REAL ZARAGOZA

Racing de Santander-Real Zaragoza: el penúltimo flotador para sobrevivir

El Real Zaragoza tratará de consumar la salvación de la categoría, todavía en el aire, este domingo en El Sardinero. Solo la victoria le garantiza la permanencia sin depender de carambolas de otros.

Francés, Mollejo, Grau y Jair, en el último entrenamiento antes del partido de hoy en Santander.
Francés, Mollejo, Grau y Jair, en el último entrenamiento antes del partido en Santander.
Toni Galán

Santander es este domingo para el Real Zaragoza sede de una final. No es de Copa. Tampoco de competición europea. Ni de Supercopa. Nada tiene que ver con aquellas que están escritas con letras de oro en el palmarés de este club que viene de cumplir los 92 años de vida. Es una final por la vida. Un partido de liga donde está en juego el futuro de la entidad: se trata de eludir un descenso al tercer escalón del fútbol español.

Porque, a falta de solo dos partidos para que el inacabable torneo liguero concluya, de 180 minutos más los añadidos que decidan los árbitros de turno, el Real Zaragoza aún no tiene asegurada la permanencia un año más (sería el 12º) en Segunda División. Todavía es posible la catástrofe de un descenso a Primera RFEF, fuera del profesionalismo. Así de duro. Así de grave. Así de lamentable es este presente que toca vivir.

El equipo que trata de salvar desde hace dos meses Víctor Fernández, contratado como tercer piloto de la zozobrante nave blanquilla para solucionar un chandrío de dimensiones bíblicas al que abocaron sus dos predecesores y sus mentores desde julio hasta marzo –en ocho meses de rendimientos y decisiones alejadas de lo que este club requiere y merece por su historia, presente y palmarés– al menos depende de sí mismo. Es 15º y tiene 3 puntos de colchón sobre el primero de los puestos irreversibles, el 19º, que ostenta al inicio de la jornada el Amorebieta (47 los zaragocistas, 44 los vascos que, cuidado, tienen ganado el ‘golaverage’, lo que reduce la distancia real a 2 puntos).

En pocas horas, en El Sardinero santanderino, con una victoria, el Real Zaragoza sabe que se habrá aferrado definitivamente al flotador salvador y dejará la última jornada, la del próximo domingo en La Romareda ante el Albacete, en agua de borrajas, en mera anécdota, en un adiós sin nervios al peor año de la última serie en la división de plata, un calvario insoportable.

Ganar es, por lo tanto, el único camino de salida de este feo atolladero. Al menos, mediante iniciativa propia. Porque existen carambolas a varias bandas, de las positivas, que podrían darle la vida un año más sin necesidad de cumplir sus deberes, bien empatando o, incluso, perdiendo ante un Racing que se juega un puesto en la promoción de ascenso a Primera División y está en un estado de crecidad anímica brutal.

Para ello, en la que es la primera jornada con horarios unificados –todos, los once partidos, serán a las 18.30–, habrá que estar pendientes de los duelos Amorebieta-Espanyol en Bilbao, Levante-Alcorcón y Albacete-Mirandés. Si, paralelamente a lo que haga el Zaragoza en Cantabria, no logran la victoria ni los vascos, ni los alcorconeros ni los mirandeses, el cuadro aragonés logrará su objetivo de seguir un año más en la serie B española por ahogamiento del resto. Es otro modo de salir airosos.

Ahora bien, entre el abanico de probabilidades también hay escenarios terribles que podrían darse a eso de las 20.45 de la tarde-noche dominical. Si el Real Zaragoza falla y pierde en Santander –opción nada descabellada dada la trascendencia del partido para los locales, el ambientazo de lleno en las gradas que aguarda y el rendimiento sobresaliente de los montañeses en las últimas semanas– hay una posible desembocadura que otorgaría al partido último ante el Albacete en La Romareda el carácter de dramático. Esto sucedería si a los citados Amorebieta, Alcorcón y Mirandés les da por ganar sus respectivos compromisos, que son a vida o muerte.

Los vizcaínos, la principal referencia para huir de la quema, se miden a un Espanyol necesitadísimo por ganar para aspirar al ascenso. Esto es un alivio a priori para los intereses del Zaragoza. El Alcorcón visita a un Levante que, aun devaluado, todavía tiene un porcentaje de aspiraciones por meterse en la promoción de ascenso y por ello necesita vencer. Buena cosa. En el caso del Mirandés el pronóstico es distinto. Visita a un Albacete ya salvado, sin nada en juego y en relax absoluto.

En definitiva, que el Real Zaragoza requiere matemáticamente de 2 puntos para consolidar en firme su salvación. Le serviría empatar los dos partidos que restan, en el caso más ajustado y límite. Y, obviamente, con un triunfo (3 puntos) solventará su laberinto de un solo golpe.

En todos estos cálculos se mete al Mirandés (que está fuera del descenso con 45 puntos y marca el ras de la salvación) porque, afortunadamente para el Real Zaragoza, en la última jornada hay un duelo directo Mirandés-Amorebieta que impide que estos dos rivales puedan sumar los 6 puntos que faltan por dirimir. Ese día, o uno u otro –o los dos, si empatan– dejará de engordar su balance final en la clasificación. Crucial.

En este escenario de cábalas propio de cada final de liga desde hace un siglo, el Real Zaragoza de 2024 vivirá una tarde de las llamadas en argot ‘de transistores’, con un ojo puesto en lo suyo y el otro en los demás campos donde su vida también está en el tapete, de rebote y retruque. Fútbol ya con aroma a verano, de títulos y logros bonitos para los más aplicados del curso y de suspensos y disgustos irremediables para los más torpes. Un año más, el enésimo, el Zaragoza moderno está en este segundo paquete. Una pena muy honda. 

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