a la comunidad de propietarios que retirara la placa, pero, al parecer, no lo han hecho, sino que la han cubierto, tapado con escayola. Ya hemos comunicado lo sucedido al Servicio de Disciplina Urbanística", señalaban. La Ley de Memoria Histórica obliga a retirar este tipo de elementos.

A la izquierda, la fachada del edificio que da a Espoz y Mina, con la placa que recordaba el bombardeo señalada con un círculo rojo. A la derecha, estado actual.
A la izquierda, la fachada del edificio que da a Espoz y Mina, con la placa que recordaba el bombardeo señalada con un círculo rojo. A la derecha, detalle ampliado del estado actual.
Oliver Duch

Se da la circunstancia de que el edificio, conocido como Casa Marín Corralé, tiene importancia arquitectónica. Lo construyó el arquitecto Francisco Albiñana para los hermanos Ángel y Víctor Marín Corralé, conocidos médicos zaragozanos, en el año 1916. Es un edificio de estilo centroeuropeo y modernista que se encuentra entre los más importantes de su época en Zaragoza. Albiñana era una personalidad especial, magnética, que a la brillantez en el ejercicio de su profesión unía unas enormes cualidades personales. Lo conocían como 'el  arquitecto de los pobres' porque ejerció gratuitamente en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza y donó también algunos de sus proyectos. Llegó incluso a apoyar a los obreros de la construcción en sus huelgas, algo insólito para un arquitecto de su época. Fue detenido al comienzo de la guerra civil y fusilado en octubre de 1936. 

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