La ola de calor evidencia la dureza de muchas calles y plazas de Zaragoza

Los ciudadanos echan en falta más vegetación y zonas de sombra en los espacios de mayor "estrés térmico" de la ciudad.

Tres ciudadanos, en uno de los escasos bancos con algo de sombra de Ranillas.
Tres ciudadanos, en uno de los escasos bancos con algo de sombra de Ranillas.
Heraldo

La estampa es poco edificante. En la Estación Delicias se da la bienvenida a los turistas que llegan en AVE, pero -si no echan mano de un bus o un taxi- han de recorrer a pie el exterior del recinto, arrastrando las maletas y con el sol cayendo a plomo: ni un árbol ni una sombra encontrarán que les den un respiro. Cruzar la explanada de la antigua estación puede convertirse en un trabajo hercúleo hasta alcanzar la avenida de Navarra, cuya reforma -esta vez sí- ha sido más amable en lo que al manto vegetal se refiere. ¿Por qué Zaragoza tiene tantas plazas en las que reina el cemento? ¿Se puede luchar contra el estrés térmico en la ciudad con un urbanismo más amable?

"El día que se estrenó la plaza de Santa Engracia hubo muchas críticas porque aquello parecía un secarral, pero visto lo visto, comparado con otras plazas, a mí me parece hasta un vergel", dice Carmen Velázquez, vecina de la Romareda, que lleva años reclamando algo más de sombra en la plaza de Eduardo Ibarra. "Quince años -afirma-. Justo desde que la reformaron, que fue en 2008 y cuando se suprimió arbolado para poner un bosque de farolas inclinadas". Es cierto que los 25.000 metros cuadrados junto al Auditorio y La Romareda constituyen un espacio un tanto inhóspito porque quizá se creara más pensando en premios de arquitectura que en hacer de una plaza habitable. La vanguardia pretendida ha acabado con quioscos cerrados y láminas de agua sin uso. "Al menos, se han instalado zonas de juegos infantiles, que son útiles por los numerosos colegios del entorno", dicen los vecinos. "Faltaría algún sistema para generar zonas de sombra porque cuando cae el sol a plomo es insufrible".

El bosque de farolas metálicas en la plaza de Eduardo Ibarra.
El bosque de farolas metálicas en la plaza de Eduardo Ibarra.
Heraldo

Este mismo mal se extrapola a otros puntos de la ciudad, pero lo cierto es que el Consistorio no ha dado aún con una buena fórmula para procurar un alivio. Sonado ha sido el fracaso de los toldos de la calle Delicias y lo cierto es que las pérgolas en el recinto de Ranillas tampoco han hecho buen papel. Hay quienes sugieren que podría implementarse algún sistema de vaporización de agua como se hace en las calles Sierpes (Sevilla) o Larios (Granada), pero su instalación es costosa y su mantenimiento alto.

La mejor solución para poner coto al cemento es contar con elementos vegetales y arbolado, lo que también requiere una inversión considerable. Explican los urbanistas que en la segunda mitad del siglo XX se optó por hacer 'plazas duras' bajo el argumento de evitar la suciedad y ahorrarse costes de mantenimiento que generan las zonas verdes. Así es como desapareció buena parte de la vegetación y el viejo arbolado, que fue sustituido -en el mejor de los casos- por maceteros desmontables. Ahora -explican- la tendencia es la contraria, pero en el caso de Zaragoza la reforma de las plazas no está resultando todo lo verde que sería deseable.

Los toldos de Delicias no convencen a sus vecinos.
Los que fueran fallidos toldos de la calle de Delicias.
F. Jiménez

¿Los dos últimos ejemplos? Los de Salamero y el parque Pignatelli. En el primer caso, el Ayuntamiento justifica que no se pueden plantar árboles de gran porte por el aparcamiento subterráneo existente. Es el mismo argumento que durante años se utilizó ante la ausencia de marquesinas en la Estación Delicias, porque "no podían anclarse al suelo". En Salamero el párquin limita la posibilidad de plantar en superficie árboles de gran tamaño porque se puede sobrecargar el peso de las losas de hormigón, de modo que ha habido que recurrir a olivos circunscritos en unos grandes maceteros. En la ampliación del Pignatelli son el lago, las fuentes y los chorros de agua los que sí ofrecen algo de auxilio frente al calor, pero los vecinos de la zona echan de menos más arbolado en la zona de los antiguos depósitos. "En las recreaciones parecía que el parque iba a ser ‘La laguna estigia’ (cuadro de Patinir que puede verse en el Prado), pero apenas hay verde porque los ejemplares recién plantados aún son endebles y algunos de ellos han sido maltratados", dicen los vecinos, deseosos de que la llamada ‘xerojardinería’ -cintas y arbustos que requieren poco consumo- dé algo más de sí.

Los turistas buscan protegerse del sol en la plaza del Pilar.
Los turistas buscan protegerse del sol en la plaza del Pilar.
Heraldo

El caso de la plaza del Pilar es también llamativo para muchos visitantes que llegan a Zaragoza y se encuentran en el ‘salón de la ciudad’ sin un atisbo de sombra. En este caso, se juntan dos motivos para que no se reediten antiguas estampas en las que se ven, allá por los años 40, jardincillos, árboles, bancos, fuentes, quioscos… Por un lado, está el tema del parquin subterráneo como en otros tantos espacios de la ciudad; por otro, la plaza se considera un área de reunión de multitudes (desde manifestaciones, celebraciones hasta pregones de las fiestas) y por motivos de seguridad pública conviene que esté despejada. ¿Obstaculizarían los árboles las actuaciones de emergencia que pudieran darse? Según cómo y dónde...

La explanada de la Estación del Norte no invita a pasear por ella.
La explanada de la Estación del Norte no invita a pasear por ella.
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Zaragoza cuenta con más de 200 plazas, algunas de las cuales son más consideradas zonas de paso que de estancia. Una de la más celebradas es la plaza de los Sitios, en donde la reciente mejora de las praderas ha permitido un mayor disfrute a los vecinos del Centro y el Casco. Otras lucen más obsoletas, como la de Donante de Órganos en Duquesa Villahermosa o la del Rosario, en el corazón del Arrabal, a pesar de que existen proyectos para adecentarlas dentro de la denominada ‘operación plazas’ del Consistorio, que ya ha actuado en la de la Magdalena y tienen previsto alcanzar pronto la de San Pedro Nolasco.

En las olas de calor zaragozanas hay sitios por los que estos días hay que evitar pasar a toda costa y uno de ellos la explanada de la Estación del Norte, que también lleva lustros esperando un proyecto que la dignifique. De momento, continúa siendo un solanar inhóspito, en donde se puede comprobar lo que las previsiones de ‘estrés térmico’ para 2030 indican: Zaragoza será la ciudad de España (junto a Valladolid y Madrid) donde más crezca la sensación sofocante del calor.

Ante esta amenaza, el Consistorio está poniendo en marcha proyectos como ‘el bosque de los zaragozanos’ o programas para alcanzar los objetivos de ser una Ciudad Climáticamente Neutra en 2030. Sin embargo, muchas actuaciones urbanísticas permanecen ajenas al espíritu de ‘Zaragoza Florece’ y se antojan imprescindibles para lograr las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud: una ciudad amable debe tener un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde por habitante.

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