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Kagawa, Igbekeme, Papunashvili y la falta del gol coral, máximas preocupaciones

Víctor Fernández observa con preocupación las evoluciones particulares de piezas clave en la plantilla, que en vez de progresar están en regresión flagrante. Además, su ruego de anotación goleadora global, no se cumple.

Víctor Fernández pide más intensidad en un entrenamiento reciente en la Ciudad Deportiva.
Víctor Fernández pide más intensidad en un entrenamiento reciente en la Ciudad Deportiva.
Francisco Jiménez

Son muchas las cuestiones futbolísticas y tangenciales a lo futbolístico que han llevado al Real Zaragoza de un inicio sobresaliente a una racha negativa que amenaza con derribarlo de la zona de ascenso, en donde ha vivido por ahora todo el tiempo (es 5º clasificado ahora mismo, su tope inferior en la tabla desde que la liga comenzó hace 12 jornadas). Los dos meses de competición que han transcurrido se dividen, claramente, en dos partes antagónicas: los primeros 30 días, donde se jugaron 5 jornadas; y los segundos 30 días, donde han acontecido 7 más (una, la de Fuenlabrada, diferida del primer tramo al segundo por un problema médico de los madrileños que suspendió en su día este partido). 

En los grandes trazos del análisis del cuerpo técnico, una línea mayor destaca sobre otras diversas: el equipo, que empezó en tono notable en el debut ante el Tenerife, el 17 de agosto, fue creciendo progresivamente, con matices, a lo largo de los primeros 5 partidos, hasta concluir esa fase expansiva con el 0-3 aplastante y brillante de Alcorcón y el 3-1 frente al Extremadura en La Romareda. Ese día, el 15 de septiembre, el Real Zaragoza había ganado 4 de sus 5 partidos y, el otro, fue un empate en Ponferrada. Estaba invicto y con solo dos goles encajados, además de 10 conseguidos en las porterías contrarias. Casi la perfección. 

Desde ahí, circunstancialmente desde el aplazamiento del partido de Fuenlabrada, la línea ascendente el muchos de los parámetros de rendimiento del equipo empezó a descender. No a mantenerse o a estancarse. No. A venirse a bajo con una velocidad impropia, anormal, sorprendente, inexplicable en muchos casos concretos, imparable pese a los esfuerzos técnicos, tácticos y psicológicos de todos los miembros del cuerpo técnico. Y de los 7 últimos partidos, el único oasis con victoria fue el 0-1 logrado en Soria hace una semana. En los demás, la cosecha ha sido pinchazo tras pinchazo. En algún caso, como el último con el Mirandés, de enormes dimensiones. 

Nombres propios: Shinji, James y Papu

En este periodo de recesión del equipo hay imponderables que han mellado el día a día sin poder hacer nada para evitarlos: principalmente, la baja sine díe de Dwamena, al detectársele un problema cardiaco serio que lo ha hecho abandonar la práctica del fútbol desde el día 7 del presente octubre. Ya lleva 3 partidos fuera del reparto de hombres útiles, algo muy relevante al tratarse del delantero centro titular elegido en verano, el futbolista más caro de la actual plantilla (alrededor de 800.000 euros de salario) y un ariete con un perfil muy definitorio en el modo de juego a seguir. Más recientemente, la baja del operado quirúgicamente Pombo, elegido como sustituto de Dwamena por Fernández por las carencias de matriz en la línea de delanteros, ha agravado el inconveniente arriba. 

A Víctor Fernández, el entrenador del Real Zaragoza, paralelamente, le están fallando las evoluciones particulares de varios futbolistas destinados a ostentar buena parte del peso específico de calidad y solvencia de la actual plantilla. Sobre todos, destacan en este peligroso terreno Kagawa, Igbekeme y Papunashvili.

Son tres elementos clave en la apuesta del área deportiva para este año. Tres extranjeros. Tres de los caros en el elenco del vestuario. Tres posiciones en la pizarra que han de ser determinantes en el buen hacer del equipo. El japonés, la estrella mediática del equipo, con un currículum fuera de categoría en Segunda. El nigeriano, el jugador más llamativo en la abollada temporada pasada, tentado por varios equipos de Primera en verano y que fue retenido por el club para que ejerciera de timonel tras lo visto el año anterior. Y el georgiano, que ya vive su tercer año en Zaragoza, está, se supone, ante su última (y benévola) oportunidad de demostrar que es algo (no todo) de lo que se vendió cuando se hizo su prometedor fichaje desde la dirección deportiva en el verano de 2017.

