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Dos meses bisagra para el cambio de ciclo en el Real Zaragoza

La liga 21-22 acaba el 28 de mayo y el equipo blanquillo afronta 60 días en los que, más allá de un torneo ya insustancial, ha de empezar a dar forma a su nuevo futuro.

Los jugadores del Real Zaragoza se ponen en fila para llevar a cabo un ejercicio físico, la pasada semana en La Romareda.
Los jugadores del Real Zaragoza se ponen en fila para llevar a cabo un ejercicio físico, la pasada semana en La Romareda.
Oliver Duch

La actual liga 21-22 concluirá el fin de semana del 28 y 29 de mayo, dentro de dos meses exactos. El Real Zaragoza, ubicado desde hace un par de semanas en tierra de nadie en la clasificación, dentro de una insustancial situación competitiva que se ha consolidado tras los dos patinazos últimos ante el Cartagena y el Amorebieta y el acompañamiento de los marcadores de los demás, afronta por lo tanto 60 días en los que, más allá del mero hecho de cubrir los nueve partidos que aún dicta el calendario que hay que disputar, ha de empezar a dar forma a su nuevo futuro.

En el fútbol moderno, el de la industria y el negocio macroeconómico, jamás hay tiempo que perder, nada es rutinario, no existen días vacíos. Por eso, aunque el leitmotiv de los partidos va a seguir dando forma al día a día semanal hasta la próxima finalización de esta nueva liga en Segunda División –la novena consecutiva–, lo nuclear en el seno de la SAD va a gravitar alrededor de otras muchas cuestiones relativas al futuro. El equipo y el cuerpo técnico del presente irán a su ritmo, con el mandato y la obligación de cubrir el expediente liguero del mejor modo posible, y el resto de resortes del club están hace tiempo hilvanando en segundo plano las cuestiones mayores de lo que va a ser un cambio de coordenadas de navegación el Real Zaragoza desde julio.

Son, por lo tanto, dos meses de honda importancia logística en la estructura general de la entidad. En los últimos ocho años, con la propiedad que ahora va a dejar paso a un nuevo gobierno del timón del Real Zaragoza, los objetivos prioritarios han sido claros y alrededor de ellos ha girado el proyecto. La primera y perentoria fue la salvación de la liquidación y desaparición –en los primeros años– de una sociedad que era cadáver cuando llegaron in extremis tras la caótica salida de Agapito Iglesias en julio de 2014. Simultáneamente y como pauta constante, la progresiva pero lenta disminución de la deuda, que partió de una cota superior a los 100 millones de euros y ya está en 69 tras una minuciosa y controlada gestión, sin espacio para un solo euro de exceso o extras. Y, paralelamente, la búsqueda de un resquicio para obrar un ascenso a Primera División –único modo de dotar de perspectivas a medio y largo plazo a la SAD– pese a contar cada año con presupuestos y techos salariales muy limitados, de los más bajos de los 22 componentes de la categoría campaña tras campaña. Esta temporada que ya encara la recta final, sin ir más lejos, el Real Zaragoza tiene el cuarto volumen más bajo de potencial económico para cubrir su plantilla.

Esto último, lo de retornar a Primera, nunca pudo ser. Se rozó una vez, en la promoción de Las Palmas en 2015. Se estuvo en puertas dos veces más, en otras dos promociones perdidas en 2018 y 2020, en semifinales frente al Numancia y el Elche. Ahora, en el carrusel frenético de temporadas de claroscuros deportivos que van pespunteándose desde 2014 hasta nuestros días, el Real Zaragoza contemporáneo alcanza estos dos meses cruciales con una calma futbolística que ayuda al cambio de órbita de la SAD.

Los nueve partidos restantes, ante el Tenerife, Girona, Huesca, Burgos, Eibar, Alcorcón, Oviedo, Lugo y Real Sociedad B, difícilmente traerán nervios o presiones en la clasificación. Ni por abajo –hábitat natural del equipo en las dos últimas campañas de sufrimientos severos–, ni por la zona alta. Así que el modo de operar del equipo puede estar impregnado de esa falta de suelo propia de los preámbulos de un giro radical en la estructura societaria de un club de fútbol.

Juan Ignacio Martínez ‘Jim’, el entrenador, está a punto de culminar un año y medio al frente del un Zaragoza deficiente, al que ha salvado de lo peor con mucha dedicación y acierto en momentos muy puntuales, tanto en el curso anterior –sobre todo– como en este. Él, como su mentor, el director deportivo Miguel Torrecilla, con el que vino de la mano, han de saber en estos 60 días qué aguarda para ellos la llegada de junio.

Y en la misma burbuja de tratamiento desde los puestos de mando quedan incluidos un buen número de futbolistas que componen la actual plantilla. Hay un grupo de cedidos, tanto los que están aquí y son de otras entidades –Álvaro Giménez, Nano, Sainz– como los propios que están en otros clubes –Clemente, Ros, Larrazabal, Vuckic, Igbekeme, Nick Buyla, Bikoro, Marc Aguado– que requerirán de una orientación sobre su futuro en tiempo y forma. Otros, que han llegado recientemente en propiedad, también han de conocer la nueva hoja de ruta del equipo, que se antoja sensiblemente alejada de lo que ha sido común últimamente, lo que puede derivar en nuevos horizontes para algunos de ellos: Petrovic, Vada, Lluís López, Gámez, Grau, Eugeni, Sabin Merino. Existe ese bloque de jugadores traídos en la fase anterior de la dirección deportiva con vitola de promocionables para tratar de sacar plusvalías en caso de salir bien su inversión que, asimismo, han de saber a qué se atienen: Narváez, Chavarría, Bermejo, incluso Jair...

Otros casos singulares también acometen estos 60 días sabiendo que pueden ser definitivos para su futuro inmediato, casos del capitán Zapater, del veterano portero Cristian Álvarez y su suplente Ratón, o de los jóvenes que están en el escaparate de traspasos como Francés, Francho o Azón.

Nadie, sobre el césped y en la caseta, en el área puramente deportiva, jugará estas nueve jornadas como si nada sucediera. Podrán decir in voce públicamente que va a ser así, pero la realidad de un equipo es la que es dentro del nuevo fútbol-empresa y es imposible esconder la realidad. Los representantes y agencias ya están en ello. A nadie escapa lo que está sucediendo en las entrañas del actual Real Zaragoza, porque se viene contando hace meses todo lo concerniente al inminente cambio de manos de la SAD.

Las temporadas no se construyen exclusivamente en los dos meses de parón veraniego. En muchos detalles, algunos claves, el trabajo viene de antes. Si, como es el caso, el equipo llega de dos años deficientes y, a la vez, se preparan relevos institucionales de envergadura, estos 60 días del final de la liga 21-22 nunca pueden ser de trámite. En ningún ámbito.

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