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Laporta cierra el aval para presidir un Barça que mejora

En lo deportivo, el equipo de Koeman parece fiable por fin, y en lo institucional, este miércoles tomará posesión el nuevo presidente después de firmar el acuerdo con la empresa de renovables Audax.

Laporta celebró este domingo por la noche su victoria
Laporta celebró este domingo por la noche su victoria
Efe

Con suspense, pero finalmente Joan Laporta, presidente electo del Barça desde hace ya más de una semana, consiguió el aval de 125 millones de euros que junto a su junta directiva debe presentar en LaLiga para tomar posesión del cargo este miércoles. A lo largo de la jornada, finalmente fue posible reconducir el acuerdo con la empresa catalana de energías renovables Audax para que participase en la consecución del aval y de esta manera pase a formar parte de la junta.

La operación cuenta con la garantía del Banco Sabadell y permite al Barça dar el paso hacia la ansiada estabilidad institucional ahora que lo deportivo evoluciona, a cuatro puntos del Atlético de Madrid en Liga a falta de once jornadas y con la final de Copa del Rey el 17 de abril ante el Athletic en el horizonte.

Se trata del 15 por ciento del presupuesto, según marcan los estatutos, una barbaridad ahora que los presupuestos son cada vez más elevados. Pero era una cantidad conocida durante los cuatro meses de campaña y por eso sorprendió la improvisación de los últimos días, desde el adiós de Jaume Giró. Iba para vicepresidente económico y no tenía problemas para avalar su parte (no es un reparto proporcional), pero reaccionó al ver que directivos sin dinero para avalar iban a tener más responsabilidad que él.

Los movimientos fueron frenéticos para evitar unas nuevas elecciones en el caso de no haber tenido el aval este miércoles, fecha límite. Bancos, fondos de inversión, empresarios... Laporta sondeó todos los frentes a contrarreloj pero finalmente evitó tener que recurrir a un fondo de inversión americano gracias al acuerdo 'in extremis' con Audax.

Con lo institucional encauzado, en lo deportivo, el Barça no pierde en Liga desde el 5 de diciembre en Cádiz, hace más de tres meses. En ese tiempo ha disputado 17 jornadas, con 14 victorias y tres empates para sumar 45 puntos de los últimos 51 en juego. Llegó a estar a once puntos reales del Atlético y ahora ya está a cuatro, dos por encima del Real Madrid antes de afrontar unas últimas once jornadas en las que recibirá al equipo colchonero y visitará al merengue. Viene de tan atrás que no puede pinchar más, pero transmite por fin fiabilidad para sacar adelante partidos complicados como el del lunes ante el Huesca (4-1).

«Menos mal que Messi todavía está con nosotros». A Ronald Koeman se le escapó ese comentario en la rueda de prensa posterior a la victoria sobre el conjunto de Pacheta. Quizás hizo algún día el ejercicio mental de pensar cómo estaría el equipo si el argentino se hubiese salido con la suya de irse en agosto con el famoso burofax. Y debieron entrarle escalofríos.

El '10' ya suma 21 goles para liderar el Pichichi, con goles espectaculares en este 2021 en el que su rostro ha cambiado. Lidera la reacción con acierto en el remate, buen juego y compromiso. El técnico holandés tuvo paciencia con él en el inicio de temporada, cuando arrastraba su depresión por el césped. Y ha sabido ilusionarle rodeándole de jóvenes descarados y con modificaciones tácticas en busca de un ecosistema en el que se sienta más a gusto.

Hay que valorar la apuesta de Koeman por ideas futbolísticas que son cuestionadas por el entorno snob del Barça. Desde que probó con los tres centrales en Valladolid, antes de fin de año, entendió que esa era la forma de ganar en seguridad defensiva, de activar a laterales profundos como Dest y Alba, de presionar con muchos jugadores arriba y de liberar a Messi para asistir a Dembélé o Griezmann si el sistema es un 3-5-2 ó un 3-4-3. No fue fácil combatir los reproches de los puristas y en esos momentos de debilidad seguro que ahora se arrepiente de haber afrontado la ida de los octavos de la Liga de Campeones ante el PSG con un 4-3-3 convencional y más afín a la historia culé. Aquel día Mbappé hizo lo que quiso al no llegar nunca el central a las ayudas a Dest. Lo corrigió en la vuelta con un 3-4-3, pero el 1-4 de la ida pesó demasiado.

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