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Miguel Pardeza: "Zaragoza es una pieza clave en mi educación personal y cultural"


Tras ‘Torneo’, el exfutbolista y capitán del Zaragoza que ganó la Recopa en 1995, publica la novela ‘Angelópolis’ (Renacimiento), que sucede en México

Miguel Pardeza publica 'Angelópolis'.
Autorretrato de Miguel Pardeza, que acaba de escribir una ambicioso y mestizo libro.
Miguel Pardeza

¿Qué le dio México, no solo como ciudadano, sino como fabulador y narrador?

Me dio un libro, que no es poco, pero más allá del regalo literario, me ganó tiempo para ir haciéndome a la idea de lo que se me venía encima, una etapa completamente nueva en mi vida, de la que no tenía ni idea si saldría o no airoso. Aparte, el conocimiento de primera mano de un país fascinante, en todos los sentidos imaginables, geográfico, histórico, cultural. En fin...

¿Se había imaginado que existiese un país con esos personajes tan desaforados, tan lleno de violencia, y a la vez tan preso en la superstición, la religión, lo esotérico?

No, en absoluto, lo más cerca que estuve nunca antes de llegar a Puebla de ese universo marcado como bien dice por el desafuero pasional, las violentas contradicciones y lo sobrenatural elevado a categoría social fueron las novelas de García Márquez. En gran parte de Sudamérica no hace falta recurrir a la imaginación para componer un relato mágico al modo del genio colombiano. Basta abrir los ojos para que esa realidad alucinada, sobredimensiona, donde lo imposible se concreta como si tal cosa, se te revele con total normalidad.

¿Cómo fueron los dos años para el futbolista en su ocaso y para el intelectual?

Los viví con una mezcla de sentimiento de derrota y esperanza, aunque en el caso de la esperanza tamizada por el escepticismo. Más que nada porque pienso, con Cioran, que la esperanza es una las principales fuentes de infelicidad, decepción y hartazgo del mundo. Pero eso es otro asunto. Yo fui a México, nunca mejor dicho, a dar las boqueadas, y sobre todo a coger un poco de aire tras dieciocho años de vida profesional, porque mi vida profesional empezó con catorce años, cuando llegué a Madrid con una idea fija y clara. Por suerte, para mí, tenía los libros, que siempre han venido a socorrerme cuando más perdido me he visto, cuando menos luz veía al final del camino.

Miguel Pardeza publica 'Angelópolis'.
Miguel Pardeza en un viaje reciente a Sevilla.
Archivo Pardeza.

Entre sus proyectos surgió la idea de hacer un libro sobre la importancia y los valores del fútbol. ¿Qué le llevó a cambiar?

Por un lado, la eclosión de esa literatura, que de pronto inundó las librerías. Y por otro, supongo, el hecho de que en el fondo a mí la literatura futbolística nunca me ha interesado lo más mínimo. Hay buen periodismo deportivo, buenos cronistas, columnistas, incluso algún cuentista. Pero, desde mi punto de vista, poco más. Aquella fue una idea que nació en mí como un tributo a mi profesión, pero, según pude comprobar, bastó el menor escollo, esa efervescencia del tema deportivo de la que te hablaba que al final desistí. Parte de aquel naufragio está en ‘Angelópolis’.

Algunas de las páginas más impresionantes se las dedica al futbolista Abdón Porte. ¿Qué le conmueve de ese personaje y en qué se identifica con él?

Dos cosas sobre todas. La primera la escenografía de su suicidio, en medio del estadio, en una noche que me gusta imaginar sobrevolada por alas negras, el silencio de la grada que lo encumbró y bajó a la tierra, la forma como iba vestido, la detonación del arma, sus cartas de amor y despedida. Y después la determinación del personaje, quien, ante la imposibilidad de seguir siendo lo que había sido, ante el hecho irreversible de su ocaso, románticamente decide quitarse la vida. Todo forma parte de una obra de arte que no hubieran despreciado Byron o Larra.

El personaje que cuenta, que es claramente Miguel Pardeza, es un hombre atribulado. ¿Ha dejado de ser un personaje con un drama insondable dentro?

Supongo que no, tengo la impresión, reforzada con la edad, de que uno cambia poco con los años. Hay estudios psicológicos que sostienen que todo lo que esencialmente somos se conforma en los primeros cinco o siete años de vida. Y que todo lo que hacemos desde entonces es matizarnos, corregirnos, potenciar algunas cosas, desbrozar otras, y poco más. No sé, es una teoría un tanto radical, pero, por otro lado, no creo que esté tan descaminada. Dicho esto, la vida que he llevado me ha permitido conocerme algo mejor y seguir adelante solapando algo mis defectos, que son innumerables, y tratando de dar más protagonismo a las virtudes, si es que tengo, que me ayudan a seguir.

¿Se le impuso la novela de algún modo o ha escrito el libro mestizo que quería?

La idea original del libro solo tenía dos pilares: uno, el escenario principal, México, Puebla; y dos, el ocaso, el final. A partir de aquí la novela, o artefacto creativo, como quiera llamarse, se fue haciendo por su cuenta, ayudado eso sí por algunas anécdotas autobiográficas, la memoria y la imaginación. Y en algunos casos también con cierta bibliografía que tuve que consultar, particularmente para todo lo relativo a los autores de los que hablo y otros episodios que no podía conocer de primera mano.

Tuvo dos citas con Miguel Delibes, un loco del fútbol, por cierto. ¿Qué lecciones aprendió de él, cómo lo define ahora?

Creo que Delibes era la sensatez personificada, y no lo digo por lo que lo conocí. Mi encuentro fue superficial, puramente anecdótico, pero aquella impresión que me dejó estuvo detrás de la recreación que hago tanto de sus aficiones como de mis lecturas de parte de su obra. Pretendía recrear a un ser humano de una dimensión colosal, al que incluso se le podía hacer reparos a su obra, osados y seguramente pretenciosos, pero qué debate verdaderamente ilustrado no admite la discrepancia.

Uno de los capítulos más intensos se lo dedica a Albert Camus. Lo ama. ¿Por qué?

No conozco a nadie que no ame, y digo bien, ame a Camus. Más allá de sus aciertos literarios, o de su integridad intelectual, lo que se descubre en Camus es a una persona al que, en efecto, nada de lo humano, como proclamó Terencio, le era ajeno.

Miguel Pardeza publica 'Angelópolis'.
Autorretrato de Miguel Pardeza en su casa de Madrid.
Miguel Pardeza.

Zaragoza anda todo el tiempo ahí, de fondo. ¿Qué significa la ciudad para usted?

Zaragoza es una pieza clave de mi educación personal y cultural. Aquí desarrollé la parte gruesa de mi carrera profesional, aquí nacieron mis hijos, asenté mi forma y mi estilo de vida, conocí a personas claves en mi formación libresca, amigos que con distintos grados de influencia dieron un empujón a mi trayectoria.

¿Por ejemplo?

Desde gente menos conocida como Paco Lapresa, ginecólogo que trajo a mis hijos al mundo, y un lector empedernido, pasando por Javier Barreiro, al que debo tantos libros y enseñanzas, hasta el añorado Félix Romeo, y Luis Alegre, Mariano Gistaín, Ignacio Martínez de Pisón, José Luis Melero, etc... En fin... Además, los últimos capítulos están centrados en Zaragoza más específicamente, y aquí, si es que soy capaz de terminarlo, transcurre el que puede que sea mi siguiente libro.

LA FICHA

'Angelópolis'. Miguel Pardeza Pichardo. Renacimiento: Los cuatro vientos. Sevilla, 2020. 565 páginas.

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