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Igbekeme, su gastroenteritis, el anacrónico cierre del mercado y sus efectos secundarios

El centrocampista nigeriano del Real Zaragoza, que retornó a los entrenamientos este domingo horas después de ser baja ante el Tenerife -contra pronóstico- por una gastroenteritis inoportuna, foco de máxima atención.

Igbekeme, James, en la Ciudad Deportiva.
Igbekeme, James, en la Ciudad Deportiva.
Aránzazu Navarro

Narración objetiva de hechos. Antecedentes: James Igbekeme no jugó en la noche del sábado ante el Tenerife a consecuencia de una gastroenteritis. El centrocampista nigeriano comunicó al médico y el cuerpo técnico su dolencia el jueves, a 48 horas del partido inaugural de la liga 2019-20. 

No le dio tiempo a recuperarse de la flojera propia de ese mal, pese a que los datos que manejaba Víctor Fernández, el entrenador, justo antes del último ensayo, en la tarde del viernes, eran los opuestos: "Ha evolucionado francamente bien. Yo creo que no tiene que haber ningún problema en el entrenamiento ni, por supuesto, para contar con él", aseguró ante los medios de comunicación el técnico aragonés. Dos horas después, contra pronóstico, Igbekeme no estaba en la lista de 18 convocados. Las diarreas, vómitos y malestar general seguían activos, según el club. El africano no había participado tampoco en el entrenamiento del viernes. 

Actualización del caso al mediodía del domingo, solo 12 horas después del duelo contra el Tenerife que supuso el estreno liguero zaragocista, con victoria por 2-0 e Igbekeme fuera del grupo (no estuvo tampoco con los no convocados o lesionados en el palco, viendo el choque en la tribuna): James sí se entrenó con la plantilla en la sesión pos partido, clásica tras cada envite de competición, que dirigió Víctor Fernández desde las 9.30 del domingo en la Ciudad Deportiva. Igbekeme trabajó con normalidad. La gastroenteritis ya ha remitido, se sobreentiende por puro sentido común. Su barriga ya no es impedimento para hacer vida futbolística normal. 

Este episodio, si el fútbol profesional en España estuviera metido en los cauces de la lógica, de una normas inteligentes y cabales, no tendría efectos secundarios ni abriría vías de sospechas anómalas, como así es por pura decantación. Vienen solas y nadie las puede evitar ni censurar. Están patrocinadas por los propios manejadores del día a día de los clubes y de la propia competición.

Porque, por más que haya una cuestión de índole médica de por medio (un galeno, se presupone, no va a consentir que se hable de un problema de tripas si no es cierto que un futbolista tiene un problema de tripas), la asunción por parte del club desde junio de que Igbekeme está en el escaparate de ventas para sacar dinero líquido que ayude al club a su supervivencia del presente, pone a James y su entorno (dirección deportiva incluida) en un escenario de recelos. Al de Nigeria se le está buscando acomodo hace días. Miente quien lo niegue (se niegan cosas últimamente propias de actitudes, bien pueriles, bien sumamente interesadas en la jungla del fútbol). 

Otra cosa es que, al final, algún club pueda y esté dispuesto a llegar a pagar lo que, como cifra mínima, quiere cobrar el Real Zaragoza si se da su traspaso (por encima de los 6/7 millones de euros, según venga la mano y con quién). Ahí está la clave del asunto. Igbekeme, en voz alta, ya dejó claro en unas declaraciones públicas que su mente estaba programada para dar el salto a Primera División una vez cuajada su vistosa temporada pasada en el Real Zaragoza de Segunda, en un año caótico donde el tuerto fue el rey de los ciegos en muchos ámbitos, a la que se le puede sacar provecho en las actuales coordenadas del mercado mundial del pelotón (véase caso P. Biel).

Lalo Arantegui y José Mari Barba, las puntas de lanza del área deportiva y mentores de la operación James con el club zaragocista en su día (en el perfil y saco de los Verdasca, Pep Biel, Papunashvili, Benito, Ángel Martínez, Natxo González...) están moviendo el género mientras la pretemporada ha ido concluyendo y la competición oficial ya está aquí.

Y ahí llega el corolario a este caso. La normativa del mercado. El anacronismo mayor del Reino. La mayor barbaridad que rige desde hace lustros y nadie quiere arreglar en España (en Inglaterra, siempre por delante, ya lo han solucionado): no es de recibo que la liga empiece a mitad de agosto y el mercado de fichajes no se clausure hasta finales de mes, incluso este año el 2 de septiembre. No hay una razón concluyente y límpida que justifique esta aberración que va a dejar hasta 3 jornadas dentro de un estatus que nada tendrá que ver con el estado de las cosas en los clubes a partir de la 4ª jornada. Esto es un modo de adulterar la competición, introducir elementos de distorsión en determinados partidos que no existirán después. Y, pudiendo evitarlo de antemano, si se cerrara el mercado el 15 de agosto, por ejemplo, es imposible de digerir que nadie intente derogar el método actual y se dé por bueno. 

En este marco entra el tema Igbekeme, su barriga y su ausencia en el estreno contra el Tenerife, con la guinda de que 12 horas después del partido ya esté bueno. Si no existiera el asunto del mercado, no habría un resquicio para duda alguna. Pero existe. Y ahora James tiene 7 días por delante para atender a su presente, que de entrada está en el Real Zaragoza pero que, hasta el 2 de septiembre, se sabe por parte de todos que bien pudiera estar en otro lugar: Andalucía, País Vasco, Comunidad Valenciana, Galicia, Madrid...

Si no hay novedades antes, la aproximación al partido de la 2ª jornada, el próximo domingo 25 en Ponferrada (León), será otro momento de lupa, en el que Igbekeme tendrá que mimar la alimentación, cualquier reacción alérgica o exposición a cuestiones medioambientales que puedan generarle un problema que lo deje fuera de la citación. O tener el cuidado y la fortuna de no sufrir un problema muscular leve o un pisotón inoportuno. El fin de semana que viene, según discurran los acontecimientos, habrá una prueba del algodón para todo esto. No hay que ir a buscarla. Vendrá sola. James jugará, o no, en El Toralín contra la Ponferradina. Solo hay esas dos opciones. Ninguna más. Y una sucederá.

Es la derivación perniciosa que origina la reglamentación del fútbol español. Y un elemento distorsionador que es fruto de que los agentes, representantes, agencias mundiales, intermediarios, apoderados, directores deportivos, secretarios técnicos, clubes, mentores, fondos de inversión y demás actores de la vida cotidiana del balompié contemporáneo tengan estos días la ventanilla abierta de sus negocios mientras, a la par, la liga está ya en juego. Una barbaridad que el Real Zaragoza padece en sus propias carnes. E Igbekeme, claro

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