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Los Melero, cuatro generaciones de zaragocistas al unísono

En los 90 años de historia blanquilla no es habitual que coincidan desde el bisabuelo al bisnieto, cuatro ramas del mismo árbol genealógico, con su carnet de socio en vigor.

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En el centro, José Luis Melero Hernández, el germen zaragocista de la familia. Lo flanquean sus hijos, Fernando Melero Rivas (izda.) y José Luis Melero Rivas (dcha.). Junto a ellos, la rama de los nietos: Nicolas Melero Mesa (el más a la izda.) y los hermanos Jorge Melero Polo e Iguacel Melero Polo, que tiene en sus brazos a su hijo, y biznieto del patriarca, Jorge Utrilla Melero. 
Oliver Duch 

Casi 92 años separan a José Luis Melero Hernández de su bisnieto, Jorge Utrilla Melero, nacido el día 2 del presente marzo de 2022 en Zaragoza, como toda la familia. En esa horquilla temporal han crecido cuatro ramas del árbol genealógico de los Melero que, además de la consanguinidad, tienen un nexo común que los une como una piña: el zaragocismo más apasionado.

Del matrimonio entre José Luis Melero Hernández y María Pilar Rivas Capdevila (recientemente fallecida), nacieron José Luis –Pepe– y Fernando Melero Rivas, el siguiente eslabón. Y de ellos heredaron la pasión Jorge Melero Polo, hijo del primero, y Nicolás Melero Mesa, hijo del segundo y nietos del fundador de la saga. La singularidad presente de los Melero la ha traído el nacimiento de Jorge Utrilla Melero, que alcanza el grado de bisnieto del germen de esta bella historia blanquiazul. Es hijo de Gonzalo Utrilla e Iguácel Melero Polo, la hija de Pepe.

Con él y su Pequeabono en vigor desde el día siguiente de su alumbramiento, son cuatro las generaciones de una misma familia con el abono activo, al unísono. No es este un caso algo habitual. Al contrario, es algo extraodinario.

74 años sumando zaragocismo

«El primer partido que vi en Torrero fue contra el Arenas de Zaragoza, en Tercera División, en la temporada 48-49», recuerda con una lucidez envidiable el mayor de los José Luis, nacido en 1930 –dos años antes de la fundación oficial del Real Zaragoza–, cuyo carnet de socio porta el número 47, lo que contrasta con el 30.174 que tiene su bisnieto Jorge. Ganó el Zaragoza 4-3 aquel derbi de la ciudad. «Estuve varios años sacándome las entradas cada vez que iba, las cosas no estaban como para pensar en hacerse socio. Pero en 1956 llegó el momento de la decisión», comenta el nonagenario Melero, que fue oficial en el Registro de la Propiedad en su edad laboral. La razón fue contundente: «Iba a inaugurarse el año siguiente La Romareda y anunciaron que habría prioridad para los socios a la hora de elegir localidad en el nuevo y moderno estadio. Así que no me lo pensé. Por esto yo pude elegir un sitio excelente, en General Sentado, justo en frente del palco presidencial, donde vi el fútbol durante años y años», añade.

Su primogénito, José Luis –Pepe–, que también ejerció la misma profesión hasta su reciente jubilación al cumplir los 65 años, fue el siguiente en sumarse a los graderíos. «Mi padre tenía un amigo con el que iba siempre al fútbol, Fernando Monreal. Lo destinaron a Granada y, pensando volver algún día, siguió sacando su abono que, mientras tanto, pagaba mi padre para que yo lo usara. Nunca volvió y yo jamás fui a Infantil porque mi padre quiso que fuese con él», comenta. «Aunque con menos años ya iba a La Romareda, el primer partido que recuerdo bien fue contra el Glasgow Rangers, de la Recopa de Europa 66-67 que ganamos 2-0 en la vuelta y se decidió por moneda al aire. Aún veo a Reija, el capitán, echándose las manos a la cabeza», enfatiza.

«Aquellos primeros años no me cuentan a mí como antigüedad por estar la tarjeta a nombre de otro. Eso ahora me fastidia porque llevo 50 años de socio y no figuro así», añade a su vivencia.

Su hermano Fernando, seis años menor (nacido en 1962), tuvo otro método de incorporación al día a día blanquillo. «Durante décadas, las gradas eran de cemento, sin butacas, así que los niños pequeños, que en muchos partidos entrábamos gratis con los socios, nos sentábamos entre los mayores, que se apretaban para hacer sitio. Con cuatro años ya me llevó mi padre con mi hermano. Pero yo sí fui a Infantil desde los diez años hasta los catorce. Iba con los amigos. Después, mi padre se cambió a Tribuna y nos dividimos. Los hijos íbamos enfrente, donde siempre». Fernando tiene su primer recuerdo «en los últimos años de Los Magníficos y de las pitadas al presidente Usón».

El nieto mayor, Jorge Melero Polo, de 29 años y médico residente en el Clínico, se sumó a las gradas «en un partido de fin de temporada contra el Compostela en el que dijo adiós Pardeza, en la 96-97, tenía cinco años, perdimos 1-3», recuerda. «Hasta que tuve ocho años fui siempre con mi padre y mi abuelo cada domingo a Tribuna. Luego, saqué mi abono con mi tío, en esas localidades que siempre hemos tenido desde la inauguración del estadio en General Sentado, hoy Tribuna Este, apostilla. Jorge es de los que ha viajado ya con sus amigos zaragocistas a menudo. Como recuerda su padre, en tiempos de su abuelo como motor familiar, «solo íbamos fuera al Torneo San Magín de Tarragona cuando estábamos veraneando en Salou. Y un año fuimos al Gamper, al Camp Nou».

El otro nieto, Nicolás, que es estudiante universitario de Relaciones Laborales con 23 años, fue a La Romareda por primera vez «en las eliminatorias de Copa del 2004, con seis años, cuando perdimos la final contra el Espanyol. El año siguiente ya me hizo socio mi padre», comenta el ahora componente del Fondo de Animación.

En este largo periplo familiar, Pepe Melero fue consejero del Real Zaragoza entre 2006 y 2009, en la época inicial de Agapito Iglesias. Su hermano dice que «pensamos que era una broma cuando nos lo dijo, fue de la noche a la mañana». Pepe positiviza aquella experiencia. «Lo asumí como un honor para mí y para la familia poder estar en una directiva, aunque todo acabara mal. Disfruté. Pero aquellos consejeros entramos para trabajar, gratis et amore, y nos fuimos todos a la vez cuando comprendimos que con Agapito no se podía estar. No contaba para nada con nadie», concluye.

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