Kagawa, el último en llegar y con ciertas carencias físicas por una mala pretemporada en el Borussia Dortmund, empezó dejando destellos de su enorme clase, tuvo ratos brillantes e ilusionantes. Marcó enseguida un gol, en la 2ª jornada en Ponferrada. Repitió poco más tarde en La Romareda ante el Extremadura. Era un tipo alegre, gesticulante, chispeante. Desde el inicio de la mala dinámica del equipo, se ha ido apagando como un candil. No queda nada de aquello que se apreció hace un mes. No se le ve en los últimos partidos. El proceso vírico que lo dejó fuera el día del Málaga no parece suficiente subterfugio para su hundimiento futbolístico y la sensación de mustio que ofrece últimamente en el campo. 

Igbekeme, por su parte, no se acerca, ni de lejos, al dinámico centrocampisa, activo, correcaminos e implicado en el juego en ataque y defensa, que fue el año pasado. Durante el verano, el africano soñó con irse traspasado a un Primera. Al final, tuvo que quedarse al adelantársele por el arcén el singular traspaso de Pep Biel al FC Copenhague danés. Víctor dijo la semana pasada que, esta vivencia, "le pudo provocar una distracción y una ocupación mental inadecuada". Y de ahí aún no ha salido. Ni ofrece muestras de hacerlo de inmediato. 

El caso de Papunashvili es más serio. El georgiano, apuesta particular de la dirección deportiva, no ha dejado en el largo tiempo que ya lleva en Zaragoza más allá de un pico de buenos partidos en la segunda vuelta de hace dos años. El curso pasado descarriló, a cuenta de una anómala lesión de tobillo que arruinó su día a día con episodios incomprensibles durante meses. Y no ha vuelto a entrar en la vía de la normalidad. Un tipo destinado a marcar goles, a generarlos, a ser abanderado ofensivo de un equipo aspirante a todo, se ubica muy lejos de esos terrenos hoy por hoy. Con una actitud que no le ayuda de cara al exterior, pues la afición ve, observa y no necesita de interpretaciones ajenas. Ni se ha ganado la titularidad, ni está aprovechándola cuando se le ofrece, ni aporta cuando sale del banquillo. 

Todo esto, en los tres casos, cuando ya ha pasado un cuarto de temporada, es un problema grave por su repercusión en el colectivo. No puede ser que estén fallando tan seriamente tres piezas de esta envergadura en los planes deportivos. Urge reparación. Y eso, sobre todo, señala a los protagonistas: Shinji, James y Papu. Ellos han de salir de su atolladero particular, si es posible, y a no tardar. 

Ese gol coral que no llega: un efecto pernicioso para el equipo

Y, por encima de rendimientos particulares de futbolistas con galones, hay una cuestión general de índole táctica que no está saliendo como Víctor Fernández solicitó a todos sus jugadores desde Boltaña, desde el inicio de la pretemporada en julio. Se trata del gol coral, de la consumación de los goles desde todos los lugares del campo. "No puede ser que los mediapuntas y centrocampistas acaben la liga con cero, uno o dos goles. Han de aportar más", dijo Fernández en verano. Esa era una de las carencias del equipo del año pasado.  Pues bien, el mal sigue vigente.

Ejemplos recientes, de los dos últimos partidos, muestran la falta de veneno que presenta ahora mismo el Real Zaragoza en su ataque, cuestión agravada por la baja de Dwamena. En Fuenlabrada, el pasado miércoles, en un día de rotaciones forzosas para Víctor, en el once inicial había únicamente 2 goles sobre el campo entre los titulares: el que había marcado Javi Ros, de penalti, el primer día del torneo y el reciente de Guti al Málaga. Los otros componentes de aquella alineación todavía no se habían estrenado (y siguen sin hacerlo). A saber, y sin contar al portero Cristian Álvarez por motivos obvios: Delmás, Atienza, Grippo, Nieto, Igbekeme, Papunashvili, Pombo y Blanco. Es decir, en esa noche madrileña, donde Víctor formó con un 4-3-3 de inicio, los tres puntas, Papunashvili, Pombo y Blanco, portaban (y portan) en sus credenciales... 0 goles. Poco más queda por decir al respecto.

El último día en La Romareda, en la catastrófica derrota ante el Mirandés (per sé y, además, por el cómo se fraguó), solo 4 de los titulares habían anotado antes un gol: Guti, Eguaras (recién estrenado en Soria), Kagawa y Luis Suárez. Demasiado poca cicuta ofensiva cuando la liga ya está avanzada. Demasiados hombres romos en el área rival. Demasiada despreocupación en la faceta crucial del fútbol, que es marcar goles. Soro se sumó al final al reparto anotador, aunque su gol fuese inútil por completo. 

A Víctor Fernández, su ruego de implicación atacante de todos los futbolistas que están sobre el campo en cualquier momento, por ahora no le ha generado respuesta aceptable desde la plantilla. Solo con cuentagotas. Insuficiente de todo punto.

Hay más epígrafes en el análisis del porqué se viene cayendo el Real Zaragoza en su fútbol y sus prestaciones. Pero estos citados son, ahora mismo, los preferentes en el taller de reparaciones. 

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